Arabella

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Arabella, ese era el nombre de la mujer que tomó como prisionero mi corazón. La conocí en un amanecer que para ella aún era considerado como noche, con el vestido escarlata arrastrando y una tira de diamantes bien atada al cuello. No hubo amor aquella noche, ni siquiera una sola pizca de pasión viva en ella, tan solo el misterio y suspenso que recorría la larga línea descubierta de su espalda, la cual nos luna iluminaba en sus últimos minutos de vida. Caminaba como si de flotar de tratase, derrochaba sutileza y elegancia, comenzó entonces a danzar en lo más profundo de mi alma y se entenderlo con mis entrañas. La mata negra y sedosa de su cabello se removía con los chasquidos del viento, el cual si era capaz de acariciar las partes descubiertas de su cuerpo celestial. Su forma de jugar con mi paranoia era algo supremo y su forma de sonreír de manera un tanto oscura me embotaba en suspiros a medias y sudor frío en la nuca. Arabella era el nombre de la mujer con la que soñé 138 noches, en 100 de ellas la mujer de esfumaba en forma de humo cuando estaba a punto de alcanzarla. En 30 noches ella se mezclaba con la cara de los invitados comunes del baile, en 7 noches lamluz del amanecer la consumos y en una sola noche, la única y más ansiada noche, ella me besaba con frenesí para entremezclarnos con la luz de la luna en sus últimos instantes para después desaparecer de la realidad y la fantasía. Si, efectivamente, quedé atrapado con Arabella en el limbo.

Memorias de la nocheWhere stories live. Discover now