Day 5: Una caja de balas / Píldora

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Es la primera temporada libre tras haberse establecido hace dos años en aquel pintoresco poblado italiano, belleza oculta a los ojos turistas, en que han formado su paraíso. Una zona lejos de la mafia y de la agencia, de Yokohama. Hogar humilde compuesto de una casa céntrica, cuya planta baja remodelaron para ser librería, situando en la alta su nido de amor.

Cargando en brazos las bolsas de papel con el pescado y las verduras compradas en el mercado local, entra por la puerta ubicada junto al cancel del local que yace cerrado. Sube las escaleras hasta el recibidor. En el enorme espejo ovalado da un rápido vistazo a su persona.

El cabello largo le cae en una coleta hasta media espalda. Naranja rojizo vivo resaltando el brillo de su mirada marina, en perfecto juego con la sonrisa que se extiende por su rostro. Reflejo exterior de la dicha interna.

Su línea de pensamientos se dirige al desayuno.

Dazai debe seguir durmiendo, así que quiere impresionarlo con un platillo delicioso, por eso se ha levantado temprano. Sorprenderlo, hacerle saber lo feliz que es a su lado, continuar olvidando los horrores del ayer centrándose en eso, en el amor que comparten y por el que huyeron.

En la cocina, la figura encorvada en una silla junto al desayunador corta su radiante mañana. El hombre sentado ahí, se sacude por un llanto desconsolado.

—¿Osamu? —lo llama confundido y asustado, colocando las bolsas del mandado en la mesa.

Su pareja alza la vista, y apenas lo ve corre a abrazarlo. Es un gigante que se deshace como niño entre hipidos. Demonio que pena inocente.

—Soñé que te ibas, que me dejabas, y cuando desperté y no te vi...

Pensó lo peor, completó la frase en su cabeza, acurrucándolo en sus brazos, sin reprochar o menospreciar el efecto de una pesadilla, pues a lo largo de esos años ha sido reciproca la compañía tras lo que ocurre en sueños.

Dazai teme perderlo, que su lealtad le gane, y no lo culpa, al inicio le costó desintoxicarse de su mundo y más de una vez temió no conseguirlo.

Y así como el ex-detective teme que el ex-mafioso se vaya, Chuuya tiene miedo de que Dazai haga lo mismo a su modo.

Sus propias pesadillas, las que más de una vez lo han levantado en ese estado de miedo irracional, están llenas de cajas de balas y píldoras, de un adiós premeditado, del cumplimiento de los anhelos pasados de quien fuera un reiterado suicida inconcluso.

En su hogar los miedos convergen, se sosiegan mutuamente y se permiten ser. No hay límites, no hay necesidad de reprimirse, sólo son. En los terrores, en sus sombras, hayan dulce compañía que saben segura y que los hace emerger a la felicidad, para continuar amándose lejos de la miseria... muy a pesar de las inseguridades que los cortejan y secundan.

Black Rose [#SoukokuWeek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora