Capítulo 2

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Toru abrió los ojos, aunque no recordaba que los hubiera cerrado. Estaba de pie, en un entorno completamente blanco, el corazón le latía con fuerza, como si se hubiera llevado un gran susto, pero por alguna razón estaba tranquilo y relajado. Aunque algo no dejaba de rondarle por la cabeza, como si se le olvidara algo importante. Poco a poco, los recuerdos volvieron a su mente y frunciendo el ceño, bajó la vista para mirarse, estaba completamente limpio y desnudo. Normalmente se habría sorprendido y avergonzado, pero en aquel momento no le dio mayor importancia. Más recuerdos siguieron surgiendo. Principalmente la sensación de estar en peligro. Se giró veloz al sentir una presencia a su espalda y se quedó sin aliento. Ante él estaba la figura de Alhaz, la diosa de la Luz. Era un espléndido unicornio hembra, que lo observaba con grandes ojos azules, bondadosos y llenos de sabiduría. Sus largas crines flotaban y se agitaban por una brisa que Toru no sentía y su cuerpo estaba cubierto por una serie de tatuajes plateados. Sintió un enorme poder emanar de ella. Flexionando una pierna, apoyó la rodilla en el suelo y bajó la cabeza en señal de respeto, incapaz de pronunciar palabra alguna.

—Bienvenido Toru, llevo tiempo esperando tu visita. —Dijo con voz tranquila y cálida, dando unos pasos hacia él. —Álzate, no es necesario que me rindas pleitesía. Aunque no rezas desde hace mucho tiempo, nunca he dejado de velar por ti. —Lo reprochó con dulzura, sin perder la sonrisa.

Toru se puso en pie, con las mejillas encendidas de vergüenza.

—Y-yo... —Tartamudeó sin saber que decir.

La diosa lanzó una suave risa, cristalina y divertida.

—No te preocupes, sé que siempre me has llevado en tu corazón, incluso cuando te comunicaron la terrible noticia del naufragio del barco donde viajaba tu padre. —Sonrió al ver su mirada de sorpresa. —Sólo puedo decirte que no pierdas la esperanza de volver a encontrarte con él. —Agitó su larga cola asintiendo con la cabeza ante la mirada interrogativa que le lanzó, notándose como unas lágrimas empezaban a resbalarle por las mejillas. —Me gustaría contarte mucho más, pero no hay tiempo, tus amigos están en peligro. —Advirtió, poniéndose seria y agitando las orejas, como si prestara atención a algo que sólo ella pudiera ver y escuchar. —Bien, iré directa al grano... —Hizo un gesto con la cabeza señalando a un lado, para que Toru se girase a mirar. El draken dio un salto, pues a su lado estaba la espada que lo había perseguido por los pasillos del templo. —No temas, esta es la espada de mi marido. —Explicó con voz tranquila. Toru la miró con asombro, viéndola asentir con una triste sonrisa. —Sí, en el pasado tuve pareja, pero murió en la guerra contra los dragones al igual que otros dioses. Dio la vida para poder derrotar a los dragones y al dios Oscuro. —Explicó, negando con la cabeza mientras una lágrima cristalina resbalaba desde uno de sus ojos azules por su mejilla hasta el extremo de su hocico rosado.

Toru miraba hacia el arma que flotaba inofensiva a su lado, con la punta hacia arriba, emitiendo un sonido, como un canto cristalino y metálico. Era una melodía hermosa, llena de esperanza y fuerza, como si lo llamara, invitándole a empuñarla, lo que le hizo fruncir el ceño, pues casi podía entender palabras.

—Me... me está hablando. —Dijo con sorpresa, mirando hacia la diosa, que sonrió animosa.

—Así es. —Asintió. —Creo que está esperando a que le des un nombre. —Explicó ante su mirada de sorpresa. —Tú serás su nuevo dueño.

—¿Pero, por qué yo? Sólo soy un... un... —Se atragantó a punto de decir que sólo era un furr y además aún le faltaba un año para ser considerado un adulto.

—Es tu destino. —Respondió con sencillez. —Y no creas que tu juventud es un impedimento, lo que importa es la pureza del espíritu y del corazón. —Sonrió ante la sorpresa dibujada en su rostro. —De no ser puro, la espada de mi marido nunca te habría elegido. —Aseguró con una suave risa.

Con un gesto de la cabeza le señaló el brazo derecho, viéndolo sorprenderse cuando vio el brazalete del que estaba seguro que un momento antes no tenía, pues había aparecido completamente desnudo.

—No es más que una de las piezas que deberás buscar en el viejo mapa de tu padre. Son lugares donde tus amigos y tú tendréis que ir. —Ladeó la cabeza cuando Toru se volvió para mirarla con sorpresa. —Deberías dejar de sorprenderte tanto por cada cosa que te digo, al final las cejas se te quedarán alzadas todo el rato y tendrás una cara muy rara. —Bromeó, haciendo que se pusiera muy rojo y que bajara la mirada, acariciando el brazalete con una mano. Alhaz sonrió divertida para sí. —Habéis sido elegidos para cumplir una misión muy importante. Una vez más, se va a producir un enfrentamiento entre la Luz y la Oscuridad. Tendréis que empezar un viaje para recuperar todas las piezas del puzle. —Explicó señalando una vez más el brazalete. —Durante este, tendréis que hacer frente a los Siervos Oscuros, que intentarán haceros fracasar para que el encuentro no tenga lugar y así el Mal triunfe. Pero si os mantenéis juntos, venceréis. No estaréis solos. Otros furrs se unirán a vosotros durante vuestro viaje. De modo que estad atentos, pues sin ellos fracasareis, ya que cada uno tendréis una misión importante que cumplir, así lo dicen las profecías del códice Rym. —Alzó la mirada y suspiró con pesar. —Ya te he retenido demasiado tiempo. Si quieres saber más, busca el códice. En él encontrarás algunas respuestas. Ahora, tus amigos necesitan de tu ayuda. Y recuerda, debes darle un nuevo nombre. —Lo apremió, señalando la espada.

Toru miró como flotaba a su lado, emitiendo aquella melodía que resonaba en sus oídos de forma invitadora e impaciente. Al dar un paso en su dirección, la musicalidad subió de intensidad y surgió un palpito de energía que le puso todo el pelo de punta. Caminó con decisión, sintiendo como el brazalete se calentaba en su antebrazo derecho y la gema engarzada empezaba a brillar con una luz blanco azulada. Cuando alargó la mano hacia la empuñadura la hoja estalló en llamaradas azules, lo que le hizo fruncir el ceño por un segundo en actitud pensativa, después, con decisión, la tomó con firmeza.

—¡Fogonar! —Exclamó con voz firme, sintiendo como una increíble sensación de poder y energía le recorría el cuerpo, como si fluyera por sus venas.

—No luches contra su poder, déjate llevar. —Le aconsejó mientras su voz empezaba a desvanecerse junto a la luz que lo había estado bañando en todo momento. —Fogonar, en el idioma antiguo: Fuego Azul... es un nombre muy apropiado, creo que le gusta. —Dijo con tono alegre. —Ve Toru, toma a Fogonar, lleva la Luz y enfrenta a la Oscuridad. Ayuda a tus amigos y no tengas miedo de sumergirte en su poder. Escucha a Fogonar y cuidaos el uno al otro. —La presencia de la diosa se desvaneció mientras las sombras la cubrían, pero Toru ya no estaba solo.

En sus oídos resonaba la melodía victoriosa de Fogonar al tiempo que una cálida luz azul lo envolvía.

La Magia de los Dragones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora