Parte XII

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Jimin nunca había estado tan sedado en su vida, pero era tan agradable que no se iba a oponer, a pesar de ver todo a medias.

Era consciente de un dolor sordo en su pie, voces a su alrededor, rostros pasando rápido cuando abría los ojos.

Cuando logró estar lucido, la vista más encantadora estaba frente a sus ojos. Había una silla al lado de su cama en su cuarto de hotel y su Jungkookie estaba en ella carcajeándose bajo mientras que miraba su celular.

Jimin quiso enderezarse, haciendo una mueca ante el tirón en el musculo de su tobillo. Jungkook se puso inmediatamente de pie para llegar hasta él.

—¿Te duele? ¿Quieres que llame a la enfermera? Ya me dijeron los chicos que no te alterara, es solo que...

Jimin cortó su perorata colocando una mano suave sobre el antebrazo del menor.

—Estoy bien, no seas bobo. Solo me ha causado ternura tu risa tonta. Dios, cómo extrañaba escucharla... Y hola.

Jungkook le miró por un momento eterno y luego él se arrojó a los brazos de Jimin, sin importarle nada. Le tomó el torso y lo envolvió como si se le fuese la vida en ello y quizás era así, quizás su vida se le pasaba si no tenía a Jimin con él. Los pasados meses eran prueba de ello y no se sentía con fuerzas para seguir soportándolo.

Ajeno a esos pensamientos, Jimin se sintió conmovido y le dio un par de palmadas torpes en la espalda como respuesta, instándolo a que se apartara. El contacto de ese tipo no era bueno para su corazón en reparación.

—No estoy listo hyung, no quiero soltarte. —Jungkook dijo con voz amortiguada por estar presionando su rostro contra el hombro de su mayor. —No puedo.

Jimin se removió.

—Vamos, Kook. ¿Qué sucede? Solo es un tobillo maltrecho, no me estoy muriendo. —Intentó razonar. Pero el menor no desistió de su agarre. Jimin suspiró, suavizando las palmas de sus manos en la espalda del chico. Su chico, muy a su pesar, transmitiéndole calma y calor. —Estoy bien, estoy aquí. Siempre voy a estar aquí para ti.

Algo así como un sollozo se escapó de Jungkook, quien escondió su cabeza aún más. Demasiado tarde, Jimin lo escuchó y lo arrastró de los cabellos para hacerlo atrás y ver su enrojecido rostro.

—No lo entiendes, no sabes todo lo que he llorado por ti —Jungkook confesó con sus ojos acuosos. —Sé que yo fui quien le puso fin a lo nuestro, pero te he extrañado cada día. Cada noche. Todo me recuerda a ti, y tenerte bajo el mismo techo no ayuda. Dije que iba a olvidarte, pero no puedo. Te tengo más dentro de mí que nunca, aquí —él se llevó una mano al centro de su playera. —clavado en mi corazón.

Jimin se quedó aturdido, sin palabras y ahogado. No había esperado una reacción como esa.

—Según yo, lo estabas haciendo bien —dijo con la garganta seca. —Te veías cada vez más repuesto, como si mi presencia no fuese nada...

Jungkook negó.

—Jamás podrías ser nada hyung, jamás podrías dejar de afectarme. Solo he fingido. Solo te miento, me miento a mí mismo.

El labio del menor tembló, señal suficiente para que Jimin lo atrajera de vuelta pegado a él. Esta vez fue su turno de aferrarse a él, envolviéndolo apretadamente, como si así pudiera mantenerlo entero y evitar que el llanto abandonara su cuerpo.

—Disculpa por permitir que nos alejáramos.

Jimin lo volvió a apartar, esta vez choqueado.

—¿De qué hablas? Si hay alguien aquí que debería pedir disculpas por algo, ese soy yo. —Él aclaró su garganta y tomó el rostro de su menor, para que no se perdiera ni un detalle de lo que tenía para decir. —Disculpa por haber sido un cobarde y poner un millón de excusas para no arriesgarme junto a ti. —Jungkook abrió su boca para hablar, pero Jimin no se lo permitió. Él aun no había terminado. —Disculpa por no haber luchar por nuestro amor.

El cuerpo del maknae tembló ante esa declaración. Él asintió y un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Jimin las atrapó con sus dedos y besó el sendero que estas habían dejado. Jungkook lucía cansado, Jimin notó demasiado tarde.

—Ven —dijo apartando las mantas y haciéndose a un lado con cuidado. —Es tiempo de dejar que las cosas se asienten. Vamos a dormir un poco mientras eso pasa.

El menor no se opuso. Se quitó sus zapatillas y soltó dentro de las cobijas, se revolvió entre suspiros hasta quedar enterrado en ellas y apegó a Jimin, quien lo acogió de buena gana.

El abrazo les duró toda la noche; se sentía raro y mágico. Como cuando estás dolorido y te dan medicina para calmar lo malo. Y así, lo malo se fue de ambos. Se sintieron sanar. Se sintieron unidos de nuevo.

Todos los pedazos de sus corazones volviendo a su lugar. Las grietas cicatrizando.

Dolió, pero fue un dolor bienvenido.

Jimin lloró durante la noche; ya fuese por su tobillo o su corazón, los brazos de Jungkook se apretaron más en torno a su cuerpo recibiendo las lágrimas, alejando los temores y el arrepentimiento. Ya no más inseguridades. Ya no más vergüenza.



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