4

476 21 16
                                    

El duo imparable que conformaban Mayden y Natalia parecía haber vuelto a ser felices. Pasaban horas riendo y jugando, disfrutando de la compañía del otro y odiando terriblemente la hora de irse. Natalia había decidido hacer lo posible para olvidar todo y a su vez hacer olvidar a Mayden todo. No soportaba verlo decaído y triste y se había adueñado de la misión de ser ella la razón de su felicidad.

Pero casi siempre lo bueno nunca dura, o se acaba cuando menos lo esperamos, cuando más distraídos estamos.

Esa tarde, Natalia pedaleaba en su bicicleta, se le había hecho tarde, parecía que nunca era capaz de levantarse temprano. Pero vale, ¡era sábado! Además eran vacaciones de verano, no había otra razón para abandonar la seguridad de su cama que no fuese Mayden.

Dobló una esquina para luego continuar en línea recta hacia el parque. Una sonrisa se formó en su aún infantil rostro.
Iba pensando en lo que Mayden había dicho sin querer el día anterior.

—... Tal vez seas la luz de mi camino— había murmurado el chico mientras mantenía la vista fija en la TV.

Ella nunca lo había escuchado decir una cosa parecida, y se sentía tremendamente orgullosa de ser eso que el dijo. Aunque siempre estaba el pequeño y remoto pensamiento, esa posibilidad de que no se lo estuviese diciendo a ella.

Pero Natalia no deseaba dejar de ser feliz. Estaba eufórica por la velocidad que alcanzaba en su bici y por la idea de formar parte de la vida de Mayden. Eso era lo único que le importaba.

Entonces, por mera casualidad vio, de reojo, algo que causó que el alma se le viniera a los pies.
Mayden estaba ya sentado en una banca del parque. Como no, si debió estar la esperando por mucho rato, pero había alguien a su lado, alguien le hacía la compañía que ella no pudo brindarle. Era una chica conocida, casualmente, la tercera mosquetera.

Quizá, el ver la enorme emoción reflejada en la tez de su amigo, o quizá la traviesa y desgarbada sonrisa de Laura acompañada de un leve rubor rosa. Sea lo que fuese, fue demasiado para Natalia que se desconcertó y perdió el control de la bici, yéndose al suelo dolorosamente.

Pero lo que más le dolió, no fue el rodar por la graba hasta que un bote de basura la detuvo, estaba acostumbrada a las torpes caídas, tampoco el haber pasado completamente desapercibida por ambos niños. Sino el tímido beso que Laura posó en la mejilla de Mayden antes de irse corriendo sin decir adiós.

El chico pareció paralizarse por unos breves segundos y tan pronto Laura desapareció dio un salto y una exclamación de euforia y emprendió de regreso a casa, olvidándose de que con su mejor amiga habían quedado de jugar fútbol.

Natalia no lloró, no hasta que volvió a casa también y pudo encerrarse en su cuarto luego de que su madre le diera la reñida de su vida por estropear su bici y desollarse las rodillas, brazos e incluso las mejillas. Debía poner en orden sus muchos pensamientos.

En su cabeza se arremolinaban varias cosas, desde sentimientos hasta insólitas preguntas. Entre ellas estaba una que le venía constantemente, ¿no debería alegrarse?
Siempre buscó la felicidad de su mejor amigo, entonces, ¿porque estaba llorando? ¿Porque se sentía tan triste?... Por que deseaba ser ella la razón de la sonrisa de Mayden.

Esa era la razón, estaba celosa. Quería ser ella la que ocupase ese puesto y ser la que tímidamente depositaba un beso en la mejilla de Mayden.
Ahora le venía algo más a la cabeza, mientras se curaba ella misma con cuidado las raspaduras y se colocaba gasas y vendas, se preguntó cual habría sido la razón para que Laura cambiase de opinión.

Esa tarde Mayden fue a visitar a su mejor amiga, en parte para preguntarle como estaba después de la caída que le habían contado que se dio y para decirle la buena nueva.

Pero Natalia se negó rotundamente a salir de su cuarto. No quería verlo, estaba muy cabreada con él y ni siquiera sabía porque.

—dile que estoy dormida— había murmurado a través de la puerta cuando su madre volvió a insistirle en salir.

—Ya estoy aquí, Nati— escuchó la voz de Mayden —ya sé que no estás dormida, déjame pasar ¡debo contarte algo increíble!—

Natalia se puso pálida unos segundos sin saber que hacer o que decir. No quería contestarle groseramente, no quería tampoco fingir interés por algo que realmente no estaba dispuesta a oír. Pero tampoco quería que Mayden sospechase nada.

—Está bien... — suspiró derrotada girando el pomo de la puerta —pasa—

Mayden entró dando saltos de entusiasmo hasta que sus ojos vieron en qué estado estaba realmente su mejor amiga.
—Madre mía, Natalia— chilló acercándose para mirar mejor —de verdad que fue una caída dolorosa—

Natalia se removió nerviosa bajo la mirada achocolatada del niño. Se veía horrible, o eso pensaba ella. Se había colocado vendas en las raspaduras de los brazos y gasas en las de las mejillas, pero las heridas de sus piernas seguían sin ser curadas ni vendadas.
Mayden la jaló de la mano hasta hacerla sentarse en el borde de la cama. Él se quedó de rodillas junto a ella con el alcohol y las demás cosas en las manos, sin pensárselo le ayudó a curar las raspaduras que él mismo ocasionó.

Natalia no sabía que cara poner, o si debía decirle que lo vio todo y no había necesidad de que se lo contase. Pero Mayden tampoco decía nada ya que parecía estar muy ocupado.

—y... entonces?— preguntó de pronto la pequeña Natalia aún más nerviosa que antes.

Al niño se le iluminó la cara e inmediatamente sonrió y eso fue todo para la niña.
—Laura llegó esta mañana al parque en donde quedamos y se disculpó por lo de la otra vez... Me agradeció el ser "tan lindo"... ¡Y me besó!—

Natalia no supo cuando se le llenaron los ojos de lágrimas.
—... ¿E-estas bien... Nati?—

—si— mintió —es que el alcohol arde demasiado—

Se bajó de la cama y se sentó junto a Mayden para luego abrazarlo con fuerza.
—Estoy muy feliz por ti— volvió a mentir mientras él correspondía al abrazo.

Juegos de Niños (#Maytalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora