Capítulo 9

751 58 33
                                    

• 私は笑顔と乾杯であなたを覚えています。•


Te Recordare con una sonrisa y un Brindis.


Cuando, después del juego de tenis del jueves por la tarde, Kushina Uzumaki llego a la puerta trasera de la casa, tuvo que hacer un esfuerzo por caminar los pocos metros que le faltaban para llegar a la sala y al sillón más cercano. Las piernas le temblaban violentamente; había sido un esfuerzo tremendo el llegar a su casa sin que nadie se diera cuenta de lo enferma que se sentía. Experimentaba una nausea tan grande que, después de unos momentos, tuvo que ponerse de pie y dirigirse al baño. Ni siquiera el arrodillarse, con la cabeza sobre el inodoro, le producía alivio alguno; quien sabe porque no podía vomitar; el dolor que sentía bajo el omoplato izquierdo hacia intolerables los espasmos del vomito. Estuvo, jadeante, en esa postura durante varios minutos y luego se puso en pie poco a poco, aferrándose al armario del cuarto de baño y a la puerta. Le sorprendió tener que aceptar que el asustado rostro que veía desde el espejo de la pared era el suyo propio, de un tono amarillo pálido y perlado por el sudor. El espectáculo de esa cara la aterrorizo más que ninguna otra cosa hasta esos momentos y desvió la mirada del espejo inmediatamente. Como pudo, regreso a la sala y se desplomo en el sillón, respirando con dificultad, y las manos impotentes colgándole a los costados del cuerpo.

Luego el dolor se apodero de ella y la desgarro como una enorme bestia enloquecida; Kushina se inclino hacia adelante, con los brazos doblados sobre el pecho. Pequeños gemidos débiles se le escapaban cada vez que la agonía, como un cuchillo, se agudizaba gradualmente, y no podía pensar más allá del dolor.

Después de una eternidad, el dolor disminuyo un poco y ella se apoyo en el sillón, exhausta y con todo el cuerpo temblándole. Sentía un peso insufrible en el pecho que le sacaba todo el aire de los pulmones haciéndole imposible inhalar más. Estaba mojada por todas partes; el blanco conjunto de tenis estaba empapado de sudor; el rostro, mojado por las lagrimas; el asiento del sillón, húmedo con la orina que se le había escapado durante lo frio intenso del ataque. Jadeando y ahogándose con los labios morados, seguía ahí sentada pidiéndole a Kami que a Minato se le ocurriera venir a casa antes que ir al hotel con sus amigos. El teléfono del pasillo estaba a años luz de distancia, absolutamente fuera de su alcance.

Ya eran las siete de la noche cuando Minato y Naruto llegaron a la puerta de atrás de la casa. Todo estaba extrañamente callado y tranquilo, no habían prendido las luces en la sala ni el comedor, y no había ningún acogedor olor a comida.

-¡Taidama!, ¿Dónde estás, Oka San? - Interrogo Minato alegremente jugando, cuando él y Naruto entraron en la cocina - ¡Hey, Kushi! ¿Dónde andas? - grito de nuevo y luego se encogió de hombros - Debe haber decidido jugar un par de sets extra - comento.

Naruto siguió rumbo a la sala mientras Minato prendía la luz de la cocina y la del comedor. Hubo un grito terrible en el interior de la casa; Minato soltó la olla que tenía en la mano y corrió, con el corazón golpeándole en el pecho, en dirección de la sala.

Naruto estaba de pie, retorciéndose las manos y llorando, mirando a Kushina derrumbada en el sillón, curiosamente quieta, con los brazos doblados y las manos, con los puños apretados, a sus costados.

-¡Kushina!

Las lágrimas asomaron a los ojos de Minato cuando se dirigió al sillón y se inclino sobre su esposa, alargando una mano temblorosa para tocarla. Kushina estaba tibia; casi sin creerlo, Minato vio que el pecho de su esposa subía y bajaba lentamente. Inmediatamente se incorporo.

-Naruto, no llores - dijo por entre los dientes apretados - Voy a llamar por teléfono a la doctora Tsunade y a Ino y volveré en seguida. Tú quédate aquí, y si Kushi hace algo, grita inmediatamente. ¿Me entendiste, compañero?

Por Siempre Contigo |NaruGaa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora