VII. Libertad

41 1 1
                                    

De nuevo desperté en la lujosa habitación, con el mismo dolor en el brazo. Iba directo a arrancarme las agujas otra vez pero tenía las manos amarradas. No de nuevo. Me queje sonoramente mientras fallaba mi cuarto intento por  desatarme.

–No podrás desatarte, el nudo lo hice yo personalmente –esa maldita voz.

– ¿Qué es lo que quieres?

–Ya te lo había dicho, al igual que mi nombre. ¿Eso no te ayuda a imaginarlo?

–La verdad es que no ó ¿acaso eres un actor porno? solo así reconocería tu nombre –me burlé. 

–Eres una maleducada.

– ¿No te sabes otra línea? Siempre dices lo mismo – ¡Ajá! Frunció el ceño, punto para mí. –Además no me has dicho nada en concreto, dime ¿qué esperas obtener de mí?

– ¿En verdad no sabes quién soy? –inquirió con sorpresa.

–No tuve la desgracia de haber escuchado tu nombre antes –escupí.

–De verdad eres su hija, toda una Wellington –hizo una extraña mueca que por un momento me aterró.

–No sé de qué estás hablando. Nunca había escuchado ese nombre. Tal vez después de todo, te equivocaste de chica. –fingí lo mejor que pude.

–Lo siento, pero no puedes engañarme Kailyn – ¡Maldición! Sabía mi nombre verdadero. –Se todo sobre ti. Si acaso hubiera tenido dudas en algún momento, tu actitud de hace dos días las habría borrado completamente – ¿Mi actitud de hace dos días? Ah cierto mi episodio psicótico. ¿Dos días? El maldito me mantuvo dormida por dos días.

–Así que sabes todo sobre mí ¿uh? –pregunté tranquilamente. Él asintió. –No creo.

–Pruébame –me retó. 

– ¿Y si no sabes qué me darás a cambio? –Jaja esto será pan comido.

–Lo que quieras –respondió muy seguro de sí.

–Quiero salir de aquí –dije con audacia.

–De acuerdo –Espera ¿qué? ¿Así de fácil podría obtener mi libertad? Mi sorpresa era bastante evidente y él pareció muy divertido.

– ¿Es en serio? ¿Cumplirás tu promesa?

–Yo siempre cumplo mis promesas –dijo tajante.

–Bien, adelante –exclamé –Dime todo lo que sepas de mí.

Ese tal Thomas Hiddleston se la pasó diciendo datos como mi edad, fecha y lugar de nacimiento, donde estudiaba, quiénes eran mis amigos, el horario de la escuela… Datos que cualquiera podría conseguir en Facebook, bueno no cualquiera, al parece mi padre no. Me quedé pensando un instante, ¿realmente mi padre me había estado buscando? Después de todo no parecía tan difícil encontrarme. Finalmente terminó de decir su larga letanía de cosas que según él sabía de mí.

–Eso no es saber todo –bufé.

– ¿Disculpa? ¿Qué me falto?

– ¿Cuál es mi color favorito? –me burlé

– ¿Qué? –había logrado ese ceño fruncido otra vez. ¡Victoria!

–Tu dijiste saber todo acerca de mi ¿no? Pues adelante, dime cuál es mi color favorito.

Se quedó callado por un momento tratando de descifrar mi color favorito, supongo, era divertido verlo sufrir de esa manera.

– ¿El morado? –dijo dudando

–No, lo siento, mi color favorito es el verde, me encanta el color de la naturaleza –le dije encogiendo los hombros y aguantando una risita que no logré ocultar. –Bueno, gané. Ahora déjame volver a mi casa, dame mi libertad.

– ¿Tu libertad? Perdona querida, pero no quedamos en eso.

Mi rostro palideció, el prometió que me dejaría ir. Enojada le recordé que él me había dado su palabra y por lo tanto tenía que liberarme inmediatamente.

–Disculpa pequeña pero nunca dijimos nada de tu libertad, si mal no recuerdo tus palabras fueron “salir de aquí” y lo harás, te mostraré el resto de la casa y si te portas bien incluso podría mostrarte el jardín.

–Tú sabías a lo que me refería –exclamé muy molesta y fuera de mí, tratando de desatar mis manos por millonésima vez. Finalmente logré sacar una mano del amarre y le pegué una tremenda cachetada –eres un tramposo –traté de alcanzarlo nuevamente pero ya se había alejado, comenzó a reír de repente ¿y yo soy la loca?

–Creo que necesitas descansar, nos veremos pronto –dijo mientras salía muy divertido de la habitación.

Muy bien, me había dejado sola con una mano desatada, tenía oportunidad de escapar. Ahora solo debía alcanzar algún instrumento de la mesita de noche pero algo andaba mal, mi cuerpo comenzaba a sentirse caliente, ¿qué me está pasando? Una mancha gris estaba al otro lado y me veía con lástima. Era el doctor Kingsley, al parecer había estado en la habitación todo el tiempo y yo ni siquiera me cerciore de ello, lo que sí era seguro, es que me había puesto de nuevo un sedante. Lo peor de todo es que aún no tenía ni puta idea de quién diablos era ese tal Thomas Hiddleston ni qué era lo que quería de mí, mis ojos comenzaron a cerrarse y me perdí…

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 23, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Estokolm Syndrome ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora