Unstable (Jonghyun) [CANCELADA]

Capítulo 3: Cosas de la Vida

Creo que he cambiado bastante en estos años.

Casi no recuerdo aquellos años escolares. Muy poco influí dentro de temas estudiantiles, y jamás he tenido esa inquietud de liderazgo.

Muchos tal vez me observaban como un bicho raro, y no los juzgo. Pero a veces hacerse prejuicios es un error garrafal, y cuando esto sucede, en realidad las barreras para dar una imagen diferente es casi imposible. Tienes una personalidad formada y moldeada, que ya todos logran distinguir.

Más de seis años, en los cuales sufrí una metamorfosis; me propuse algo en la vida, establecí una clara motivación, y revertí mis viejos pensamientos negativos, por una idea más optimista de la vida.

No intento alargarme con mi pasado, ni menos aburrirlos, lo comprendo. Sólo quería darles una idea clara del por qué cuando la vi nuevamente, sentí que era mi oportunidad para lograr cambiar cosas del pasado, que nunca debí cometer…

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Entre los empleados se supo cierto día, la pronta llegada de una nueva chica al establecimiento.

Yo trabajo aquí desde hace un año y un par de meses, aproximadamente. Encuentro que es un ambiente bastante íntegro y familiar, en donde fácilmente logras hallar un par de buenos amigos.

Ese día el clima permanecía heladísimo, pese a la presente estación. La sala principal estaba temperada. De hecho la única sala en el local, que estaba relativamente fría, era el vestidor.

La puerta se abrió con timidez, y de ella apareció una silueta, bien proporcionada y atlética. Yo solo deseaba ordenar lo más rápido posible las mesas, pero los mandados iban y venían —trabajo agobiador, y no lo parece ¿eh?—.

Debían mi salario semanal, por lo que recurrí a conversar con el gerente; el señor Dong. Su sala se ubicaba en un pasillo amplio, de donde las puertas se abrían imprevistas, y era necesario poner ojo de águila.

—Bien, joven… —Dong alargó la letra “e”.

—Jonghyun.

—Bien, joven Jjong —sacó de un sobre amarillo, un manojo de billetes relucientes—. Aquí está el salario que te debía, disfrútalo.

—Gracias, señor.

Incliné mi cuerpo ante él como acto de agradecimiento, me di media vuelta y pude presenciar los tentadores billetes. Habían veintidós mil won en total. Sostuve con firmeza el manojo y me encaminé hacia la puerta.

Solo deseaba salir de inmediato de ese lugar.

Sostuve la manilla, la giré y abrí la puerta de golpe —generalmente se trababa, esta vez no lo haría—.

¡Puaj! La puerta resonó, deslizándose en la cerámica; de pronto, un estruendoso golpe se oyó seguido de otro impacto contra el piso.

Con curiosidad me apresuré a salir; mi pie tropezó con las piernas de alguien e impacté contra un cuerpo recostado en el suelo.

—¡Rayos! ¡¿E-estás bien?! —exclamé de inmediato; una chica fue la desafortunada en caer.

Ella no respondía y solo atinaba a quejarse con expresiones de dolor. El panorama se puso negro y los empleados comenzaron a atiborrarse alrededor de nosotros.

—¡Oh Dios mío! ¡¿Dónde te has golpeado!? —seguí insistiendo.

Noté que su jadeo era constante y forzado, a lo que resolví que en realidad estaba quedando sin aire.

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Sentí lástima por verla en tales condiciones. Realmente me daba vergüenza volver a dirigirle la palabra, ni menos la vista. Decidí no hablarle en los días restantes, o hasta que esto quedase en el pasado. Ojalá ella crea en el “pasado pisado”.