Harry Potter.

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"Los relatos heroicos cuentan siempre la misma tragedia maravillosa: el enemigo se hallaba presente, en todas partes, invisible. De pronto un joven se alzó y lo venció, cosa que le costó la vida... Decididamente, los héroes son los primeros interesados en morir si quieren que se les siga queriendo."

EL MURMULLO DE LOS FANTASMAS- Boris Cyrulnik

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No todo era felicidad para el elegido. Su apoyo a Kingsley Shacklebolt como Ministro del Mundo Mágico en la reunión concertada esa tarde, le había ganado la declarada enemistad de quienes le prometieran su lealtad incondicional solo minutos antes. No explicaron entonces que aquella lealtad estaba supeditada a usar su fama para ganar las próximas elecciones, ni que debía dejarse manipular tranquilamente por ellos.

Harry Potter podía tener solo veinte años, pero ya había experimentado lo suficiente como para saber distinguir las palabras sinceras de las lisonjas, y sabía también que las pocas promesas de Shacklebolt tenían la ventaja de ir en pos de lo único que Harry Potter anhelaba más que nada en la vida: un mundo sin la sombra de la guerra que lo había marcado desde su infancia.

Para Kingsley el único modo de lograrlo era a través de la unión de magos y brujas, y eso incluía a los partidarios de Lord Voldemort, idea inaceptable para quienes veían en la exaltación del odio a los vencidos un excelente modo de afianzar su poder.

De nada sirvió que Harry expusiera sus razones, que explicara de cómo muchos de los mortífagos y sus familias no actuaron por convicción, sino por miedo y de cómo ellos debían su victoria a quienes, como Malfoy, querían que todo acabara. No se trataba de perdonarlo todo, pero si de darles la oportunidad de reivindicarse, en lugar de lanzarlos a Azkaban a soñar con venganzas futuras, o tratarlos como escoria social y generar con ello un caldo de cultivo para nuevos odios.

—¿Sabes que con esto perderás tu popularidad, verdad? —preguntó el nuevo Ministro a Harry una vez que quedaron a solas.

—Tengo suficiente experiencia en términos de popularidad para saber que es algo que va y viene muy rápido.

El hombre lo observó por un largo momento con cierta solemnidad. Por un instante, Harry no pudo evitar evocar en la profundidad de sus ojos al viejo director de Hogwarts.

—Dumbledore tenía razón... —Harry alzó una ceja sin comprender— En verdad eres más maduro de lo que pareces.

La hora siguiente la pasaron hablando sobre su interés de ingresar a la Academia de Aurores, y de cómo McGonagall evaluaba dar a muchos de ellos la posibilidad de exámenes libres para completar sus estudios.

—Una última cosa, Harry. —le detuvo el hombre dubitativo, cuando él estaba por irse.— Sé que ya has hecho suficiente por nosotros, pero hay un último favor que debo pedirte...

Y le explicó cómo Rodolphus Lestrange estaba dispuesto a colaborar con ellos para atrapar a los mortífagos que intentaban reorganizarse, con Lord Voldemort o sin él. A cambio, exigía hablar con El Elegido a solas para entregar una información que supuestamente afectaba a su círculo de amigos más íntimos y exponía a un farsante. De algún modo, Harry supo desde el inicio el tipo de testimonio que Lestrange quería negociar y aceptó la entrevista.

Tres horas después, cuando Harry Potter dejara la sala de interrogatorios donde tan privadamente habían hablado Lestrange y él, el mortífago quedaría incapaz de recordar nada de esa conversación, ni de muchas cosas más.

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Ronald Weasley se removía incómodo sobre el lujoso sofá de la Mansión Greengrass mientras la Señora de la casa lo instaba a beber algo del té que el elfo había puesto frente a ellos, al tiempo que le relataba los pormenores de la llegada de ella y su familia a Londres esa mañana y de cómo había logrado reunirse con su hija mayor tras tanto tiempo, encontrándola convertida en rostro de periódicos y revistas por su participación en la Guerra.

Oblivion » DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora