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—Creo que solo quieres molestarla, hmm... —frota su barbilla y frunce el ceño. — ¿Cómo te llamas, pequeño?

—No soy pequeño. Ya tengo ocho. —se cruza de brazos y pretende estar enojado. —Mi nombre es Félix pero todos me dicen Chamo.

—Chamo... —saborea las letras.

Tomo mi celular y me coloco los auriculares. De verdad que Chamo cruzó la raya. ¿Cómo pudo haberle dicho eso? Aunque es cierto, pero él no tenía que divulgarlo. Gracias a Dios que John lo cortó de inmediato... Es muy educado o puede ser que se sintiera incomodo de que él me atrajera... ¡Ay Chamo, en los líos que me metes!

Un fuerte sacudón me saca de mi introspección.

—Altie, no uses esos audífonos aquí. Tengo rato llamándote. —me reprende Chino enarcando las cejas casi inexistentes.

—Sí, sí, sí, Chino. ¿Qué quieres?

— ¿Por qué no le brindaste nada de comer a Jong Suk? —tienes las manitos en la cintura.

Me toma varios segundos el recordar que el portador del nombre raro es su sobri-guapo.

—El me dijo que comió en el aeropuerto, que estaba bien.

—Pequeña mentirosa, me acaba de decir que muere de hambre. —Pequeñas partículas de su saliva aterrizan en mi cara.

Inmediatamente, alzo la mirada sobre el mostrador hacia él. Esta rebuscando en su celular, levanta la mirada y me da una sonrisa torcida.

¡Qué inepto!

—Parece que su español no es tan bueno después de todo. —digo con amargura.

—Prepárale un servicio regular. Tienes dos minutos.

Chino se fue a su muy budista oficina y solo quedamos, sobri-tonto y yo en el local. Chamo salió a jugar con los otros niños de la calle.

Preparo el bendito servicio y en vez de agregarle el cátchup en sobres decido tomar el del envase. Es hora de cobrar algunas deudas.

—Aquí tiene, Sr. John —coloco el plato frente a él. — ¿Desea cátchup?

El asiente y yo coloco el envase un poco más arriba de la altura de su cabeza y vierto la salsa en el plato desde esa altura, causando un tremendo chorrido en su suéter de lana color verde.

— ¡¿PERO QUE...?!

—Ups... Puedes usar el baño de la bodega de enfrente. Trata que no te afecte el olor. Es solo vómito.

Estaba totalmente paralizado, con la boca abierta, viéndome con incredulidad.

Me di la vuelta y regresé a mi celular.

No tardo mucho para que Chino dejara de besarle la pansa a su monumental y fea estatua de Buda y viniera a reclamarme. Como nunca me quedo callada, le dije que nadie se jugaba conmigo y que si me iban a regañar en el trabajo que sea por algo que sí hice mal. El solo aleteo los brazos y me dio una advertencia.

—Disculpa a esa ridícula... —escuché que le dijo como si quisiera besar su trasero.

—No importa, tío. ¿Podemos ir a casa? No soporto estar con ropa sucia.

—Sí. No hay problema.

Y se fueron.

Ahora estoy sola, preparándome para la hora de la cena y la segunda ronda de los cerdos hambrientos. Hace un calor tremendo. Odio el verano. Por lo menos me permiten venir en shorts y t-shirts, si no, no se que hubiera sido de mi.

LA TRIVIAL HISTORIA DE LA VENDEDORA DE POLLO FRITO {Lee Jong Suk} ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora