Capítulo 4

103 7 0
                                    

Tras reunirse con el capitán y contarle todo lo posible sin entrar en detalles, cómo que la diosa le habló en persona y la verdadera misión a realizar, Darroc aceptó a regañadientes llevarles a Puerto Blanco, en el continente de Phox. El draken no dejaba de hacer preguntas, interesándose por la nueva espada que portaba Toru. Los amigos se mantuvieron en alerta ante su curiosidad, pues aunque no parecía tener mala intención, no cesaba en sus tentativas de averiguar más sobre lo sucedido. Tampoco le había pasado inadvertido el temblor que había sacudido la isla o lo extraño que resultaba que dos drakens decidieran abandonar su hogar en un viaje apresurado. Y todo por unos tesoros indicados en un viejo y polvoriento mapa o por ayudar a un chico al que acababan de conocer. El capitán sabía la historia del padre de Toru y se preguntaba que les habría prometido a cambio de su ayuda.

Tal como les hubo adelantado Darroc, poco después de que Toru indicara su destino, tardaron casi una semana en llegar a la ciudad de Puerto Blanco. El viaje se realizó sin incidentes por lo que pudieron disfrutarlo la mayor parte del tiempo, excepto Jaru, que se había pasado mareado y vomitando por la borda más de la mitad del trayecto. Kayrin pasaba la mayor parte del día en cubierta, hablando con el capitán o con los marineros, escuchando las historias que estos contaban. Los tripulantes competían por su atención y aunque Darroc los regañó y amenazó con tirarlos por la borda, no hubo manera de hacerlos olvidar a la joven. Kayrin tuvo una gran facilidad para hacer amistad con los jóvenes drakens y Toru observó todo con cierta molestia, por alguna razón le irritaba verla con ellos, riendo y mostrándose tan encantadora. Cuando le dijo que los distraía de su trabajo, ella le había preguntado con una sonrisa de fingida inocencia si estaba celoso. Toru se puso rojo, apretó los puños y se marchó a grandes zancadas, agitando la cola indignado y murmurando para sí. Se propuso no pensar o hablar con Kayrin durante el resto del viaje, pero más de una vez se sorprendió a si mismo recordando la sonrisa que le dedicó cuando se estaban despidiendo de los aldeanos de Escama del Dragón, lo cual provocaba en él sentimientos extraños e intensos.

Cuando subieron a cubierta, el Sol estaba alto en el cielo y admiraron la vista espectacular que les ofreció el horizonte de la costa de Phox. Un vigía, que estaba apostado en el mástil, había avistado tierra a primera hora de la mañana. A pocas millas pudieron admirar con detalle la enorme ciudad que se alzaba en una cala. Estaba rodeada por colinas aradas, que mostraban una tierra arcillosa y oscura, con campos donde habían sembrado olivos y viñedos. Distinguieron el puerto con sus embarcaderos construidos con bloques de granito y almacenes de madera con bases de piedra, todos de dos pisos o más. Hacia el interior, las viviendas y negocios lucían fachadas blancas. En lo alto de la colina más elevada de la ciudad se alzaba una gran casona, como un pequeño palacio, del cual les iba informando el capitán Darroc. Pertenecía a un lord asignado por la joven reina Junne para gobernar Puerto Blanco. Según les contó, era un tipo duro pero justo, llevaba varias décadas ocupándose de la ciudad y de momento había hecho un buen trabajo. Sacaron el equipaje, depositándolo sobre cubierta, el cual se le hizo más bien escaso a Toru, que había calculado que tendrían comida para una semana. Tras una observación, Darroc se dio cuenta de que necesitarían cosas básicas para un viaje largo por tierra, como tiendas de campaña, sacos de dormir y algunos utensilios más, ya que les advirtió que no siempre podrían dormir bajo techo, además de que solía salir caro.

—Bueno, desembarcaremos en menos de una hora. —Anunció la voz del capitán tras ellos, que se volvieron a mirarlo. —Tened en cuenta lo que os dije, no vayáis por libre en la ciudad, permaneced juntos y no os dejéis engañar. —Se rascó la mejilla pensativo. —Preguntad por Yuki, la Dama Blanca, es una loba que tiene una tienda de ropa. Decid que vais de mi parte, os hará un buen precio en todo lo que necesitéis. —Aseguró, caminando hasta la baranda de proa y observando la ciudad. —Aprovecharé para hacer negocios, hace años que no me acercaba por estas aguas y sería un tonto si dejara escapar alguna oportunidad de hacer dinero. Si os metéis en algún lío venid a buscarme, me quedaré en el puerto una o dos semanas. —Informó volviéndose de nuevo para mirarlos manteniendo las piernas separadas como todo buen marino debía hacer para mantener el equilibrio en un barco.

La Magia de los Dragones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora