Cuando no se pueden decir las cosas, las miradas se cargan de palabras.
—Hola, ahora dime, ¿qué se te ofrece? —le pregunte con franqueza a Amanda, quien era una secretaria del primer edificio que había regresado de las vacaciones que la Academia les había otorgado con respecto a la huelgas pacíficas. Era la única que estaba de vuelta, en realidad. ¿La razón? La desconozco. Y no, ni siquiera me atrevería a preguntar pues es algo que no era de mi incumbencia, tampoco quería ser tan imprudente, podría ser que fuese un asunto muy personal. Y al parecer, era un asunto de "urgencia", claro, según ella.
—Hola. Bueno para empezar de verdad lamento interrumpir con tu trabajo, pero como te dije es una urgencia que surgió de improvisto... —hablo con la velocidad de un rayo mientras organizaba su pequeño cubículo—. Necesito que alguien haga algo por mí, un pequeño favor, y pensé que quizá tú podrías ayudarme.
—¿Qué sucede? —coloque mis codos sobre el mostrador lista para escuchar lo que sea que tuviera que decir.
—Todo lo que pasa es que me surgió un inconveniente. Había decidido quedarme en mi hogar durante las vacaciones, y le había dicho a mi hijo —hizo una pausa acompañada de un gesto—, mejor dicho, le prometí que iría a su obra de teatro—pronuncio haciendo énfasis—.
—Espera. ¿¡Tienes un hijo?! —Exclame llena de asombro. Amanda asintió y una sonrisa se delineo en su rostro—. Vaya, no lo sabía, ¿y cómo se llama? —interrogue llena de curiosidad.
Amanda era una mujer que lucía bastante rejuvenecida, y eso hacía que luciera muy joven, más de lo que en realidad era. ¡Ni siquiera se me ocurrió la semejante idea de que podría ser madre! Pero vaya, es algo sorprendente.
—Su nombre es Nathan. Tiene cinco años. Es un pequeño tan curioso y tan sentimental, si tan solo lo conocieras, te sorprenderías por su personalidad... —Sus manos viajaron a un pequeño recuadro colocado al lado de su escritorio—. Ten, míralo —dijo tendiéndomelo.
Un sonido de ternura trepo por mi garganta al ver a un lindo pequeño que aparecía sentado en un columpio. Era precioso. Su cabello era castaño, y su piel era tan blanca como la nieve. Tenía una sonrisa que sanaría cualquier tristeza, posiblemente. Era un niño muy adorable.
—Esta bello. —le dije devolviéndole el retrato de su niño.
—Gracias, pero en fin, la obra de mi hijo es en unas horas... y me preguntaba si podrías hacerte cargo de un recorrido que tengo establecido por la Academia. Por favor, no quiero que Nathan este triste.
No tenía ni siquiera que pensarlo. Era un acto benévolo, no me fastidiaría en absoluto.
—Por supuesto. Solo necesitare los datos acerca del recorrido para saber con quienes tratare. Supongo que tienes información que podrías darme, ¿no?
—¡Ay, muchísimas gracias, Isabella! —Exclamo y un destello de felicidad exploto de sus ojos. Lucia tan ilusionada con la idea de no fallarle con la promesa a su pequeño—. Estaré agradecida contigo por el resto de mi vida. Y si claro, tengo algo de información... Espera, déjame ver donde esta... —comenzó a hurgar un tumulto de papeles que estaban en un organizador metálico—. Espera un poco más. Por Dios, Luke tiene razón, deberás necesito ser más organizada.
La mire con el ceño fruncido, parecía que tenía una conversación con ella misma.
Después de unos segundos esperando a que hiciera la entrega que necesitaba, Amanda me dio un folder y dentro de él habían cientos de papeles.
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Algo Maravilloso.
Literatura FemininaUn trágico suceso sacudió la vida de Isabella Monroe. Luego de eso, lo último que ella desea es enfrentar otra noticia que la obligue a dar un cambio radical en su vida, pero los deseos de la joven no son escuchados cuando su madre toma una decisión...