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Jonah pensó que sus compañeros se reirían de él. Una mujer guapa y rica había pagado treinta y tres mil dólares por disfrutar de su compañía, y hasta había propuesto acompañarlo a su casa aquella noche. Y él había rechazado la sutil propuesta. Menudo genio.
Sus compañeros ya pensaban que estaba loco por no haber querido salir con ninguna de las mujeres que se habían acercado a él después del incidente del cachorro, aunque seguro que hubiesen visto las cosas de otra manera si hubiesen estado en su lugar. Una cosa era que una o dos mujeres intentasen ligar con él. Y otra, que lo acosasen.
Durante las últimas semanas se había vuelto asustadizo. Se temía que todas las mujeres con las que se encontraba fuesen a intentar ligar con él. Pero ahí tenía a Natalie, sentada a su lado, y su actitud no era nada agresiva. Era tal y como él la recordaba, salvo que con aquel abrigo de piel blanco parecía una princesa en un carnaval de invierno.
Jonah supuso que el abrigo sería de piel de verdad y que el collar que llevaba puesto sería de diamantes. Nunca había salido con nadie que viviese al oeste de Central Park. Cuando la había visto en el parque, no se le había ocurrido que pudiese vivir allí, aunque era lógico, porque iba todas las tardes a pasear a su perro. Jonah se había imaginado que vivía en otra parte de la ciudad, como él. Aquella zona era demasiado bonita.
Su olor lo aturdió y, por un momento, imaginó que aquel paseo en taxi podía ser como si se hubiesen conocido en el parque y hubiesen decidido salir juntos. Aunque en ese caso, él estaría mucho más cerca de ella de lo que estaba en esos momentos. No obstante, sus ojos seguían gustándole, y sus labios lo intrigaban también. Le gustaba que llevase un pintalabios claro, muy natural.
Teniendo en cuenta la cantidad de dinero que había pagado por salir con él, quizás no le importaba si la besaba. La idea lo tentó. Pero lo cierto era que no quería meterse en semejante lío. Cualquier mujer que estuviese lo suficientemente desesperada como para gastarse treinta y tres mil dólares para salir con un hombre tenía que tener algún defecto importante. Quizás no lo viese al principio, porque estaría cegado por el sexo, pero seguro que en algún momento sacaba un punzón, como Sharon Stone en Instinto Básico. Sharon también era una rubia preciosa.
-¿Estás libre este fin de semana? -le preguntó Natalie.
-¿Este fin de semana?
-Tenemos que escoger uno para disfrutar del paquete. Si no tienes nada planeado, podría ser este próximo.
Vaya, estaba impaciente. A pesar de que parecía tranquila y serena, no quería perder el tiempo. De todos modos, siempre estarían acompañados, así que Jonah no tenía de qué preocuparse. Afortunadamente, alguien los acompañaría en el carísimo yate que los llevaría por el Hudson, y el helicóptero no podía conducirse solo. En el Plaza tampoco estarían solos. Tendría que asegurarse de que nadie conseguía la llave de su habitación, eso era todo.
-Supongo que este próximo fin de semana me viene bien.
Su jefe le había dicho que se tomase los días que le hiciesen falta.
-¿Debes de pensar que estoy completamente loca, verdad? -comentó Natalie.
-Se me ha pasado por la cabeza.
-No te culpo. Yo pensaría lo mismo si estuviese en tu lugar.
Jonah estaba fascinado por su boca. Tenía una sonrisa tan tierna... Daban ganas de besarla. Nunca había hecho el amor con alguien que estuviese loco. Quizás fuese una experiencia fantástica... hasta que lo asesinaban a uno, o le amputaban alguna parte del cuerpo.
-Es probable que no me creas -continuó ella-. Pero soy una mujer completamente normal. Llevo mucho tiempo queriendo darte las gracias por haber salvado a Bobo, pero no he conseguido localizarte. Y cuando leí que iba a tener lugar la subasta, me pareció una buena oportunidad.

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Subasta de solteros
RomanceSoltero y sexy El hombre de sus fantasías iba a ser subastado. El tímido y musculoso bombero Jonah Hayes estaba acostumbrado a realizar hazañas heroicas, pero no sospechaba que el rescate de un cachorro huido haría que él acabara subastado. Jam...