VI

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Me sentía un poco mal por Hassel, él intentaba mostrarme sus puntos favoritos de la ciudad, pero estos eran lugares solo para gente de la alta sociedad donde un mugroso como yo no podía entrar ni de chiste. En cambio yo le frenaba en cada músico callejero que tocaba, regateaba con los mercaderes y comía bocadillos que seguramente su fino paladar no soportaría.

Contrastabamos de manera exagerada.

Él, por su parte, desbordaba clase, su elegancia al moverse o al hablar podía ser percibida por cualquiera. Sus manos suaves delataban la falta de trabajo manual y su cuerpo no parecía aquél que se ve tonificado por los trabajos pesados. En cambio yo tenía las palmas de manos y pies curtidas y con callos, habiendo perdido la sensibilidad y, a pesar de que mí piel era tersa y mis movimientos eran graciles, no denotaba el mismo aire de superioridad que Hassel. Siempre sería un pillo de las calles, un ratero que creció sin hogar. Mientras que el hombre a mí lado destilaba por cada poro de su ser riqueza y finura.

Menudo dúo más raro éramos nosotros dos.

La noche se acercaba rápidamente, sin permitirnos pasar más tiempo juntos, era sorpréndente como las horas pasaban tan rápido en su compañía. No había notado lo tan a gusto que me sentía hasta que tuve que despedirme, la idea no le hizo gracia a ninguno de los dos, él se sentía feliz de conocer, según sus palabras, a alguien tan interesante como yo. Por mí parte estaba alegre de haber echo una nueva amistad, una que hasta ahora no parecía tener segundas intenciones hacía mí persona.

Hassel me acompañó hasta el circo y prometió ver mí función otra vez. Le molesté un poco llamándole "sanguijuela" pues parecía no querer despegarse de mi. Él simplemente acariciaba mi cabello y sonreía dulcemente. Me sentía muy ansioso de dar esta función, sentía cosquilleos en el estómago y más de uno me preguntó el porqué de mí sonrisa de idiota, ocultaba el motivo entre balbuceos torpes sin querer dar explicaciones. Cuando llegó el momento de la verdad me mostré sonriente y rebosante de alegría a la multitud.

Pero él no estaba ahí.

[×××]

—¡¿Qué mierda acaba de pasar allá afuera?! —Omar parece echar humo, él es algo así como un hermano mayor para mí, me había ayudado en todo momento siempre que pudo para que me acostumbrase al ritmo que llevaba el circo. Ha sido una especie de mentor luego de que Gianna nos dejase, él se siente responsable de mí y por consiguiente, de todas mis metidas de pata.

—Omar... Hoy no... Por favor —estoy echo un ovillo en la hamaca, luego de la función me vine directo aquí, no quería hablar con nadie ni mucho menos dar explicaciones.


—Ni porfavor ni mierdas, me vas a decir el porqué de tu actuación patética en este mismo instante —su furia logra que me sienta mas miserable, no tengo ánimo alguno de responderle, a pesar de que sabía que eso solo lo haría enfurecer aún mas. Intento armar una frase coherente, una oración que pudiese dejarle conforme y que me librase de su furia, pero no quería contarle la verdad. Porque sería muy estúpido de mi parte deprimirme por que alguien, al cual acababa de conocer hoy, no se encontraba entre el público.

Y entonces recordé algo sumamente importante.

—Hoy es el aniversario —el rostro de Omar perdió todo color y sus ojos me miraron sorprendidos. Se humedecía los labios sin saber que decir, por mí parte decidí continuar—. Lo había olvidado por completo, pero vi a alguien en el público que me hizo recordarla, yo... No quise... —A pesar de que no había visto a nadie que me la recordase, mi dolor era real. Hoy es el aniversario de la muerte de Gianna, y el sufrimiento que eso provoca en todos nosotros es inmenso.

—No te dijimos nada porque creímos que era lo mejor, parecías tan feliz que no quisimos recordarte lo y arruinarte el día. Por eso pensamos dejarte actuar hoy —Omar se sienta conmigo en la hamaca y me abraza, acurrucado entre sus brazos comienzo a sollozar—. Tú fuiste como un hijo para ella, te amaba.

—Y ella fue mucho más que una madre para mí... —las lágrimas empiezan a bajar rápido por mis mejillas, los recuerdos me azotan la cabeza y siento que también me perforan el corazón, me falta el aire y me duele todo.

Definitivamente me siento el ser más desdichado de la tierra.

—¿Quieres prender una vela? —se suponía que la luz de la vela representaba el alma de esa persona y que mientras la luz no se apague ella estaría con nosotros. No me gustaba hacer eso pues sentía que no la dejaba descansar en paz.

—Quiero una belladona.

—¿Solo una? —asentí sin ánimos de hablar, juntos salimos de la carpa y caminamos hacia la frondosa vegetación que circundaba el circo y la ciudad, en silencio y con calma, empezamos a buscar la dichosa flor.

Sin quererlo mí mente se empezó a llenar de recuerdos; cuando el circo llegó a donde yo vivía hace tantos años fue Gianna quien me permitió quedarme y se hizo cargo de mí, me enseñó el arte del trapecio y lo básico del contorsionismo. Gracias a ella supe leer y escribir, el dinero que tenía lo usaba para comprar pintura y nos pasábamos las tardes dibujando los diferentes paisajes. Me dio clases de canto y violín, ya que ella antes del circo era parte de una orquesta. Gianna no sólo fue una mentora, fue mí salvación.
Pero murió culpa de una enfermedad que infestó el lugar donde íbamos a actuar. Su belleza y su sonrisa se las devoró la enfermedad y solo resistió tres días antes de morir. Han pasado cinco años, y aún lloro como un crío al recordar sus últimas palabras;

»𝑌 𝑠𝑖 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎𝑠 ℎ𝑜𝑦 𝑝𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒, 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎𝑚𝑒 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑜 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎𝑟𝑒́ 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑔𝑜. 𝑌 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑒𝑠 𝑦 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖́𝑎𝑠, 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑒𝑖𝑟𝑒́ 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑔𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛.«

—¡Las encontré! —el grito de Omar me sacude por completo, se aparta para que pudiese ver la inmensa cantidad de belladonas florecidas—. Son preciosas, supongo que por eso eran sus favoritas.

—No, lo eran por su significado —tomé una entre mis manos sin cortarla y pronuncié con la voz quebrada y la vista nublada—. Según los italianos quiere decir "mujer hermosa" ella las amaba porque en la orquesta su amante se las regalaba cada noche, hasta que tuvo que volver a Italia, con su marido.

Poco después supe en verdad porqué le gustaban tanto y era debido a que reflejaban una realidad; toda mujer hermosa esconde un profundo y mortífero veneno en su interior.

Corazón itineranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora