Capítulo 08

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-Los ateos y los agnósticos se preguntan lo siguiente: Si verdaderamente Dios existe, ¿Por qué no se muestra al mundo? Pero nosotros, los cristianos, no debemos de hacernos ese tipo de preguntas. Ya que, según este libro -dice el hombro, alzando uno de los libros más vendidos en el mundo: la biblia-la fe es invisible a los ojos, no se puede ver, ni se puede tocar, pero si se puede sentir. Es nuestra convicción. Al final, la existencia de nuestro Dios debe ser aceptada por fe. Él nos invita a confiar en su gloria. Bienaventurados los que creen en mí sin haberme visto, dice él. Así que hermanos, si a alguno le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, porque el da a todos sin menospreciar a nadie. Los invito a creer en él aunque los enemigos nos cubran los ojos.

Una lluvia de aplausos se escuchó por todo el lugar, y yo forme parte de ella. Daba por hecho las palabras del sacerdote, pensé que tenía razón en lo que decía; la fe es un sentimiento abstracto, es algo que sentimos y, debía permanecer intacta en nuestro interior.

Nos levantamos muy temprano por la mañana ya que mi abuela quería ir a la Iglesia, así que, decidimos acompañarla. Nunca está de más entrar a la casa de Dios, y de todos modos, hace días no venía. La Iglesia a la que íbamos era una de mis favoritas en toda la ciudad, era incapaz de compararla y, de cambiarla. No solo me complacía como el padre predicaba la palabra, sino que, también me sentía a gusto con la comunidad que la formaba. Sentía una paz conmovedora al entrar, había crecido aquí junto a mi pequeña familia.

Luego de unos minutos, la misa había concluido, yo ayude a mi abuela a levantarse de los sillones y la lleve hacia la salida sosteniéndola del brazo. Habíamos olvidado su bastón en casa y, ahora la abuela había desarrollado artritis, la razón por la cual se le dificultaba caminar, algunas veces hasta le dolía. Varios conocidos caminaron hacia nosotros, quedándose tiesos al ver a mi madre presente. Debe ser la costumbre, estaban acostumbrados a ver solo a mi abuela y a mí. Mi madre fue a saludarlos, tuvo una corta charla con ellos, y se despidió. Tomamos un taxi que nos llevara directo a nuestro hogar, al llegar, nos acomodamos. Mi abuela tenía antojos de un café caliente, así que, le prepare uno sin molestia alguna. Aquella bebida era su favorita, y la entendía, pues era delicioso. Le entregue su bebida acompañado de un pequeño aperitivo que había traído de Dunkan's Coffee. Ella tomaba una taza día de por medio y se sentaba tranquilamente en un sillón que estaba frente a una ventana corrediza, le gustaba hacerlo ya que le traía paz, le encantaba observar la naturaleza.

-Se siente extraño estar aquí reunidas, ¿no creen?

Mi corazón daba saltitos de alegría dentro de mi pecho por la inesperada visita de mi madre, después de tanto tiempo fuera de su verdadero y único hogar, ella por fin se encontraba de vuelta en el lugar al cual siempre perteneció. No sabía por cuánto tiempo se quedaría, presiento que quizá solo será por un par de días, conociéndola, sin embargo, de igual manera me sentía satisfecha.

«¿Algo es algo, no?»

Me sentía feliz porque la situación en casa era como en los tiempos de antes: mi madre como dueña del hogar, mi querida abuela haciéndonos una grata compañía y yo. Lo único que faltaba era la energética presencia de mi padre, pero tengo entendido que no puede renacer y volver de la muerte, por mucho que quisiera, la ley natural de la vida no lo permitiría. Es triste, pero es la realidad. Aun así, sonreí por su recuerdo. Me prometí a mi misma que siempre lo tendría presente.

Estábamos las tres reunidas en la sala principal charloteando como loras, como si nuestras vidas dependieran de ello. Queríamos recuperar el tiempo perdido y las muchas conversaciones que debimos tener en el pasado.

-Se siente diferente. Las cosas cambiaron mucho por lo que veo -comento mi madre.

La abuela asintió y luego de beber un trago de su café, dijo:

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