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-- Hola, bonita-- saludaba Samuel desde la pantalla del celular.

La sonrisa de ese chico siempre hacia tambalear las bombachas. Lo había visto ganar juicios sólo con su encanto.

Llevaban una semana posponiendo la llamada porque nunca podían hacer coincidir sus horarios. Pero lo habían logrado.

-- Hola, cariño-- no podía ocultar su alegría, se sentía casi burbujeante. Con mariposas en la panza y todo.

Hablaron horas, sobre sus trabajos, estudios, qué comían, si habían dejado de hacer ejercicios por la mañana, qué restoranes habían conocido.

Pero de momentos se quedaban callados, sólo mirando la pantalla, sonríendose apenas.

Comunicándose sin palabras.

"Te extraño"

No necesitaban decirlo fuerte, ambos lo sabían.

A más de 2000 kilómetros de distancia, el vacío lo compartían, era uno sólo en diferentes corazones.

Sin pensarlo, levantaron la mano y la apoyaron donde estaría la del otro.

Así, parecían estar tocándose, recordando como se sentían, tan vividamente como si no hubiera una pantalla de por medio.

Al final, las lágrimas comenzaron a caer, Samuel cerró los ojos y deseó con todo su corazón estar con ella, abrazandola, cuidandola.

Helena quiso ser fuerte, por él, secó sus lágrimas y le mostró la lengua.

Rieron tristemente.

-- No quiero que estemos tristes.-- A veces Helena hacía de valiente, aunque por dentro estuviera quebrada en pedazos.

Samuel la conocía demasiado bien, y la amaba incluso más por eso. Ella era su fuerza, su motor.

Al principio de la relación, creyó que quien llevaba las riendas era él. Pero luego de un par de meses se dio cuenta de que siempre había sido al revés. Helena le tenía totalmente hechizado, hubiera entregado su vida por una sola mirada, con esos preciosos ojos, rodeados de las más encantadoras pestañas que podrías ver en tu vida.

Estaba perdidamente enamorado de su Helena, su bella Helena.

Alejarse de ella había sido una de las cosas más difíciles que tuvo que hacer.

Nunca habia sido muy unido a su madre, pero despues de su muerte, Antonio, su padre, había quedado devastado. Y no podía dejarlo sólo.

Habían atravesado un largo cáncer que en los últimos meses había empeorado aceleradamente.

Antonio había estado junto a Susana en cada segundo del tratamiento, desde que recibieron la noticia hasta el último día.

Helena admiraba a esos varones, padre e hijo eran personas ejemplares, altruistas y entregados a sus seres queridos.

Después pensó en Franco, tan diferente de ellos. Siempre fue el mimado de Susana. Su protegido. Siempre tapando sus travesuras mientras fue pequeño, y ya de adulto, apañando sus vicios, y ocultando los malos pasos de su hijo, a su esposo.

Franco la devolvió a la realidad, debería comentarle a Samuel el episodio que tuvo que vivir.

Pero no se sentía correcto, romper esa burbuja casi tierna en la que estaban inmersos era innecesario. Estaba segura de poder manejarlo si se repetía. Y si de salía de control, siempre podía llamar a Samuel. No debería preocuparlo por algo que sucedió una sola vez.

Continuaron hablando, riendo, ya mucho más sueltos. Sin la tensión que podían haber sentido al principio, esa timidez de ver al ser amado. Las ganas de estar juntos que querían ocultarse.

Helena se quedó mirando fotos de Samuel, mucho tiempo después de haber finalizado la videollamada. Imágenes en las que estaba con amigos, en la Universidad, bebiendo, en la playa, con su familia.

Pero hubo una foto que se quedó observando un poco de mas, un momento mas que las demás.

Franco y Samuel, en la primera cena de Navidad que Helena compartía con ellos. Estaban abrazados, riendo.

Pero Franco no miraba a la cámara.

La miraba a ella.

Despues de tantos años, comenzaba a darse cuenta.

El siempre la miraba a ella.

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⏰ Última actualización: Jun 03, 2018 ⏰

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