IV. Trato de cortesía

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 18+ ADVERTENCIA 

Baro no pudo resistir más, pues los jugosos labios de ella estaban siendo humedecidos por su lengua por tercera vez, quizá tenía sed, pero a él no le importó, solo quería poseerla.  ¿Qué más daba? Estaban solos, nadie lo sabría, además el general le pidió que la tratara cortésmente, ¿Qué había más cortés que mostrar simpatía por ella?, el general nunca específico que tipo de simpatía –pensó para sí. Tomó una decisión, se acercó silenciosamente pensando que ella tenía que ver el rostro que la llenaría de satisfacción, así que le quito la venda.

Al sentir sus manos en su cabeza ella se asustó, pues creía que estaba sola, de pronto todo se aclaro, la luz volvió a sus ojos, aunque no había mucha, solo había un pequeño foco en el centro de la habitación, veía a todas partes tratando de reconocer el lugar o algo que le ayudara a descubrir donde estaba, más nada reconoció. Su corazón se agitó al darse cuenta que el tipo desaliñado y robusto, quien se había quedado a cargo de ella, estaba a un lado, la miraba con deseo, la desnudaba con la mirada y traspasaba los poros de su piel; asustada se encogió y trato de cubrirse con los brazos, pero la cuerda que se encontraba alrededor de estos se lo impedía.

Baro se acercó y rozó sus piernas desnudas, ella trataba de alejarse pero nada lograba, la apreso debajo de sus brazos y comenzó a besarle todo el cuerpo; tapo su boca con una de sus sudorosas manos, ahogando el grito que ella pensaba dar, sus intentos de que la escucharán fracasaron rotundamente. El tipo le rasgo la blusa y desato el sostén, su mano libre se deslizaba por todo el cuerpo de la muchacha, sedienta de caricias, pero él no estaba satisfecho quería oír sus gemidos, su respiración y sus ganas de más, quería probar esos húmedos labios que lo habían seducido minutos antes, así que quitó la mano de su boca, se escucho un grito silencioso, su voz no salió y el la beso, pasó su lengua por los labios de ella, para después abrirse paso y meterla hasta el fondo de su garganta, casi la ahogaba pero ella logró darle un golpe con una de sus piernas y el la soltó, en ese momento ella le escupió a la cara, el se burló y le dio un puñetazo en la cara.

 –Nunca olvidarás este momento –dijo Baro.

Ella soltó un grito y él le tapo la boca de nueva cuenta. Sintió la urgencia de acabar con esto rápido; desató el cinturón de su pantalón, bajo el cierre, y deslizo ansiosamente su pantalón junto con sus calzoncillos, apenas los deslizo, su miembro emergió, pues estaba lo suficientemente excitado como para penetrarla, Baro trató de deslizar las bragas de las níveas piernas de la muchacha, pero ella seguía luchando, le mordió la mano y grito de nuevo, esta vez con potencia.

Una figura elegante se acercaba a paso veloz y pateó a Baro en la cara tan fuerte, que libero a la muchacha de sus brazos, ella se arrincono viendo aquella desagradable escena. El hombre que había llegado, pateaba a Baro una y otra y otra vez, hasta que lo dejó inconsciente y con la cara completamente destrozada y llena de sangre.

–Maldito bastardo –vocifero el General Hiddleston.

Volteó hacia la muchacha, quién a pesar de tener terror en sus ojos, se mostraba furiosa e indignada. Arrastró a Baro fuera de la habitación y regresó con una toalla húmeda en las manos, se aproximo a la cara de la muchacha para limpiarle la herida que el puñetazo de Baro había dejado en su lindo rostro, pero ella lo rechazaba, no se dejaba ayudar, él se alejó y le aventó la toalla a las piernas, por su parte, ella le lanzó una mirada de despreció diciendo:

–No  necesito la lástima de nadie y mucho menos de usted –dijo con ojos llenos de furia.

–De  acuerdo –contestó el general, pues no supo que más decir ante esas palabras que lo desconcertaron, entonces salió de la habitación, golpeando fuertemente la puerta detrás de él.

¿Quién era esa chica de aspecto desafiante? –Pensó mientras verificaba que Baro siguiera inconsciente– Nunca antes alguien lo había tratado con el desdén que ella, nadie. 

Estaba paralizado por unos encantos que nunca antes había visto, y su cara de furia, no había visto algo igual.

Rato después el general Hiddleston volvió con comida y ella ni siquiera lo miró.

–Traje agua y comida –dijo animado hasta que observó el rostro de la muchacha con aire desafiante –Tienes que comer algo o no me servirás de nada –continuó.

Ella rió diciendo –Nunca lo hubiera pensado, que alguien como yo le sirviera a alguien como usted, y si para arruinarle sus planes, tengo que pagar el precio de mi propia vida, bienvenida sea la muerte.

–Está  loca. Debe ser la falta de alimento, así que coma –insistió.

–No, me encanta complicarle las cosas a personas como usted.

– ¿Cómo  yo? ¿A qué se refiere con personas como yo? –preguntó el general.

–Las personas con falta de decoro y moral, las personas que usan a otras para satisfacer sus múltiples necesidades, para tener algo tan común como el dinero o tan bizarro como el poder.

–Juzga fuertemente un tema que no conoce.

 – ¿Un tema que no conozco? ¡Ja! –Dijo con desdén –siempre es lo mismo, el hombre siempre quiere y siempre querrá lo mismo. Eché un vistazo a la historia y juzgué usted mismo, si es que estoy equivocada.

Él general quedó sorprendido, esa muchacha apenas hace unos minutos se encontraba en una terrible situación, estaban abusando de ella, y ahora se encontraba tan apacible y sumamente controlada, a pesar de tener la blusa roída y estar prácticamente semidesnuda, cualquier otra mujer estaría desorientada y sollozando por lo sucedido, que aunque no pasó a mayores fue totalmente desagradable.

–Está pensando demasiado y no debería –dijo ella –le sugiero que salga de aquí y dejé de hablar con la rehén, quien se callara a partir de ahora –sonrió irónicamente.

–Usted es… –calló y observo las finas facciones de ella fijas en él, con ganas de decir algo, pero no lo hizo. Su mirada era neutra y su sonrisa complaciente, simplemente ella no parecía ser la rehén –Usted es muy necia –pudo pronunciar al fin.

Ni una sola palabra salió de la boca de la muchacha, tal como dijo que lo haría. El se exaspero y decidió salir de ahí inmediatamente.

Estokolm Syndrome ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora