A los pies de una estatua se encontraba. Con la cabeza hacía arriba, demasiado grande, demasiado francesa, demasiado...Significativa para cierta persona.
-¡Es fabulosa!, ¿verdad?-su voz era chillona y él soltó un suspiro, recargando la barbilla en su mano derecha-¿Alexander?-se interpuso frente a ti con ojos curiosos, con esa sonrisa animada que siempre tenía en los labios.
-Si, está re-bonita-dijo en parte con sarcasmo, en parte enserio. Se hizo a un lado para ver aquella estatua: la estatua de la libertad. Cerró los ojos para grabarse algo de eso en la mente, pero al final se quedo sólo con el azul del agua, el mar iba y venía hacía donde le daba en gana, tomaba impulso por el viento o por los remolinos, pero siempre libre. Aveces en calma, aveces con rabia, se mostraba cómo quería, cuando quería, retumbaba con los rayos, azotando con olas. Tenía cara de pasiva, pero cuando entraba en cólera, dios, era todo un peligro. Las estatuas aveces caen, pero el mar era tan viejo como el mundo, presenciando todos los sucesos.
-Oh, ya llegamos-anunció el estadounidense, te levantaste desganado, siguiendo al más alto con las manos hundidas en aquél abrigo, hacía un poco de frío así que llevaste algo para cubrirte.
El estadounidense seguía hablando sin parar, tú sólo te limitabas a sonreír de forma fingida y respondiendo un: "si", "no", "no se", "tal vez", "me alegro". Palabras sencillas, sin mucho interés. Alfred toco un tema en específico, sobre cierto ingles, pero sonreíste por primera vez con sinceridad. Que bien debería sentirse ser amado con tanta profundidad, lo envidiabas en silencio, pero estaba bien, también te alegrabas por ellos.
Llegaron a una mansión donde esperaban sus superiores, se acercaron con calma a ellos, si bien Inglaterra y Estados Unidos tenían una relación, tampoco significaba que todos estuvieran enterados. Así que fingían salir.
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19 de Marzo de 1935.
Aquella invasión te había parecido enteramente parecida a la tuya. Un país que abusa de su poder para conquistar el territorio de otro. De todos los países que existían sólo uno se animo a apoyarte contra esa injusticia, recordaste a dos irlandeses de cabello pelirrojo que te sonreían. Decidiste honrar aquella acción haciendo por lo menos un poco. Te había costado convencer a tus superiores para dejarte manifestar tú descontento ante aquella situación. Un tiempo más tarde por fin lo habías logrado. Lo harías, les harías saber tú opinión.
-¡Esto es un atropello a la soberanía de Austria!-exclamaste con el ceño fruncido, mientras golpeabas la mesa con la palma de tú mano derecha-¡¿no piensan hacer nada?!. Austria ha sido invadido, ¿y no van a hacer nada?-preguntaste viendo a cada una de las naciones ahí, todos desviaban la mirada. Inglaterra se había molestado contigo por haber expropiado tú petroleo, rompiendo relaciones contigo y Estados Unidos mantenía un bloqueo comercial con él, también Rusia había retirado su embajada por haber recibido a Trotsky en tú hogar. Quizás no estabas en tú mejor momento, pero a la mierda. Cárdenas realmente te daba esa seguridad: "Cuando hablas de lo que sientes, siento que el suelo vibra, yo vibro...y me gusta" te había dicho en alguna ocasión-¿no qué muy héroes?, si para eso me gustaban-dijo con sarcasmo incomodando a más de uno-les digo, que valen madres-Inglaterra desvió la mirada, Estados Unidos chasqueo la lengua y Francia se hecho el cabello detrás del hombro-no pienso quedarme junto a unos putos cobardes doble cara. Austria ha sido invadido y ustedes se hacen pendejos-siseaste y te levantaste acomodando tú corbata con dignidad y saliste del lugar dando un portazo. Caminaste a paso firme y cuando pasaste por una puerta visualizaste a los que habían ido como comunicadores en la sociedad de naciones, quienes salían casi igual que tú.
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La guerra seguía vigente cuando cambiaste de presidente. Una nueva invasión a países que se habían declarado neutrales se había perpetrado por Alemania y su presidente remarco tal hecho comenzando a hacer caso omiso a la posición pacifista.
Fue entonces que un 12 de Mayo de 1942 un dolor horrible le pincho la cabeza, como una de esas migrañas que le daban en la revolución. Fue entonces que se entero que uno de sus barcos petroleros había sido atacados por un buque alemán, pero también le surgió la idea de que para presionarlo, Alfred había lanzado aquellos torpedos, pero fue desmentido.
Cinco ataques posteriores lo volvieron a afectar, había pedido respuestas por parte de Alemania, pero no había recibido ninguna aclaración y tampoco le había indemnizado por los daños sufridos, fue entonces que su jefe había tomado la decisión de formar parte en la guerra.
Casi el sesenta por ciento de su gente se había opuesto ante tal posición, en primer lugar, porqué entrar en la guerra, significaba entrar del lado de Estados Unidos e Inglaterra, y su gente eso ni le hacía gracia, ni los hacían sentir orgullosos.
Entonces en su mente seguía la idea de que su "vecino"había tenido que ver en los ataques de la víspera de Mayo, pero eso jamás pudo comprobarlo.
En cualquier caso a pesar de ser aliados Estados Unidos y él jamás dejaron de tener tensiones, más cuando Alfred se le vino a la mente de que Japón podía atacarlo a él y le "pidió" que le dejase instalar una base en Baja California. Cuando se lo negó, tuvo la sensación de que Estados Unidos iba a tomar ese estado a la fuerza, así que puso al tanto a sus superiores y estos tomaron cartas sobre la mesa, dando la Orden Cárdenas de disparar si algún batallón estadounidense intentaba ocupar alguna costa del lado del pacífico.
Si, en esos momentos, todavía podía recordar lo que él era, se había sentido un poco más fuerte contra sus verdugos.
El tiempo paso y bueno, Estados Unidos si salió beneficiado de su alianza y una vez termino la guerra, cerró de nuevo sus puertas con él.
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No se había enterado cómo ni cuando, le habían puesto esa venda en los ojos: "ojos que no ven, corazón que no siente" le pareció oír, pero muy al contrario, él si sentía y también oía lo que pasaba. Ahora eso le pasaba factura.
Estaba en un lugar que no lograba ver. Estaba obscuro. Cuando se dio cuenta de esa tela llevo sus manos a sus ojos, quitando la venda, siendo deslumbrado un poco por una luz blanca, así que coloco una mano en sus ojos en lo que acostumbraba su vista. Unos sollozos lo hicieron bajar la mano, visualizando que unos niños se aferraban a un pilar y lloraban, rogando por algo que no lograba entender bien. Cuando se acerco sus vocesitas rotas, susurraron: "¿es que no ves lo que nos están haciendo?", sus ojos enrojecidos por el llanto miraban hacía arriba, sorbiendo la nariz. Su corazón se oprimió. Siguió la mirada de los niños, visualizando el cuerpo de una mujer que a duras penas sostenía una balanza y su espada se veía algo fracturada, se veía sucia, lleno de moho, pero la su puesta venda que yacía en sus ojos, esa si iba irónicamente en blanco.
-Ellos hacen de mí lo que quieren y yo no puedo ver-ahora esta mujer estaba frente a él, se veía sumamente frágil-yo no puedo ver, pero te puedo oír, ¿dime que pasa?-pregunto con voz rota.
-No lo sé-respondiste.
-Yo no puedo ver, por favor dime que pasa-insistió con los labios apretados-si me dices, probablemente pueda hacer algo.
-Ya te dije que no sé-volviste a responder-¿por qué no te quitas la venda con esa espada?-preguntaste con cierta ironía.
-Es que le falta filo-susurro. Tú guardaste silencio, ciertamente la espada se veía fracturada y sin brillo.
-yo no lo sé-respondiste siendo despectivo.
-¡claro que lo sabes imbécil!-abriste los ojos, una mujer de melena lisa como si fuese una cascada negra, de ojos avellanas y piel morena te grito. Tú diste un paso hacía atrás, un poco intimidado-¡no recuerdo haberte educado para que fueses un mentiroso!-ella tenía las pupilas desorbitadas.
-Yo no puedo ver...Por favor, dime que pasa-insistió de nuevo.
-¡que no lo...!-se quedo callado cuando vio unos ojos rojos frente a él. Era más alto, de piel más morena y cabello negro.
-Si, si lo sabes y yo jamás te eduque para ser un cobarde-arguyo aquel hombre. Vencido por aquellas palabras se abrazo a su cuerpo-¿por qué nos haz olvidado?, ¿por qué olvidaste quién eres?.
-¿Quién soy yo de todas formas?-gimió frustrado.
-Si lo sabes, pero hay muros en tú mente, deja que esa agua fluya, déjalo salir-susurro, tocando tú hombro. A sus espaldas estaba aquella mujer quién le miraba con dolor.
-Deja de vivir en la soledad, tú sólo no puedes, pero juntos, juntos podrán hacer todo-pidió la mujer, mientras tomaba su mano y la dirigía hacía la mujer de vestido sucio-Deben estar juntos siempre.
Miraste a la mujer con la venda en sus ojos y te abrazaste a ella, ella hizo lo mismo.
-Yo jamás te voy a dejar, pero no puedo ver, dime que pasa-gimió con dolor.
-Pasa de todo...Dios, no se quien soy, no se que significan ellos para mí-revelo con cierta vergüenza, nunca en su vida había llorado tanto, pero ahí estaba, llorando en brazos de esa mujer-¡ni si quiera se porqué estoy vivo!-grito a todo pulmón.
-Estoy contigo...Estoy contigo-sólo respondía ella.
La luz que lo llevaba cegando, se fracturo como si fuese una ilusión y cuando los fragmentos cayeron al suelo, se dio cuenta que el cielo era gris con nubes negras.
La justicia había sido ciega, el había callado los abusos y ahora, ahora...Ahora.
"La justicia la hicieron ciega por tres razones: uno, para que jamás diferenciara a los enjuiciados y fueran tratados del mismo modo. Dos, para que no viese con tanta facilidad los abusos y tres...Para que cuando actuara lo hiciera desde la razón y el corazón, sin juzgar a nadie sin antes haberlos escuchado.
Los oídos de la justicia eran tan agudos, que una vez supiese que era lo que pasaba, nadie saldría impune, nadie saldría librado de sus acciones...Nadie, volvería a engañarla"
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Sin tregua.
FanfictionPorqué se canso de ser el tipo que baja la mirada, se canso de ser el que recibe las migajas, que cambia lo que molesta a sus superiores y que siempre muestra una sonrisa cuando sabe perfectamente que algo no esta bien. Alejandro está cansado, just...