Parte I

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—Entonces, chicos —La voz entusiasta del entrevistador les llamó la atención. Era un hombre alto y de blanca sonrisa que intentaba acaparar la atención de los siete miembros. Jeon Jungkook se sintió contagiado con su energía. —Hemos recibido un montón de preguntas de parte de su fandom y queremos aclarar algunas de sus dudas, ¿qué les parece?

Un coro de asentimientos recorrió a los chicos, inclinándose ansiosos en sus asientos.

—Veamos, ¡ajá! —El entrevistador sacó un fajo de tarjetas de un sobre y las revolvió para crear expectación. Al seleccionar una, su mirada barrió sobre los presentes. —Amor, hablemos de amor. ¿Cuál es la opinión de cada uno sobre ello?

El primero en tomar la palabra fue Namjoon, el líder del grupo alzó sus manos en el característico gesto que empleaba cuando un tema tomaba toda su atención.

—El amor es la vida, son uno. No puede existir el uno sin el otro; en los pequeños gestos, en el día a día, solo hay que abrir bien los ojos para verlo. —Su respuesta fue diplomática y concisa.

Suga se rio y J-Hope se le unió muy a su pesar, pues en su mente se hacían una idea similar.

La palabra amor era un concepto grande para todos. Lo conocían desde la perspectiva filial, con sus respectivas familias y al considerarse entre ellos mismos como hermanos. Era algo que les calentaba el corazón y que podían responder sin problema.

Sin embargo, desde el lado pasional y romántico, era un mundo inexplorado. Al menos, para cinco de ellos.

Sin querer, la mirada de Jungkook se sintió atraída hacia Jimin. El tercer miembro más joven de la banda estaba sonriendo al entrevistador con forzada concentración, con aquella sonrisa completa que reducía sus ojos a diminutas rendijas y que hacía a Jungkook sonreír de vuelta.

¿Amor?

Jungkook sabía lo que era el amor, lo sabía a la perfección. Jiminie Hyung era la precisa definición de aquella palabra. Era pequeño, hermoso y delicado. Era fuerte, energico y esforzado. Era atento, cariñoso, preocupado. Sí, Jimin era amor. El lado más brillante de él.

Jungkook había conocido el amor en sus brazos, bajo sus atentos cuidados desde que se habían conocido, hasta cuando Jungkook no tuvo más camino que rendirse ante el deseo de besar sus labios y se habían convertido en uno. Por las noches, cuando nadie estaba alrededor, donde nadie podía verlos y juzgarlos. Porque si había algo que lamentaba, era que si ellos se amaban, tenía que ser a escondidas.

Arrancó su mirada de golpe del objeto de sus atenciones y se fijó en el micrófono que estaba siendo apuntado en su dirección. Su ceño se frunció.

—Yo... no sé cómo definir el amor —dijo al fin. Hubo una creíble mueca de confusión en su rostro y coronó aquel acto con una sonrisa de disculpa.

La atención fue puesta sobre el resto de los miembros, Jungkook hizo su mayor esfuerzo por mantenerse interesado en el tema y muy a su pesar, sus oídos se movieron cual satélite en búsqueda de la respuesta de Jimin.

—El amor lo es todo. —dijo este sin titubear, aun sin mirar al menor.

El ceño de Jungkook se profundizó.

—Te quiero tanto, Kookie, eres tan lindo. —Las palabras que Jimin había dicho aquella misma mañana en la seguridad de su cuarto bajo llave le removieron por dentro. Ellos habían estado tendidos en la cama del mayor, sus cuerpos entrelazados bajo las mantas, otorgándose caricias lánguidas tras despertar de una reparadora noche de sueño. Las manos de Jimin estaban sumergidas en el cabello de Jungkook y desenredaban los nudos entre las hebras oscuras.

Jungkook podía mostrarse como un chico duro por fuera para el ojo de las personas, pero por dentro no era más que un niño pequeño. Le gustaba ser mimoso con Jimin. Le gustaba que este lo tocara con devoción, como si él fuese su objeto más preciado. Le gustaba su tacto suave y caliente sobre su piel que se erizaba con facilidad.

—Quisiera poder quedarme en cama todo el día —Jungkook protestó con un puchero. Restregó su rostro contra el pecho de Jimin, absorbiendo su olor, impregnándose de aquella fragancia que le era tan familiar y que tanto amaba.

Jimin se rio, haciendo a su cuerpo temblar.

—Estamos con una agenda apretada —Recordó. El menor bufó ante sus palabras. —Y tenemos que ponernos en movimiento antes de que el resto esté en pie. Creo que deberías de ir a tu cuarto a tomar una ducha y nos reuniremos en la cocina para un desayuno rápido. ¿Está bien? Así que arriba cachorro quejumbroso, te veré con el resto.

No era una escena que no hubiesen tenido antes. De hecho, era su diario vivir desde hacía dos años donde mantenían aquella rutina de escabullirse bajo las narices de los otros miembros para robar momentos a solas donde dar rienda suelta a su relación... si es que se podía llamar de esa manera.

Jungkook ni siquiera podía ponerle un nombre, él sabía que no debía, porque no había uno para lo que ellos hacían. No eran solo amigos, no eran solo maknae y hyung, eran más que eso. Mucho más. Ellos se miraban de una manera que ningún compañero de banda debería mirar a otro con el mismo título. Ellos se besaban y acariciaban, ellos compartían sus cuerpos con el otro tal y como los novios lo hacen, salvo que ellos no eran novios.

No lo eran.

Y aquello era el dolor más grande que Jungkook había sufrido jamás, porque él debería haber estado bien con tener a Jimin de tal forma. Él debería haber estado bien con vivir aquel secreto... solo que no lo estaba.

Él quería más.

Él quería el paquete completo de lo que una pareja significaba. Él quería amar a Jimin como correspondía, como ambos se lo merecían. Y a la mierda las consecuencias.

Aventuró una nueva mirada hacia Jimin y en esta ocasión, el mayor le correspondió. Se perdieron en los ojos del otro, tocaron en el alma del otro y en aquella extraña conexión que habían desarrollado desde el primer día que se conocieron, Jimin supo lo que Jungkook estaba pensando y negó. Movió su cabeza de manera casi imperceptible, asegurándose de que la cámara no captara tal acto.

Ellos podían ser ellos, lo que sea que fuesen; fuertes y poderosos, siempre en silencio, siempre en secreto.

Jungkook amaba a Jimin, pero por primera vez, se cuestionó los sentimientos del otro chico y no le gustó lo que vio.  

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora