Capítulo 03

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Eran las ocho y media. Tenía la mirada fija en el reloj de mi habitación, no podía dejar de observarlo. Había tanto silencio en el lugar que podía escuchar el tic-tac de las agujas avanzando con lentitud mientras las ansias y los nervios me consumían poco a poco. Mi comportamiento era muy extraño, pero tenía una razón para justificarlo.

Hoy era veintitrés de marzo. El día que había esperado por tanto tiempo.

Anteayer tuve una conversación con el Señor Valdés, y me dio un consejo que espero me sirva de algo.

-El truco está en cómo haces tú presentación, Isabella. Mira, cuando estés frente a quien sea que te entrevistara, asegúrate de mostrarte entusiasmada por el puesto, pero no des indicios de estar necesitada, no lo supliques como si fuera limosna. ¿Entiendes? -me decía, mientras tomaba una taza de café que le había preparado-. Te hará ver más profesional hija, no necesitas persuadir con tanta palabrería, con tu actitud será más que suficiente. Si seguís mi consejo, te prometo que verán en ti todas las cualidades que buscan.

Confiaría en el consejo de Don Valdés. La verdad es que tiene mucha lógica. Tratare de ponerlo en práctica.

«Tu lengua no se trabara, darás lo mejor de ti, todo saldrá bien», me repetía las mismas palabras una y otra vez frente al espejo. Ya estaba lista para irme, pero quería sentirme segura y audaz. La misión de dar una buena impresión seguía en marcha. Era mi principal objetivo. Mi cabello caía como una cascada por mis hombros y, me gustaba como se veía.

Camine hacia la habitación de mi abuela.

─Abuelita Graciella ─dije canturreando su nombre como pajarito, de aquellos que mientras vuelan, cantan en tiempos de verano. La abuela al escuchar el llamado de su nieta se volvió hacia mí prestándome su completa atención─. Me tengo que ir a la entrevista que me concedió La Academia para el día de hoy. ¿Recuerdas cuando te dije, no? ─pregunte desde el umbral de la puerta.

La abuela asintió.

─Nieta, por favor. Claro que lo recuerdo, sé que soy una anciana pero no padezco de alzhéimer, gracias a Dios ─dijo con su voz ronca. Lo que caracterizaba a mi abuela era su gran sentido del humor─. Is, ven aquí un segundo ─hizo un movimiento con la cabeza para que me acercara y dio unas palmaditas al mueble. Estando a su lado, me tomo de las manos y me dedico una sonrisa cargada de amor ─. Recuerda algo muy importante: Todo pasa por algo, si algo sale mal, no te preocupes. Las cosas caen por su propia cuenta al final de día. Si este trabajo te pertenece, será tuyo contra viento y marea ─me aconsejo.

Llevo conviviendo con ella desde que tengo memoria, las palabras de mi abuela estaban grabadas dentro de mi cabeza, como si fuera una grabación que se reproducida cuando más lo necesitaba.

«Cuanto amo a esta mujer.»

─Lo se abuela, lo tengo siempre presente.

(...)

La inquietud se había colado en mí. Jugueteaba con mis dedos mientras el taxista me llevaba hacia la dirección de la Academia. Estaba hecha un mismísimo mar de nervios, sentía que en cualquier momento mi nerviosismo provocaría un tsunami, azotando sin piedad toda la tranquilidad que quería conservar en mi interior.

Tenía miedo de que las cosas no salieran como yo las había planeado. ¿Qué tal si decía algo que no fuera indicado y diera una imagen equivocada?

¡No! No podía permitir que mis propios nervios me llevaran a estropear la tremenda oportunidad que estaba ante mis ojos.

Cierro los ojos.

«Solo es una entrevista, no pasa nada.»

Inspiro hondo, intentando disipar cualquier sensación que no fuese de mi conveniencia.

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