Capitulo 1: Fantasia

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          En la oscuridad de mi habitación, no logro ver su rostro pero si siento sus manos ansiosas tocarme. Divaga por mis piernas con lentitud como si no tuviera prisa y yo; con la respiración agitada queriendo que esas manos tan suaves y caliente me toquen pero aun así no logro que lleguen a mi sexo. Trato de alcanzar una de sus manos pero me la retira y la coloca al lado de mi cuerpo. Suelta mi mano y continua a subir por mis piernas zigzagueando; adentro, fuera, suave, lento. Cuando llega a mi centro, sus manos suben por mi monte de Venus sin llegarlo a tocar. Siento su caricia caliente y sé que tengo mis bragas empapadas de mi excitación.

         Con las puntas de sus dedos va acariciándome haciendo camino y con él va subiendo mi camisón hasta llevarlo por debajo de mis pechos. De repente deja de acariciarme y se me escapa un gemido de protesta, «quiero que siga excitándome como hasta ahora».

         Entreabro mis ojos y veo su silueta desde lo alto y siento su mirada de depredador, caliente, llena de deseo y hambre de hombre a pesar que no veo su rostro, siento su energía sexual y su excitación. Me admira desde su posición y me excita, me muevo ante su mirada y me coloca una mano en mi vientre; comienzo a jadear y mi respiración es más agitada. Lo veo llegar al borde de mis bragas y me acaricia con su aliento caliente y su respiración le hace coro a la mía.

          Deja regueros de besos y de mordiscos sobre mi vientre y sobre mis bragas hasta que me la quita sin darme cuenta mientras sigo en un estado de éxtasis. Va subiendo por adentro de mis piernas alternándolas llenándolas de besos y mordiscos que van en línea directa a mi clítoris y me hace gemir antes la expectativa que llegue a mi centro.

         Y como si me hubiera leído la mente, me separa las piernas y se instala entre ellas para comenzar a jugar conmigo. Comienza por mi monte de Venus mordiéndolo, lamiéndolo, besándolo y va bajando excitándome. Va dejando su marca según las manecillas del reloj, los labios, pasa su lengua por mi apertura para terminar en mi clítoris en donde pasa su maravillosa y exigente lengua por él, jugando, excitando, mordiendo y lleno la habitación de jadeos y gemidos. Ya se me hace difícil respirar, mi piel se siente sensible, mis pezones están tan erectos que duelen y mi boca esta seca deseando devorar la de él.

       Continua su decadente hazaña, su lengua haciéndose dueña de mi clítoris; sube y baja, succiona, besa, muerde hasta que comienza a crecer una sensación desde el centro de mi ser, una nunca antes sentida y todo acaba, para de torturarme, me quejo. Me mira con hambre de hombre con fuego en la mirada, se acerca a mí y me arranca con fuerza el camisón que estaba en mi pecho; dejándolos a la vista para su deleite y deseando su toque, su juego y comienzo a lamer, besar, succionar y acaricia con sus manos alrededor de mis tetas.

        Se pasa de una a otra con la misma intensidad. Coloco mis manos en su cabeza y hago que se acerque a mi boca para devorarlo, excitarlo y nuestras lenguas se acarician por primera vez en la noche. Mi clítoris comenzaba a palpitar deseando su toque. Se restriega su entrepierna en la mía mientras nuestras respiraciones se hacían más agitadas e irregulares. Su polla es grande, caliente y gruesa y mientras más se retuerza en mi coño, más crece mi excitación.

          Estoy aquí tendida debajo de su peso, jadeando, excitada, húmeda y deseando su polla dentro de mí. Me la imagino haciéndose dueño y señor de mis adentros, apagando el fuego que siente por dentro y por fuera. Aprovecha mi éxtasis, nos separamos un poco y fue suficiente para que un destello de luz de la calle ilumine sus ojos. Ojos ardientes por el deseo, son de color verde; ahora sus pupilas están dilatadas y me mira con ansias, con hambre. Me devora en un beso, sus manos están estrujando mis pechos y su polla está en la entrada de mi sexo y me muevo hacia adelante en busca de él y me complace.

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