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Al otro día, Helena despertó con una sensación rara.

Se quedó en la cama un buen rato, mirando por la ventana. Sin saber muy bien qué había pasado la noche anterior.

Iba a tener que llamar a Samuel, y contarle todo. Pero no se sentía muy bien haciéndolo.

De cierta manera sentía que su cuñado y ella se habían acercado, que habian desarrollado algun vínculo. Algún tipo de intimidad.

Ella lo había cuidado durante un momento vulnerable, y él se había dejado cuidar. Se había entregado a las manos de Helena con total confianza.

Después de limpiar y vendar las heridas, ella se dio cuenta de que Franco llevaba un buen rato dormido.

Y que ella hacia bastante había terminado con los cuidados necesarios.

Y que había empezado a acariciado suavemente.

Que cabello tan suave tenía, a pesar de esos rulos que él tanto odiaba.

Ella usaba un shampoo que era increíble, quizás él se lo había robado un par de veces.

Que noche tan extraña.

Se levantó, y se vistió despacito, intentando escuchar ruidos en el resto de la casa, tratando de descubrir si Franco ya había despertado.

No quería verlo, al menos, no aún.
El ambiente se sentía frágil. Como si cualquier palabra o mirada que pudieran cruzar, fuera a romper esa especie de tregua que habian compartido.

Hizo el desayuno en silencio, acompañada por Huracán.
Comió mirando televisión. Y al terminar dio vueltas por el departamento, acomodando esto y limpiando aquello.

Una muy pequeña parte de su mente le dijo que estaba creando excusas, alargando el tiempo para verlo.
Pero cuando escucho la puerta de la habitación de Franco abrirse, huyó despavorida.

En el momento que llegó al trabajo se sintió mucho mejor. Conversó con sus compañeras, y se olvidó de cualquier cosa que hubiera pasado antes.

Se dijo que después de tantos años de hostilidad, sin hablar, y manteniendo las distancias con ese hombre, era lógico que se sintiera nerviosa.

Después de todo, ella tenía sólo un poco de instinto de supervivencia.
Y cualquier persona que hubiera estado cerca de alguno de los hermanos Mancini, podía decirte que debías correr o quedarte a arder en ellos.

Y Helena había decidido arder, hace mucho tiempo.

No tentaras a la mujer de tu hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora