A pesar de cómo habían terminado las cosas entre Jimin y Jungkook -o quizás a causa de ello-, las siguientes semanas se deslizaron sobre ellos con calma y suavidad. Sin discusiones, ni roces, ni nada. Porque no había nada que pudiesen hacer para arreglar lo que compartían. Las palabras que ambos quería oír provenientes del otro no podían ser dichas aun cuando el dolor rallara en la desesperación dentro de sus corazones.
Ellos habían sido un todo, en su momento y ahora no eran más que la sombra de eso. Buenos amigos y compañeros de banda. Mas nada.
Aun se anhelaban y se robaban miradas dejando ver su necesidad; sin embargo, Jungkook cerraba sus ojos o simplemente apartaba su vista, porque él estaba firme en su convicción y si había algo que Jimin respetaba del menor, es que fuese tozudo respecto a sus deseos.
Ellos eran la demostración de que el amor a veces duele, y a su vez, de que se puede salir de un corazón sin romperlo, dejando atrás solo un bonito recuerdo.
Para cualquiera que los mirara, sus interacciones eran las correctas, cordiales y afectuosas, pero para el ojo observador de Min Yoongi era claro que algo había pasado entre esos dos y él estaba sospechoso sobre lo que era.
Iba a descifrarlo a como diera lugar, se dijo mientras que tomaba su bolso de mano y salía del vehículo que lo transportaba para reunirse con el resto de los chicos que ya esperaban en la acera.
Ellos tenían un vuelo que tomar.
Estaban por comenzar una gira después de todo.
Se formaron en una línea como siempre, uno al lado del otro e hicieron su reverencia clásica, permitiendo a los fans y camarógrafos tomar fotografías a su gusto. Los flashes cegando sus ojos y los llamados de atención viniendo de todas direcciones.
Jimin se sentía mareado, con el mundo yendo sobre él. A pesar de que llevaba lentes oscuros, su vista estaba fatigada de la escena frente a él.
—Sonríe Jimin, no quieres verte triste con tantos espectadores frente a ti. —Suga hyung dijo a su lado hablando en un murmullo.
Jimin le miró fingiendo inocencia.
—No sé de qué hablas. Yo no estoy...
—¡Te amo, Jiminah, te amo!
El grito del fanático fue tal que se hizo escuchar entre todos los demás. Hubo un coro de risas que le siguió al notar el tono evidentemente masculino. Jimin sintió sus mejillas colorearse como cada vez que eso le sucedía. Y la frase que estaba a punto de formular se esfumó de su cabeza.
—Sí, es mejor que guardes silencio —Yoongi aprovechó de agregar. —Tendremos una conversación real cuando no tengamos fisgones a la vista, ¿está bien?
Jimin asintió a regañadientes.
—Está bien.
—Ahora sonríe, chico lindo, quiero ver esas mejillas abultadas.
A su pesar, Jimin sonrió. No fue una sonrisa que llegase a sus ojos, pero para eso estaban los lentes después de todo. Ondeó su mano en dirección a los fanáticos y con mayor ímpetu a la dirección desde donde había provenido el grito masculino.
Él amaba ser amado.
Tras posar otro par de minutos y responder lo mejor que podían a la atención dada, la banda dio otra inclinación, en esta ocasión de despedida y comenzaron a caminar al interior del aeropuerto.
Jimin se mantuvo al lado de Yoongi por inercia; la gente lo hacía sentir expuesto en ocasiones, como si cualquier mano pudiese llegar hasta él. No importaba que tuviesen un cuerpo de guardaespaldas, siempre existía una mínima posibilidad de riesgo y era esa posibilidad la cual Jungkook había tomado como su tarea personal hacía mucho tiempo. Él actuaba como una pared contra las cosas malas y sin él a su lado, Jimin se sintió vulnerable.
Podía ver la cabeza despeinada de Jungkook unos pasos por delante. Podía ver su cabello rebotar con los pasos que daba. Iba calzado en una chaqueta demasiado grande para su cuerpo, lo que lo hacía ver más intimidante de lo que realmente era.
Jimin sabía que el menor podía ser rudo, pero su estado normal era mucho más cercano a una galleta. Dulce y cálido.
Mientras esperaban a que revisaran sus identidades para abordar, los separaron en dos filas. Jimin fue guiado hacia la derecha, quedando posicionado detrás de Kookie, su Kookie que no se había vuelto a mirarlo desde noches atrás, donde Jimin había intentado que hablaran en privado y Jungkook se alejara sin ninguna palabra.
—Kookieah, canta para mí —Una pequeña fan se abrió paso entre la gente para quedar en la primera línea. Era una chica de tez morena y un desordenado cabello. Ella llevaba una insignia con el rostro de Jungkook en su ropa. —Kookie, Kookie, Kookie.
Jimin le sonrió por cortesía, pero no le gustó la familiaridad del tono que usaba para llamar la atención del maknae. Pero al parecer, para el menor no fue un problema, pues dejó su puesto en la fila para acercarse a ella. Puso una mano en el hombro del guardaespaldas que estaba junto a él y entre el asombro de miles de miradas y gritos emocionados, se inclinó hacia la chica.
Dear no one de Tori Kelly era una canción que Jimin había escuchado mucho en el último tiempo. Taehyung la había encontrado en su lista de recomendaciones de Spotify y tras mostrársela a Jungkook, este se había empeñado en aprenderse la letra. Según él, tenía un gran significado. Y la había ensayado con timidez dado su manejo del inglés.
Ahora, Jimin lo observó cantar los primeros versos sin ninguna vergüenza. Con su sonrisa que dejaba ver sus dientes frontales al descubierto y sus ojos con pequeñas arruguitas a sus costados. Tomó la mano de la fan contra todo protocolo y algo crujió dentro de Jimin. Algo... feo.
Hasta aquel momento de su vida, a Jimin jamás le había dolido escuchar una canción. Ninguna. De ningún tipo. Ni siquiera había podido empatizar con aquellos que le habían hablado del tema, pero allí de pie, viendo a Jungkook sonreírle a aquella chica con el corazón en la mano, Jimin supo que esa melodía le dolería hasta la punta de los cabellos cada vez que la enfrentase a lo largo de sus días venideros.
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Inefable
FanfictionJungkook quiere una pareja, una de verdad... sin importar cuánto duela que ese papel no lo pueda llenar Park Jimin.