"La ley de Murphy".
La última vez que vi a mis amigos fue luego de ver una película en mi casa pasado las siete y media de la noche.
Marcus había prometido llevar en su Jeep a Sam y a Caleb, para luego estar a las ocho en punto en la cafetería en que habíamos quedado, esperándome dentro mientras bebía una taza de café con crema encima, tres de azúcar y un poco de chocolate que le daba esa pizca de ese sabor tan peculiar que tanto le gustaba, sin embargo le gustaba acompañarlo con un trozo del delicioso pastel de chocolate blanco que Mary preparaba especialmente para sus clientes estrellas, de pronto uno que otro nuevo.
Tal vez suene algo acosador de mi parte, pero realmente lo he visto saborear hasta la última gota de la taza, y por si fuera poco, trabajé un tiempo para ayudar a Mary mientras su hija Jane se mudaba junto a ella. Él casi siempre venía, así que sabía que darle en cuanto se sentaba en la esquina de la cafetería apartado de las personas, componiendo o perfeccionando partituras.
Siempre supe que sería un artista famoso, cantando de concierto en concierto, viajando por el mundo, seguido por todos sus fans aclamándolo. Pensaba que si nunca se fijaba en mí siempre iba a tener mi apoyo, fui su amiga y eso es lo que hacen los amigos o bueno, lo que hacía.
Después de un par de minutos siempre llegaba Sam junto a Caleb. Ella pidiendo un expreso acompañado con galletas de avena y chispas de chocolate, él gozando de una simple taza de té caliente y un sándwich de mantequilla de maní.
Eran buenos recuerdos.
Pero ya no los volveré a tener.
Jamás.
Luego estaba mi família que también visitaba frecuentemente el café de Mary.
Papá, con su café negro. Mamá, comiendo sus galletas preferidas. Los gemelos, Andy y Murphy compartiendo un buen trozo de pie de limón.
Era divertido verlos pelear por quien era más o menos parecido a nuestro tío Benjamin. Sin duda el más parecido era Murphy, ya que los dos adquirieron una increible madurez a temprana edad, en cambio Andy era sin duda alguna la viva imagen de papá.
Aún recuerdo todas las veces que pasamos tiempo juntos, compartiendo historias, riendo... En resumen, pasando tiempo en familia. Quería ver a los chicos crecer; a Andy graduandose de la universidad, a Murphy teniendo un primer amor. Él siempre dijo que el amor era para los demás, las personas que pierden su tiempo en vez de gastarlo en cosas sumamente más importantes.
He ahí, La ley de Murphy.
Y no me refiero a un enunciado basado en un principio empírico que trata de explicar los hechos acontecidos en todo tipo de ámbitos o "si algo malo puede pasar, pasará", claro que no.
Me refiero a la ley de Murphy Fave, la ley que te dice que el amor no tiene límites, las posibilidades de estar enamorado son infinitas. Ver a esa persona especial a los ojos y enserio sentir que es amor. Cada mirada, cada roce, cada palabra es amor, pero en cualquier momento esa fina capa de amor y muerte es muy delgada, con el simple hecho de que una parte se vaya y pierda todo el interés, como una llama bajo la lluvia, hace que algunos se les haga difícil olvidar.
Eso me pasó justamente a mí.
Yo, literalmente estoy muerta y nunca pude experimentar el amor verdadero que leía en mis libros. Obtuve el cariño y apreció de todos mis seres queridos, eso verdaderamente me lleno de una felicidad enorme, pero, quería más, quería más de él.
Tal vez me hecho la culpa por no haberle confesado mis sentimientos o simplemente deba sentir algo de ímpetu al ver que no daba señales de iniciativa o solamente deba soportar verlo seguir con su vida mientras yo me quedó aquí, vagando sin rumbo, buscando en algún lugar alguien que sienta exactamente lo mismo que yo.
Quizás debería buscar algo más...
Aún que no hay muchas posibilidades estando muerta.
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No digas adiós
De TodoChristina era una chica extrovertida, sobresaliente e inteligente. Podía citar los más increíbles versos de libros y/o poemas en un santiamén si se lo preguntabas y si no, también lo hacía. Su pasión era la literatura, había leído cientos de libros...