{Epílogo}

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10 años después

Me paré frente al espejo situado en la parte trasera de la oficina, donde usualmente los empleados comíamos el almuerzo. Observé fijamente mi reflejo, concentrándome en mi rostro.

—Debo hablar con mi madre — Determiné, sin quitar la atención de mi imagen.

—¿Te refieres a...? — Vaciló Brian, quien se encontraba sentado a la mesa, a unos pocos pasos por detrás de mí, a punto de dar un bocado a su sándwich —¿... a contarle lo que eres? — Culminó.

Solté un profundo suspiro y me giré para enfrentar a mi amigo.

—Sí. Está comenzando a desconcertarse por mi apariencia. No puede creer que siga luciendo como una adolescente, siendo que estoy tan cerca de mis treinta años. Intento disimularlo con maquillaje, pero cada vez es más difícil.

Brian depositó el sándwich sobre la envoltura y aflojó el nudo de su corbata. El uniforme que todos los Contadores del Banco estábamos obligados a usar era bastante incómodo: trajes para los hombres y camisas con apretados pantalones para las mujeres. Sin embargo, no solía quejarme sobre ello, pues el salario era lo suficientemente bueno como para soportarlo.

—Tu mamá enloquecería, literalmente — Conjeturó mi amigo.

Supe que tenía razón. Él mismo había enloquecido al momento en que se lo conté por primera vez, muchos años atrás, cuando aún yo misma estaba aprendiendo a lidiar con mi nueva vida.

Luego de que mi costado sobrenatural despertara, convirtiéndome, finalmente, en una Venandi, y luego de que fui capaz de atenuar mis instintos de caza contra los vampiros, tuve que ejecutar un arduo trabajo para acostumbrarme a mi nueva naturaleza. No era capaz de controlar mis poderes, por lo cual tuvimos que recluirnos durante un tiempo hasta que logré dominarlos.

Aunque, para ser honesta, mis prematuros dotes no fueron el único motivo por el que huimos a Inglaterra ese período. El caos se desató en cuanto asesiné a la primera nacida de mi raza, Alessandra Setter. La mayoría de sus descendientes (que resultan ser mis propios ascendentes) intentaron dar conmigo, algunos en un clamor de venganza, otros reconociendo mi poder y exigiendo que tomara el lugar de Alessandra. Los había dejado desamparados, pues ella era la parte sustancial de nuestra especie. Durante toda su existencia, habían sido entrenados para la guerra, y en el momento en que le puse un fin a la misma cortando la cabeza de su principal exponente, ellos reclamaban una retribución, sea ésta con mi sangre, o con mi dirección para retomar la lucha.

Sin embargo, ninguno se atrevía a acercarse a mí en ese momento. No solo porque sabían que yo era más fuerte que ellos (más fuerte que cualquier otra criatura en la tierra), sino porque el mismo Justin Bieberian se encargó de que los vampiros no tomaran ventaja por la caída de Setter, creando restricciones a los enfrentamientos. Junto a los Ancest, impusieron sobre la raza vampírica que ninguno de ellos continuaría la guerra contra los Venandi.

Mas sabíamos que ese límite era precario. La tensión entre las razas no hacía más que aumentar, amenazando con salirse de nuestras manos. Sus rencores hacia nosotros (las potencias de sus especies) iban a desembocar, tarde o temprano, en una anarquía.

Ignorábamos adrede esas cuestiones, por supuesto. Justin y yo nos dedicábamos a vivir el presente, juntos. Cada hora de cada día que podíamos disfrutar en calma, uno al lado del otro, era todo a lo que nos aferrábamos.

Fuimos juntos a la Universidad una vez que logré reacomodar mi vida, lo que fue sorprendente para mí, pues sabía que Justin detestaba estar rodeado de gente, en especial de humanos. Además, no era un fanático del sistema educativo, lo consideraba inservible, pues encontraba mayor amplitud de conocimiento estudiando por su cuenta. De todas formas, en cuanto yo me decidí por asistir, él fue directo detrás de mí. No le gustaba dejarme sola por mucho tiempo. Claro, tener un grupo numeroso de Venandis y vampiros dispuestos a arrancar mi cabeza era preocupante, pero sospechaba que el verdadero motivo por el cual él se inquietaba cuando estábamos separados eran sus maniáticos celos.

Brian y David, mi hermano menor, eran las únicas dos personas del sexo masculino con las que podía entablar una conversación sin oír el gruñido de mi novio. Queda evidenciado que nuestra relación no era perfecta. Su actitud causaba algunas peleas entre nosotros. Feroces peleas. Teníamos que trabajar mucho en nuestra pareja para perfeccionarla, pero lo hacíamos con gusto, porque había una cosa de la que yo estaba segura: estaba enamorada de ese vampiro.

Amaba a Justin Bieberian, por sobre todas las cosas, por sobre mi propia naturaleza.

—Yo te amo mucho más — Me aseguró él, besando la punta de mi nariz.

Sonreí ante su gesto y me giré nuevamente hacia la encimera, para continuar cocinando la cena. Mi novio se quedó de pie, detrás de mí, y enredó sus brazos en mi cintura, apoyando su mentón sobre mi hombro para observar cómo cortaba unas patatas.

—¿Cómo estuvo tu día? — Me preguntó con voz suave.

—Bien. Estamos a fin de mes, casi no nos queda nada por liquidar en el Banco — Respondí —Antes de ir al trabajo esta mañana, pasé por la casa de mi madre, quería preguntarle a David si necesitaba algo para el baile... ¡No puedo creer que mi hermanito esté a punto de graduarse de secundaria! ¡Incluso está más alto que yo! — Expresé.

—Todo el mundo es más alto que tú — Se burló Justin.

—Cállate — Sonreí, separándome de él para colocar las patatas en el agua hirviendo. Cuando el pensamiento que me abrumaba más temprano ese día llegó a mi mente, suspiré con fuerza antes de comentarlo en voz alta: —Justin... — Llamé la atención del chico, quien estaba probando una cucharada de la salsa recién hecha —Creo que ya debo decírselo a mi madre — Anuncié.

Los ojos de Justin se dirigieron a los míos mientras tragaba el caliente líquido y dejaba la cuchara a un lado de la hornalla.

—Creo que tienes razón — Estuvo de acuerdo, mas agregó: —Pero eso traerá indeseadas consecuencias. Que sepa sobre ti, implica que se entere sobre tu padre. Toda la mentira que ha estado viviendo se desvanecerá y querrá buscarlo. Sabes que él es uno de los que nos aborrece y acercarlo a nosotros ahora es una idea imprudente.

—¿Qué debo hacer entonces? — Consulté, agobiada.

—Solo esperar. Lo arreglaremos más adelante — Prometió, estirando su brazo para acariciar mi mejilla.

—Está bien — Asentí, relajándome ante su toque. —Solo espero que sea antes de que cumpla cinco siglos, esté en mi lecho de muerte, y siga luciendo como una niña de 18 años — Bromeé.

Los dedos de Justin detuvieron el vaivén que trazaban sobre mi piel. Sentí la tensión emanando de su cuerpo por la dureza de sus músculos. Sus ojos esquivaron los míos, concentrándose en el suelo.

Me arrepentí de mis palabras. No medí el alcance de mi comentario. Sabía que aquel era un tema delicado para ambos, no obstante, para él en mayor medida. A pesar de mis múltiples cualidades sobrenaturales, yo no gozaba de la inmortalidad como mi novio lo hacía. Mi existencia no era eterna y él era plenamente consciente de ello, lo que lo impulsaba, en ocasiones, a ser bastante sobreprotector conmigo.

Unos inviernos atrás había padecido un fuerte resfriado. Levanté algunos grados de fiebre y Justin entró en un estado de verdadera desesperación que me dejó atónita. Se puso a llorar al lado de la cama donde yo reposaba.

Jamás lo había visto llorar antes.

Tuve que recordarle que no era la época antigua y que la gente ya no se moría a causa de una gripe. Sin embargo, cualquier factor letal que afecta a los humanos también sería capaz de afectarme a mí. E incluso si eso no sucediera, si lograra mantener una vida sana y durar todos los siglos que estaba destinada a durar, tarde o temprano llegaría el final de mi subsistencia, pues esa era la realidad: yo era mortal.

Al parecer, aún teníamos por delante muchos desafíos que sortear. Incluida la propia muerte...

-TatiaBriggs-

Mi vecino es un vampiro -  «Nueva Edición»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora