Una Profecía de Abandono

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Las calles de un pueblo fantasma estaban cubiertas por la niebla y el polvo de las ruinas que el viento levantaba. Aunque todo estaba destruido, aún se sentía un leve zumbido como si el eco de las pisadas de alguien quisiera hacerse notar. Kashmir andaba con cautela, lejos de espacios abiertos y entre los callejones que aún mantenían forma de haber sido el hogar de alguien.

Al llegar a un gran atrio con grandes pilares sobre el suelo, Kashmir se dio cuenta que había llegado a lo que alguna vez fue una gran plaza. Aún se sentía que ese lugar era el centro de la vida de ese lugar. Pero ahora se sentía una nostalgia poderosa, como si poco a poco muriera ese lugar. 

Un hombre encapuchado yacía en silencio junto a un pilar. Éste escribía en silencio sobre un pergamino viejo. Kashmir se acercó al hombre con cautela, pacífico y amigable. El hombre levantó la mirada a Kashmir, revelando el vendaje que cubría su boca. De ojos rojos por no dormir y piel pálida por comer apenas, el hombre formó una débil sonrisa y ofreció su pergamino a Kashmir. El aventurero se sentó junto al hombre, quien insistió con el pergamino. Kashmir lo recibió con una sonrisa también, y lo examinó con cuidado. El hombre tenía escrita una crónica sobre los últimos días. 

"Día 32  / Otoño: El sol sale de nuevo. No más explosiones hoy"

"Día 34 / Otoño: Nublado por el polvo. Parece que ahora los acorralan en sus habitaciones. Dormiré afuera, sólo para estar seguros."

El hombre le lanzó una mirada de lástima a Kashmir, como si le dijera "sé que mi vida es horrible" y recuperó su pergamino. Kashmir buscó dentro de su mochila algo de comer, y encontró uno de los panes que se llevó de la casa del hombre que había perdido su hijo. El hombre lo miró como si fuera oro, lo tomó con total cuidado, miró a Kashmir con agradecimiento, y se alejó en uno de los callejones de la ciudad. Kashmir se quedó solo en esa plaza, imaginándose qué le habría sucedido a ese lugar.

"Este pueblo reunía personas de todos los lugares cercanos, muchos de los que ya has visitado. Incluso el reino de Astoria tenía mercaderes que viajaban hasta acá. Este pequeño pueblo mercante era como un santuario para viajeros cansados en travesías largas, y aquí, todos tenían un refugio. Nunca nadie gobernó este lugar, pues todo se regía bajo reglas de hospitalidad y solidaridad. Todos los que pasaban por aquí extrañaban volver a su hogar, y por eso, nadie cargaba con alguna ambición que pudiera traicionar la confianza que todos se tenían.

Un día, un hombre misterioso llegó al pueblo en un caballo blanco. Nadie le conocía, pero todos asumieron que pasaba por allí en una larga travesía. Este hombre, sin embargo, siempre se sentaba en la plaza y observaba lo que sucedía. Muchas veces, anotaba en un pergamino quiénes llegaban, quiénes se iban, quiénes compraban y quiénes vendían. Pasaban los días, y el hombre no abandonaba su puesto. Este extraño acumuló la historia de este pueblo y, sin hablar a nadie, era capaz de predecir cuántas personas llegarían, cuántas llegarían y cuántas se irían. Algunas personas en búsqueda de esa información, le preguntarían a cambio de algo de comer. El hombre se limitaba a mostrar su preciado pergamino con las respuestas.

Un día, sin embargo, el hombre no escribió nada. Con una mirada perturbada, miraba en el horizonte, sin escribir nada nuevo. Tantos se acercaron a preguntar, pero el hombre se negaba a mostrar su pergamino. No había objeto que valiera la información que guardaba.  No había suma de dinero que lo hiciera ceder. Excepto, cuando un mercader le ofreció soldados para servirle, fue entonces que el hombre reveló su secreto. 

'Día 35: El que entre hoy no saldrá nunca'

Sintiéndose defraudado, el mercader rico ordenó a sus soldados regresar con él, pero estos entraron en pánico, recordando que habían llegado ese mismo día. El hombre rico enfureció y se abalanzó contra el misterioso hombre. Los soldados lo protegieron sin dudarlo. 

Ese día, nadie quería negociar. Sólo querían abandonar el pueblo. Se robaron negocios, se asaltaron los almacenes y tiendas, tantos fueron masacrados mientras muchos desesperadamente buscaban la manera de continuar su camino lo antes posible. 

En medio de su lucha por conseguir las provisiones y huir, una gran guerra estalló en ese pueblo, y el odio hizo que nadie dejara el lugar hasta vengarse de lo perdido. Y así fue como nadie dejó el lugar ese día, pues o habían muerto, o aún había una venganza por cobrar."

Kashmir observó el amuleto con terror completo. Sintió un escalofrío al notar al hombre de la capucha observarlo frente a él, con una tétrica sonrisa tapada por sus vendajes. 

La Leyenda de Kashmir y las Voces del LagoWhere stories live. Discover now