En la mafia escasean las historias que alegran el alma y el corazón. Es un mundo oscuro, repleto de dolor y de tragedia, al que se ha habituado. En sus esquinas más tétricas ha encontrado puntos en cuales hacerse sitio. Los monstruos ovillados le dan la bienvenida, lo acogen con cariño y le extienden su fidelidad. Se ha acostumbrado a su lenguaje soez, a los premios de consolación que da el ceder a lo único que conoce y que se haya fuera de la bueno y correcto.
Bebe un trago de Opus One. Lo paladea. Lo intenta. A esas alturas de su aflicción, y con bastantes grados de alcohol corriendo ya por sus venas, ha perdido la capacidad de razonar si quiera el proceso de deleite.
Engulle el vino, lo hace sin apreciar los tonos o el buquet, con la más absoluta insolencia a la majestuosa cordialidad contenida en la botella de fino terroir.
Hipa. Se limpia con el envés de la mano un hilillo de saliva y vino.
La bebida no escasea en las sombras de la sociedad. Es ahí, quizás, donde más abunda, donde se convierte lo banal en arte y aflora a la superficie, cuando pasa por su debido proceso de destilado en el dinero y sangre, entre trajes caros conseguidos por métodos dudosos.
Observa su reflejo en el cristal. La fabricación europea de la más alta calidad, Riedel, le devuelve la mirada a través de la imagen en su superficie, y en esa confrontación encuentra la decepción.
Lanza la copa. El contenido y el precioso cristal se desparrama por el exquisito alfombrado de la sala.
Se arrepiente casi enseguida de su falta de control. Inclina el cuerpo al frente. Cubre su rostro. Aprieta contra su cara la tela de los guantes. El bordado a medida, elaborado por el grandísimo Baker, se impregna de los efluvios de su exceso.
La frustración va en aumento, la siente retrepar de su estómago hasta detrás de sus dientes. Es un grito que no quiere dar, que sabe que lo derrumbará como pasa cada que el trabajo lo deja libre, que tiene tiempo para pensar. Lo contiene. Es inútil y también lo sabe. El grito reprimido le ahoga la respiración, le acelera el pulso, le golpetea los tímpanos, sofoca sus pensamientos.
No puede más.
Estalla.
Grito completo que carece de representación fonética o de onomatopeya.
Grita y se destroza el corazón, el que tiene hecho añicos.
Toma un Weischer y lo arroja. Vuelca las sillas Le Corbusier del comedor. Patea
Tendrá que remodelar. No importa. El dinero sobra, lo material se recupera. Vendiendo su alma al diablo, que lo acogió con cierto grado de humanidad tras ser considerado una mera rata de laboratorio; conseguirá los recursos que quiera. No hay problema. Lo que en verdad le interesa ya no se halla a su alcance.
En ese mundo de sombras no hay espacio para la ignorancia o las ilusiones, para las historias hermosas, las románticas que inician con flores. Esas con las que soñó de joven y...
Chuuya, mejor que nadie, conocía el significado de las rosas negras, las que admiraba por su elegancia, por cuanto expresaban, y... que rechazó al llegar a su puerta.
La explosión se sosiega. Amaina la tormenta de sus reproches, cayendo en el sillón destrozado por la hoja de su cuchillo, en los jirones de telas.
Llora.
En la mafia escasean las historias que alegran el alma y el corazón. Es un mundo oscuro, repleto de sombras en las que un rayo de luz y esperanza puede iluminar a uno, no a dos, dada su frágil existencia. Cuando Dazai se ofreció a compartirlo con él, Chuuya lo declinó, consciente de que prefería quedar oscuras, que arrastrar a quien encontró una oportunidad.
Meses después Oda falleció, y la luz que le tendió a Dazai tiró de él para alejarlo de su lado. Justo como tenía que ser, sin el lastre de su peso.
ESTÁS LEYENDO
Black Rose [#SoukokuWeek]
FanfictionConjunto de drabbles con motivo de la Soukoku Week 2018. Años después está ahí cada semana, con un mensaje repleto de matices que no llega ni llegó nunca a su destinatario.