Capítulo seis.

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Con la luz del amanecer filtrándose a través de los estores, el cabello usualmente ocre de Genos se había convertido en un bermejo más potente que la sangre en las venas de Zombieman. Sangre que circulaba a una velocidad natural por las venas del pelinegro mientras contemplaba a su ángel de momentáneo fuego, hasta que este abrió las compuertas a aquellos astros dorados, los cuales no tardaron en posarse sobre sus nerviosos jaspes expresando genuina confusión.
Antes de que pudiera formular alguna pregunta coherente con esa voz rasposa que tanto amaba, Zeta se adelantó, titubeante y bastante asustado mientras se alejaba para fingir una distancia prudente que nunca existió.

— T-Te habías quedado dormido anoche — explicó tratando fuertemente de detener el sudor en su cuerpo — Te traje hasta aquí y te aferraste a mí como si fuera tu pescado de peluche y te veías cansado así que sólo... No quise molestarte y terminé dormido también

— ... — Genos lo miró con los ojos entrecerrados y el ceño muy fruncido por tanto tiempo que el héroe temió por lo que fuera a decirle, sobretodo cuando este comenzó a negar con la cabeza — ... Zeta-san.. ¿Por qué hablas tanto tan temprano en la mañana?

Antes de que el azabache diera alguna respuesta, un gruñido proveniente del estómago sintético del blondo anunció que era buena hora para desayunar.

— Ah, muero de hambre

Zeta se levantó de la cama como si hubiera sido impulsado por un resorte.

— Iré a preparar el desayuno entonces

— Espera — Genos le detuvo sosteniendo su brazo — Debo hablar contigo primero

El mayor nuevamente sintió la ola de temor introducirse en su sistema otra vez.

— Sí, claro — se sentó con tanta cautela que cualquiera pensaría que le dolía volver a hacerlo — Dime

El joven cyborg se miró las manos un momento y estrujó el cobertor entre sus dedos.

— Sé que te lo he dicho antes, pero siento que no fue suficiente. No quiero incomodarte, pero no me quedaré tranquilo hasta que estés seguro de ello

— ¿Qué es?

Genos suspiró y le vio con algo de angustia.

— Eres de verdad el mejor amigo que he tenido jamás. Y lamento estarte metiendo cada vez más en todos mis problemas. Realmente no quisiera que te apartes de mí por ello e intento no arrastrarte al fango en el que estoy... Pero cuando menos me doy cuenta, otra vez estoy aquí refugiandome en ti. Lo siento

— ...

Zombieman lo miró anonadado. Otra vez enamorado.
Pensó que le daría un nuevo discurso explicativo de su amor fraternal, acompañado de una dulce pero contundente reprimenda por su osadía al no mantener distancia. Sin embargo, le pidió disculpas impidiendole olvidar lo importante que era su amistad.

Lo hubiera abrazado en un ataque impulsivo de ternura, pero un sobresalto repentino de Genos lo preocupó.

— ¿Qué pasa, te duele algo?

— Me acaba de... ¿Patear? — al sentirlo nuevamente tomó la mano del pelinegro y la colocó sobre su estómago hinchado, esperando el suave impacto nuevamente — ¡Ahí! ¿Sentiste eso?

— Oh... Sí — Zombieman tenía una expresión de asombro muy peculiar. Como la de un niño pequeño al hacer un hallazgo en el patio de su casa mientras está jugando. Sus carmines pasaron del bulto del suéter a los ojos de Genos y preguntó cuidadosamente — ¿Puedo verlo?

No iba a decirle que no a ese rostro.

Levantó la tela de su ropa y dejó el vientre al descubierto una vez que estuvo seguro de que las cortinas estaban bien cerradas para impedir del todo el paso de la luz solar.

A fines de AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora