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Aquel lunes fue el peor de su vida. Su carta, aquella que había escrito con amor y expuesto sus sentimientos estaba repartida por toda la escuela. Copias y copias de su carta pegadas en cada casillero y espacio escolar con el único fin de evidenciarlo.

Quiso huir, desaparecer. Morir.

¿Yesung había sido así de cruel? Su corazón intentó comprender, pero realmente no podía. Yesung había pisoteado sus sentimientos, y no solo eso, lo había hecho público con el único fin de humillarlo.

No lo soportó. Mientras todos reían, salió corriendo a esconderse al único lugar que sabía que estaría solo en esos momentos, el almacén de objetos perdidos.

Lloró hasta que no tuvo una lágrima más que soltar. Entonces se quedó dormido sobre un enorme baúl de madera. Cuando despertó lo hizo porque algo más había hecho ruido en el pequeño almacén. Una caja de cartón había caído en el único escritorio del lugar. Cuando se sentó de vuelta en el baúl y talló los ojos en el proceso, descubrió poco después a alguien mirándolo. Era él, Yesung. 

Ryeowook no supo qué hacer para desaparecer ahí mismo.

Él lo miró por un corto momento, hasta que decidió que inspeccionar la caja era más importante.

—¡Tú! —Gritó Ryeowook reuniendo coraje— ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! Yo... ¡Mis sentimientos no son un juego! No tenías por qué mostrarla, un simple rechazo hubiera sido suficiente, ¿pero por qué?, no lo entiendo.

—No dejes que una simple broma te afecte —le respondió, pero sin ponerle gran atención. Ryeowook apretó los puños.

—¡¿Una simple broma?, ¿en serio?! —Oprimió ahora los dientes— ¡Discúlpate! ¡Es lo mínimo que merezco! No puedo creer que llegué a fijarme en alguien como tú. Pero te juro que voy a olvidarte más pronto de lo que crees.

Yesung, por primera vez, dejó de mirar hacia la caja de cartón para fijarse en su compañero. Giró en su dirección y caminó hacia él, Ryeowook cayó sentado de vuelta al baúl, ahora estaba acorralado entre la pared y Yesung, quien se había agachado para quedar a su altura.

—¿Y qué te hace pensar que fui yo quien mostró tu carta? —preguntó sin apartar la vista de él.

—Ah... fuiste tú, yo te la entregué a ti.

—Ni siquiera llegué a leerla —respondió—. Quien te hizo esto la tomó de mi mochila.

—No... no es cierto —muy cerca, demasiado, Ryeowook no había tenido a Yesung a tan corta distancia desde que lo conoció.

—Cierra tus ojos —pidió, acción que dejó a Ryeowook mudo y sorprendido—. Hazlo.

No supo por qué, pero lo hizo. El rostro sereno de Yesung fue el que lo hizo tomar esa decisión. Pronto sintió su nariz chocar con la de él, la distancia era mínima, entonces la humedad de su lengua tocó sus finos labios, después los arropó con los suyos.

Una carta para Silencioso (YeWook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora