Capitulo 3

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En realidad, necesitaba un amigo, pensó Natalie al mirar a Jonah a los ojos. Un amigo que pudiese ayudar a su madre a volver a vivir la vida. Y necesitaba que ese amigo fuese Jonah.

Pero, al igual que había ocurrido en el taxi, la amistad se estaba quedando a un lado para dejar paso a algo mucho más emocionante. No podía permitir que ocurriese, al menos, no hasta que no le hubiese hablado acerca del libro de su madre.

Jonah le tendió su copa.

-¿Puedes sujetarla un momento? Voy a cubierta, a ver si los periodistas todavía nos siguen.

-Por supuesto.

Sus dedos se tocaron, y ambos descubrieron que había mucha química entre ellos. Al verlo subir las escaleras, Natalie sintió calor y nervios. Tenía que hacer caso omiso de esos sentimientos y concentrarse en hacerse amiga suya. Quizás pudiesen jugar al ajedrez juntos.

Dejó las copas de champán en la mesa y miró a su alrededor, pero no vio ningún ajedrez. Se quitó el suéter y lo colgó de una percha que había al lado de la puerta. Luego se dejó caer en un banco de cuero y se puso cómoda entre los cojines que había en él.

El suave ir y venir del barco la animó a echarse hacia atrás, levantar las piernas y relajarse. Al fin y al cabo, y teniendo en cuenta el dinero que se había gastado, tenía que divertirse un poco. Había pedido el champán con la esperanza de que la hiciese olvidarse del dinero. Y ni siquiera se lo estaba bebiendo.

Tomó la copa y una fresa recubierta de chocolate. No estaba nada mal. Si hubiese podido olvidar lo que le había costado ese fin de semana, quizás hubiese disfrutado de que la mimasen un poco, para variar.

Era una mujer joven y con poca experiencia, y había tenido que luchar mucho durante los últimos años para abrirse camino como agente bursátil. A pesar de que pagaban menos alquiler que otros inquilinos debido a un acuerdo al que había llegado su tío abuelo, a final del mes no le quedaba mucho para caprichos. Y últimamente se había gastado todo su dinero y energía intentando animar a su madre.

Al menos parecía que estaba funcionando. Alice había estado ocupada intentando incluir el tema de la subasta de solteros en su manuscrito y pensando en cómo podía su hija causar una buena impresión a Jonah durante el fin de semana. El conjunto blanco que Natalie llevaba puesto había sido idea de su madre. Según ella, la fantasía de la pureza fascinaba a los hombres.

Mientras tanto, ella intentaba jugar a dos bandas. En presencia de su madre tenía que hacer como si estuviese locamente enamorada de Jonah, pero delante de éste debía anular cualquier tipo de deseo por él para no arruinar su misión. Estaba cansada de tantos esfuerzos. Lo mejor sería que se comiese otra fresa.

Cerró los ojos y dio un mordisco. El jugo le corrió por la cara, y aunque intentó pararlo con la lengua antes de que le llegase a la barbilla, no lo consiguió. Tenía que haber tenido más cuidado. Adiós a su imagen de pureza. Abrió los ojos y se miró la parte delantera de la blusa. Tenía una mancha roja a la altura del pezón izquierdo. Tomó una servilleta e intentó limpiarse, pero sólo consiguió extender todavía más la mancha y hacer que su pezón se marcase a través de la fina tela.

Un leve sonido la hizo mirar hacia las escaleras, y se dio cuenta de que Jonah llevaba allí varios segundos. A pesar de la distancia, podía sentir el calor de su mirada. Desgraciadamente, su cuerpo estaba respondiendo a ese calor. Su plan de hacerse amiga de él no estaba funcionando demasiado bien.

Jonah se aclaró la garganta, caminó hacia ella y se sentó en el extremo opuesto del banco. Tomó su copa de champán y la vació antes de hablar.

-La lancha motora sigue detrás de nosotros. El capitán dice que no puede hacer nada para deshacerse de ella.

-¿Qué crees que deberíamos hacer?

Subasta de solterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora