Esa es la lección

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El cansancio se sumaba en sus pies. Esa enorme barriga de siete meses no era de mucha ayuda, pero estar recostada era algo que no iba con ella, le aburría.

Se recargó en la estufa y sobó su vientre con ternura. Estaba tan ilusionada de que su pequeña Margaret Rose llegara al mundo, ansiosa de tener a la primer bebé de su familia. Eso sí, con la llegada de la pequeña, su tiempo se reducía todavía más. Probablemente, tardaría mucho en regresar a aquel traje que antes era su vida entera, al cual pensó que jamás renunciaría. Y solo renunció por su primer hijo, al cual le ha entregado los últimos ocho años.

Su mayor adoración, su cabeza de manzana favorita, sus bonitos cielos en los ojos, sus manchas alrededor de sus mejillas. Era suyo, totalmente suyo. Ella lo hizo.

Se sentó en una de las sillas de su mesa, mientras su hijo corría hacia ella con una hoja en la mano, entregándosela.

—Mami, estuve haciendo cuentas y...

Limpiar el cuarto... 1 dolar.

Lavar los platos... 2 dólares.

Sacar la basura... 2 dólares.

Ir de compras... 2 dólares.

Corte de césped... 3 dólares.

Próximamente, cuidar a mi hermanita... 5 dólares.

Probablemente, otra madre hubiese reaccionado con sorpresa, dándole una importante charla reflexiva. Pero Natasha estaba cegada de amor por su niño, que le fue imposible negar. Era su luz.

— ¿Sabes que te amo con todo mi corazón? —le dijo, tomándolo de las mejillas y plantándole un beso. Él niño le dio un beso y se fue a jugar.

Natasha continuó preparando la cena, después de todos estos años como ama de casa, sí, aprendió a cocinar. Steve, a diferencia de ella, continúa trabajando en la iniciativa. Y ahora entiende la preocupación que siente Laura y Pepper cuando Clint o Tony tenían una misión.

Si ella decidió dedicarse a su hijo, fue por decisión propia. Steve sabía lo mucho que disfrutaba de su profesión, que dedicar su tiempo a enmendar sus números rojos la ayudaba un poco con su consciencia. Él propuso cuidarlo después de la lactancia, pero Natasha se negó. Ella quería disfrutar de su bebé, de su hijo. Y sabía que era un trabajo de tiempo completo.

El hombre de la casa llegó, obviamente cansado. En esta ocasión llegó relativamente rápido, pues Steve tardaba incluso semanas. No perdió el tiempo en rápidamente dirigirse a la cocina, donde provenía un delicioso aroma a comida casera.

Se acercó a Natasha y le plantó un beso en los labios, haciéndola sonreír. Seguido de esto, se agachó un poco y le besó el vientre, saludando a su niña. Cada que sentía las caricias de su padre, la bebé comenzaba a moverse inquietamente.

— ¿Cómo está mi bebita? —Steve colocó su oído, mientras Natasha solo reía y acariciaba el rubio cabello del capitán —. Mi querida Peggy ya casi está lista.

— ¿De qué Peggy hablas, Rogers? —preguntó la pelirroja, levantando una ceja, fingiendo celos.

—De la que tú y yo hicimos, Romanoff —Natasha abrió los ojos, volteando a la sala para cerciorarse de que James no haya escuchado nada —. Por cierto, Stark nos invitó a una fiesta y ofreció a Happy de niñera...

—Supongo que no iremos, ¿verdad?

— ¿No quieres ir? Siempre saltabas con las fiestas de Tony —mencionó, con confusión.

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⏰ Última actualización: Sep 28, 2018 ⏰

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James Rogers Romanoff.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora