6: No bailes en la cuerda floja

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No sé por qué lo prohibido se vuelve tan tentador, estaba en blanco, ido del lugar pensando descaradamente en los musculosos brazos de Kim, algo frío llegó a mi cuello y fue tan refrescante que casi gemí como un gato, volteé y era Jenna con otra Margarita de fresa, a ese punto solo sabía a jugo de fresa, ya sabes, como cuando bebiste más de tres y luego mezclaste con Soju.

No me había dado cuenta que el grupo había aumentado, los amigos de Sei llegaron–asco–uno de ellos era Nan, sí, el musculitos descarado de mi curso, íbamos a diferentes clases, pero teníamos los mismo horarios, debía admitir que era caliente y sus labios "oh lala", los besaría toda la noche y el día después, pero su personalidad era el fiasco más grande de todos, obviamente el que tiene cuerpo y cara, carece de corazón y nobleza, rodé los ojos y caminé cuando Sei hizo un llamado para presentar a su manada.

Luego de las formalidades, pretendí ir al baño y bajé a tomar aire mi cabeza daba vueltas y más vueltas, imágenes de Kim y ella, su nombre no es necesario, solo era linda y con mucho maquillaje. Descanso mi espalda a la pared cuando veo a Nan acercarse con un cigarrillo, y vuelvo a pretender que me voy, pero obviamente me detiene, no quería ser descortés, a fin de cuentas no nos conocíamos bien.

–¿Fumas?

–No, gracias.

–Eres un niño sano, ¡huh!

–Algo así.–dije frunciendo mi nariz, mis feromonas estaban sacando lo mejor de mí.

–Nosotros nos hemos visto antes, ¿cierto?

–Sip, el Sábado pasado en Perry's y luego en la universidad y así, eres como un ad de YouTube, molesto pero necesario–mi sinceridad y el alcohol.

El rió a puras carcajadas y dijo palabrillas en japonés, no me detuve a preguntar el significado, no me interesaba, volví mi rumbo hacia la entrada del elevador.

–¿En serio te disgusto tanto?

–No, pero la gente pretenciosa como tú, no me cae bien.

–¿Y quién te dijo que soy pretencioso? Ni siquiera me conoces–su voz fue demandante, estaba molesto, botó el cigarrillo y se acercó acorralándome sonriente.

–Por favor.–Rodé los ojos por millonésima vez.

–¿De verdad crees que yo soy pretencioso?–ojos avellana, mi mayor perdición, pero no esta vez.

–Mírate, todo conquistador con el chico gay del que te reíste hace una semana, ¿acaso no es pretencioso?

–Estaba borracho.

–¿Y ahora también? Veamos.

Posé mis falcuchentos brazos sobre sus hombros, sus ojos me miraron asombrados mientras me ponía de puntillas para acercar mi boca a la suya, cerró los ojos, curvó sus labios y pasó su brazo por mi cintura, sonreí con esa putería que me envuelve cuando estoy ebrio, me acerqué un poco más y su agarre fue fuerte.

–No bailes en la cuerda floja.–le susurré con salamería, luego reí provocativamente safándome y entrando al elevador, dos chicas  que presenciaron toda la escena me sonrieron dándome pulgares arriba.

Historias que nunca escribiréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora