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— ¿Artie? ¿Qué haces aquí?

Ni siquiera levanto la cabeza de entre mis rodillas para responder a la voz sorprendida y ligeramente preocupada de John. Tampoco sé qué está haciendo él aquí casi a medianoche pero no quiero hablar, solo quiero seguir llorando aunque sea en una cocina con olor a grasa y gallina muerta.

Repite mi nombre y sigo llorando, dando grandes sollozos y sorbos nasales. Siento como se desliza a mi lado hasta quedar en el suelo. Pone la mano en mi espalda enviando un frío por mi columna y yo exploto cual granada. En una granada de lágrimas y mocos.

—¡No me toques! —. Cuando llegué aquí, corrí al baño a vomitar. No podía soportar tener aún ese sabor a vicios en mi boca. Mi cuerpo se sentía contaminado y herido pero ahora sintiendo la palma de John sobre mí me olvidé de todo y eso no está bien.

—Calma. —dice con ojos compasivos y preocupados. —No te haré daño.

Lo miro a los ojos y decido creer que el si es sincero conmigo. Decido creer que él sí se preocupa por mi, que si le importa lo que me pasa. Me lanzo a su pecho y lloro un poco más, aferrándome al mismo tshirt que llevaba esta mañana. Huele a un suave perfume combinado con otro olor que estoy segura que es el suyo natural. Me calmo pero no me despego de él. Estoy segura de que ni siquiera mi madre me haría sentir la seguridad que siento ahora.

Sus manos acarician mi espalda y mi pelo en una suave repetición, enviando la misma ola eléctrica de la primera vez.

—¿Tu hermano te hizo daño?  —susurra y siento su aliento calentar mi frente.

—Sí. —le respondo sin dudar.

Siento su mano tensarse cuando detiene sus caricias. Se queda tremendamente quieto y tarda unos minutos en hablar de nuevo.

—Vamos, iremos a la policía. —dice incorporándome. Me toma por los hombros, ayudándome a ponerme de pie.

—No es cómo crees, no podemos acusarlo por lo que me hizo.

—Si no me dices, Artemisa, no puedo ayudarte. —sus ojos me taladran. Intensos y oscuros. Solo parpadea cuando es estrictamente necesario.

Su voz tomó una seriedad que realmente me conforta pero siento miedo de que yo  pueda hacer que el se involucre en todo lo que está pasando. Lo sujeto de los antebrazos y lo enfrento.

—El iba a permitir que un amigo suyo me violara. En nuestra propia casa. Delante de sus ojos. —mis ojos se inundan nuevamente, vuelve el nudo en la garganta y el dolor estremecedor en el pecho.

—¡Esos malditos! —golpea la mesa más cercana con su puño. Hago una mueca ante el susto. —¡Eso lo hace cómplice! ¡Es suficiente para que lo encarcelen!

—¡Esto no es Corea, John! —grito, soltandolo. Le doy la espalda y me obligo a tragarme las lagrimas. —Aquí no hay leyes, no hay justicia. ¿Qué crees que pasará? Simplemente los dejarán ahí por esta noche, luego será como si nada paso.

—¡¿Cómo puedes querer hacer nada?! —continúan los gritos.

—¡No quiero que intervengas! —lo miro. —No sabemos de qué son capaces.

Extrañamente, lo quiero fuera de aquí. Fuera de mi vida. Fuera de todo. Quiero que esté bien y que no se envuelva en mis problemas, que no tenga nada que ver con mi hermano ni con el tipo aquel. Quiero agradecerle de alguna manera las veces que me hizo olvidar lo miserable que soy, aunque sea por un minuto.

Pasa ambas manos por su pelo, evidentemente frustrado, mientras camina de aquí para allá, mirando arriba y mirando abajo. Se detiene, me mira unos segundos y vuelve a hacer lo mismo.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2018 ⏰

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LA TRIVIAL HISTORIA DE LA VENDEDORA DE POLLO FRITO {Lee Jong Suk} ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora