Capitulo Dos.

1.8K 12 2
                                    

Me alejo hacia la barra intentando digerir las contradicciones que esta muchacha me provoca. Sé que me está mirando, noto sus ojos clavados en mi espalda. Pero, ¿qué tiene, que tanto me inquieta?

Vuelvo hacia la mesa con las bebidas. Anastasia está sentada en la misma posición en la que la dejé, se mira las manos. Está exactamente como yo la quiero: callada, esperando mi próximo paso para responder. Jugando sin saberlo a un juego que diseño yo, cuyas normas he inventado. Parece tan… ¿complaciente? Quiero desmontar sus engranajes como un niño fascinado por un juguete mecánico, aunque eso signifique romperla.

- Daría un dólar por saber lo que está pensando en este preciso instante –y deposito un English Breakfast Tea delante de ella.

Tomo asiento. Anastasia sigue callada pero el rubor de sus mejillas la delata. No me gusta repetir las cosas dos veces, pero de momento, tengo que ir despacio. Ya habrá tiempo para su educación. Así que decido insistir.

- ¿En qué piensa?

- Que éste es mi té favorito – sé que me está mintiendo, no lo toleraré en un futuro, pero ahora no importa. Al hacerlo ha vuelto a morderse el labio inferior, y es irresistible. Consigue encender mis deseos más profundos sólo con ese gesto.

La miro y la imagen del fotógrafo salta a mi mente. ¿Cómo de unidos estarán? Ella malinterpreta mi mirada inquisitiva y musita algo acerca de cómo le gusta el té. Parece que no puede evitar justificar incluso las acciones más nimias.

- José, ¿es su novio? –basta de rodeos.

- No, en absoluto, es sólo un amigo. ¿Por qué lo dice?

- Por la manera en que se sonríen -respondo complacido.

Bien, me deja entrar, no cuestiona el por qué de mis preguntas, y José no es un obstáculo. Sigo preguntando y parece que Paul, el chico de la tienda, tampoco lo es.

- ¿Por qué lo pregunta?

Vaya, ahí está otra vez esa pieza que no acaba de encajar. Parece domada y al minuto siguiente vuelve a levantar la cabeza.

- Parece nerviosa en presencia de hombres –justifico mi curiosidad.

- Es usted señor, Grey. Me intimida -se vuelve a hacer pequeña al responder.

En estos momentos me parece estar viéndola en el cuarto de juegos, avergonzada, sonrojada, cabizbaja. Tomo aire profundamente sin poder ocultar mi satisfacción. Sé que ahora mismo no es capaz de mirarme a los ojos, pero tiene que aprender a responder a mis deseos. Camuflo una orden:

- Por favor, no baje la cabeza, me gusta verle la cara.

Surte efecto, me obedece y yo sonrío. Así que soy yo, estaba en lo cierto: se siente atraída por mí. Todo lo que intentan contener sus palabras me lo dice su cuerpo. Este juego es divertido, me gusta desconcertarla, así que continúo:

- Es usted misteriosa –y preciosa–, y contenida, menos cuando se ruboriza.

Mastico lentamente mi magdalena y estudio su figura. Pequeña, morena, sentada frente a mí intentando plantarme cara sin ser consciente de su propia sexualidad, de su atractivo natural, sin artificios. Imagino mis manos recorriendo su cuerpo, acariciando sus pechos, sus pezones endureciéndose al más mínimo roce de mis dedos expertos.

- ¿Siempre hace usted preguntas tan personales?

- ¿La he ofendido?

- No, pero es usted un poco arrogante.

La Anastasia directa sale a la superficie, esta vez sin contenciones. No sé cuánto tiempo voy a permitir esa actitud.

- Siempre hago las cosas a mi manera. Siempre –respondo tajante. Es mejor que le vaya quedando claro.

Bajo La Piel De GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora