Parte VII

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A pesar de que Jungkook buscó instancias para entablar conversación con Jimin, este lo esquivó con evasivas para nada ingeniosas y el menor comenzó a perder sus esperanzas de poder volver a los viejos tiempos; los viejos, viejos tiempos, cuando ellos eran compañeros que calzaban.

—JK, amigo, si el amor se ve así —Tae pasó la mirada de Jungkook a Jimin y sus auras oscuras para dar un bajo resoplido –, la verdad es que no estoy seguro de querer experimentarlo.

Taehyung.

Jungkook no había querido que nadie de la banda se enterase de lo suyo con Jimin, sea lo que sea que fuese a estas alturas, pero él estaba pasando por un mal momento. Estaba triste y Tae había pujado en un momento de extrema debilidad y Jungkook le había contado toda la sopa.

—Ya sé, hyung —respondió abatido. Tae se sentó a su lado, colocando su cabeza en su hombro.

—No tienes que verte tan acabado todo el tiempo —Le dijo con liviandad. —Sé que no es lo tuyo cuando no tienes la atención de Jimin, pero esto es... —Él negó como si no encontrase palabras para terminar su oración.

Y es que no las había.

O quizás sí, existía una. Solo una que lo resumía todo y a Jungkook le arruinaba el animo tan solo la sugerencia de ella.

Malhumorado.

Jungkook se había acostumbrado por años a ser todo lo que Jimin quería, lo que Jimin buscaba, aquello que estaba en todas sus oraciones y de pronto, con su relación rota y en un lugar extraño, él no tenía como conseguir parte de esa atención de vuelta.

Él nunca había tenido que hacer nada para ser el chico de oro de JImin.

A pesar de ser llamado el maknae de oro de la banda, él no se sentía así. Esa era una imagen. En el fondo él no era más que un chico que había crecido sin darse cuenta. Pestañeando muy rápido, la escena cambiando de manera vertiginosa ante sus ojos. Él se había adaptado a las circunstancias, dando siempre lo mejor de sí con tal de seguirle el paso a sus mayores, pero siendo un chiquillo sencillo en su interior.

Con Park... él había valido por aquellas cosas tontas. Como su sensibilidad, o su capacidad para maravillarse, o su gusto por las películas de superhéroes.

Ahora, él se sentía más apagado que nunca.

¿Cómo se suponía que debía actuar para obtener la atención de su mayor? ¿Qué tenia que decir o hacer?

Jimin solo lo miraba con aire lastimado y enfadado. Y él no tenía motivos para estarlo. Ni lo uno ni lo otro, por Dios.

¡Jungkook no lo había engañado! ¡Él tenía derecho a tener amistades!

Jungkook había pensado en ello, en ellos; lo había hecho desde que rompieron, porque tener esa herida sangrante en su interior no le permitía hacer nada más. Apenas estaba siendo funcional estos días tras la última pelea con Jimin.

Que su mayor pensara mal de él no le sentaba bien, en estricta verdad, nada de la situación estaba teniendo sentido para él.

—¿Qué crees que debería hacer? —Le preguntó a Tae que aun estaba en su anterior posición. —Cada vez que lo veo, quiero correr y decirle que fui un idiota y que volvamos a lo que teníamos, pero luego... —Él se desinfló.

Tae suspiró.

—No creo que debas hacer eso, cuando rompieron, dijiste que fue por una buena causa, al menos así lo querías. Y Jimin no estuvo a la altura.

Escuchar eso no era algo que a Jungkook le agradara, parte de no contarle a los miembros de la banda sobre su secreto fue por no querer dividirlos. Que ninguno tomara partido en el asunto, pero Jungkook tampoco se podía quejar de tener a Taehyung de su lado.

—Yo solo quería que él me eligiera a mí. Como yo lo elegiría a él sin dudar. —Tae le dio una mirada de comprensión. —Aun lo haría si me da aunque sea la mirada correcta.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora