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Aún no tenía idea de qué iba a hablar en la exposición de francés, así que buscaba temas al azar, en Internet, para ver qué  llamaba mi atención.
Leí, lei y leí... Luego descubrí que lo que hacía en ese momento, leer, era la respuesta. Decidí, entonces, hablar sobre los beneficios de la lectura.

Encontré mucha información, la cual resumí y clasifiqué en dos pequeños párrafos.

El tiempo de exposición sería de 5 minutos, y debería completar exactamente ese lapso; pronto, agregaría más información a la que ya tenía. Eso era un asunto del que pensaba mientras estaba sentada en un aula vacía, donde esperaba a que comenzara la segunda clase que compartía con Ismael, la clase de Lingüística General.

El maestro de esa materia era el perfecto antónimo de atractivo. Calvo, más bajo que muchos de los estudiantes y pasado de su peso ideal, poseía algo que no se encuentra a diario: un exquisito hablar, el cual desvalorizaba lo negativo de su físico; podría escucharlo hablar por horas. La forma de expresarse, las palabras que usaba, el tono de su voz... Todo eso enfatizaba la educación que tenía.

Uno a uno, los estudiantes fueron llegando hasta que se llenó el aula.
El ruido de fondo, las personas pasando por el pasillo, las risas y el sonido proveniente de los cursos cercanos... Esas son de las muchas cosas que notas cuando estás en silencio; así pasaba la mayor parte de mi tiempo en clases.

Yo hablaba cuando había que hacerlo, y callaba cuando quería hacerlo.

Entró el maestro antes descrito, colocó su maletín en un asiento junto a su escritorio y procedió a leer la habitual lectura al principio de cada clase. Admiraba su tono y cómo degustaba cada palabra... Hasta su risa era admirable!

No tenía que hacer mucho para hacerse respetar, bastaba con ver su traje de abogado y los exigentes ojos tras sus lentes. 

ENAMORADA EN SILENCIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora