Capitulo Nueve.

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Ahí está, entre los brazos de ese fotógrafo del tres al cuarto. Mi corazón se detiene por un instante, hasta que comprendo que no estoy ante el ardoroso encuentro de dos amantes. Ella está forcejeando, intentando quitárselo de encima presa de la torpeza el alcohol, y sólo entonces recupero el aliento, cada latido enviando oleadas de furia y adrenalina a todo mi cuerpo. Llego hasta ellos:

- ¡No, José! –Anastasia se revuelve, articulando a duras penas las palabras. No hace caso, y ella está demasiado débil como para hacerle frente.

- La señorita ha dicho no -me sorprende mi propia calma.

José se vuelve hacia mí y me mira atónito. Soy probablemente la última persona que esperaba ver. La última que querría ver. Pero aquí estoy, capullo. Aléjate. La suelta. Avanzo hacia él furioso, pero Anastasia empieza a vomitar. Ese cerdo se echa a un lado, asqueado, y al instante me olvido de él.  ya no juegas, José. Ella me necesita.

La aparto de allí llevándola con cuidado al fondo del aparcamiento, a un sitio discreto protegiendo su intimidad de las miradas de sus compañeros. Sigue vomitando, pero yo estoy siento tranquilo: la he salvado de nuevo. He conseguido llegar a tiempo una vez más, y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que nada malo le suceda. Sin ser apenas consciente he tomado una determinación: serás mía, me encargaré de ti; si mi tranquilidad depende de tu bienestar, entonces yo me ocuparé de que estés a salvo.

Le sostengo el pelo con una mano y la frente con la otra hasta que parece que las arcadas han remitido.Eres preciosa, Ana, incluso así. Le ofrezco mi pañuelo.

- Lo siento mucho -dice retorciéndolo con aire avergonzado.

- ¿Y qué sientes, Anastasia? -porque yo me siento bien. Me siento fuerte frente a su debilidad, soy el caballero blanco (oscuro, grita mi conciencia) que ha venido a rescatarla, y puedo permitirme ser magnánimo ante su derrota.

- Estar mareada. Haberte llamado. Uf, es una lista interminable.

- Todos hemos pasado por esto alguna vez, aunque quizá de manera menos dramática. Es cuestión de límites, Anastasia. A mí me gusta traspasarlos, pero esto es demasiado. ¿Sueles hacer este tipo de cosas?

-Nunca me había emborrachado, y no me apetece nada repetir -murmura contrita.

He estado presente en su primera borrachera. Nunca dejará de recordar este día sin pensar también en mí. Mentalmente, me apunto un nuevo tanto. Anastasia intenta incorporarse del todo, pero se marea. Consigo agarrarla antes de que se caiga al suelo, su aliento apestando a vómito y margaritas, pero no me importa. Entre mis brazos está segura.

- Te llevaré a casa –digo con seguridad. No hay discusión.

- Kate…tengo que decírselo –joder con la señorita Kavanagh. ¿Es que Anastasia no puede salir del círculo que dibujan sus tentáculos?

- Mi hermano se lo dirá. Parece que han hecho buenas migas.

- ¿Cómo?

- Mi hermano Elliot está hablando con tu amiga. Estaba conmigo cuando recibí tu llamada.

Le sorprende saber que estoy en Pórtland de nuevo, de nuevo alojado en el Heathman. Ahora no hay tiempo para esto. Nos vamos.

- ¿Has traído bolso o chaqueta?

- Sí, pero por favor, Christian, Kate se preocupará, tengo que decírselo -el alcohol ha minado aún más su determinación, esa que parece que pierde cuando está cerca de mí.

- De acuerdo, si no hay más remedio… Mierda, Anastasia, ¿es que siempre tengo que ceder? Hasta borracha eres testaruda.

La cojo de la mano y volvemos al bar; prácticamente tiro de ella para mantenerla en movimiento, sus pasos pesados son demasiado lentos, y yo quiero terminar con este jodido trámite cuanto antes. El bar sigue atestado, y terriblemente ruidoso, pero al menos no hay ni rastro de José. Nos abrimos paso entre la multitud hasta llegar a la mesa que ocupaban sus amigos, pero Kate no está allí. Ahora que lo pienso, tampoco está Elliot. Conociendo a mi hermano, me temo lo peor. O lo mejor: parece que al menos uno de los Grey va a divertirse esta noche.

Bajo La Piel De GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora