Los domadores de leones ya alimentan a sus mascotas, la mujer barbuda se peina, el hombre forzudo aceita sus músculos, el lanzador de cuchillos afila sus instrumentos, los tragadores de fuego calientan sus gargantas con vodka, el contorsionista estira su cuerpo, las siamesas discuten, los enanos se visten, la mujer sin brazos se pone los zapatos...
Hoy hay casa llena, todos deben prepararse, hasta el espectáculo mas absurdo debe brillar, nadie quiere que el maestro de ceremonias se enoje. El circo siempre estuvo lleno de personajes carismáticos, divertidos, aterradores, enigmáticos...
Pero claramente aquí el mas misterioso es el Bufón de traje rojo y negro con máscara blanca. Cuatro bufones son los que integran el circo pero éste en específico causa una diferente sensación. No habla con nadie, nunca se lo ve practicar, siempre permanece con la misma actitud pasible y rara, jamás se quita el traje pero siempre está impecable. Miles de rumores corren sobre él, no se acerca a nadie más que al jefe de ceremonias, el único conocedor de su voz, de su rostro, el único que de enserio lo conoce, su único amigo. Todos quieren saber que esconde, cual es su historia, donde lo conoció el jefe pero este evade las preguntas respondiendo a gritos que no les incumbe, y si siguiesen insistiendo como ya ha pasado en más de una ocasión no duda en usar el látigo.
Uno a uno van pasando, realizan su espectáculo frente a la multitud, salen del escenario y sigue el próximo. Malabaristas, equilibristas, perros disfrazados, elefantes entrenados, hombres con deformidades imposibles de creer, mujeres de tres senos, todo lo que imagines podrás encontrar aquí. No es una sorpresa que más de un niño llore de miedo al ver a los payasos, con sus caras deformadas de maquillaje y sus trucos tan absurdos que ni siquiera dan ganas de reír. Pero llego el momento, en el medio del show la música se frena, el silencio es absoluto, tanto por parte de los espectadores sorprendidos como de los demás artistas que ya saben lo que viene. Las luces solo enfocan el centro de la pista, lentamente una figura se acerca para incorporarse a la luz. Todos lo miran, y él también los mira, los analiza, sabe lo que sienten aunque ellos mismos no lo sepan. Lleva sus manos lentamente hacia su cintura y la introduce en el bolsillo del abultado pantalón que lleva, el silencio sigue colmando la gran carpa violeta, ahora rápidamente saca algo y los muestra al público. Un alargado globo verde. Sopla siete veces hasta inflarlo, sin parar de mostrarlo lo hata tan rápidamente que en menos de dos segundos ya tiene un perro que mira hacia el público en su palma izquierda. Pero el show todavía sigue porque ahora sostiene en su otra mano un largo alfiler y se limita sin quitar su vista de la gente a traspasar el perro de lado a lado para que estalle y dejar la gran aguja incrustada en su mano. Todos, sin excepción gritan atemorizados. El dolor no se refleja en su máscara, ni debajo de ella. El coqueto personaje coloca sus manos en su nuca, espera un corto tiempo y se pone a bailar levantando primero el pie derecho y luego el izquierdo, solo repite eso durante un minuto hasta frenarse en seco, saludar con una reverencia y hacer el amago de irse, pero antes de desaparecer completamente en la oscuridad aplaude exageradamente, sin parar, generando muchísimo ruido, los cascabeles de su cabeza no se quedan quietos y la gente se altera. Pero nuevamente se queda congelado unos segundos y se retira. Ahora es el turno del traga sables, anuncia el maestro, la música se reanuda, se encienden las luces y la gente por su propio bien olvida lo que acaban de ver.
El show fue un éxito, desde hace años la recaudación no era tan grande y hay que festejar como se festeja en el circo, tomando hasta que ya nadie quede en pie. La fiesta duró horas, todos felices comienzan a retirarse tambaleándose, todos han tomado de más, todos menos alguien...
Solo queda encendida la tenue luz de una vela en la carpa que utilizaban como comedor, en una larga mesa de madera que en otro momento la ocuparían treinta artistas ahora solo la utiliza el líder de aquel espectáculo que poco a poco florece. Poseía una sonrisa en su ajado rostro, en la mano derecha tiene una botella naranja llena de cerveza, apoyado en la mesa dejo su galera, el látigo que siempre lo acompaña se encuentra a su lado en el banco y del cinturón le cuelga un manojo de llaves, más de cien, cada una abre la puerta de uno de los improvisados cuartos que utilizan los cirqueros, solo él conoce de memoria cual pertenece a cada cerradura.
Disfruta de la tranquilidad que posee en ese momento, pero eso esta por cambiar, una figura decide que es el momento de presentarse. El Bufón se mimetiza frente a él y se limitan a mirarse durante un tiempo, hasta que cansado el Maestro de ceremonias le hace una sutil pregunta:
-¿Que quieres?
No contesta nada.
-Esto de jugar al misterio comienza a cansarme.
Ni siquiera se mueve.
-Deja de jugar conmigo, ya no eres el niño que adopte y cuide. Empieza a madurar o yo te madurare.
Intento tomar el látigo tanteando en la oscuridad pero ya no es posible. Miro a su hijo, no poseía la tranquilidad que siempre conservaba, lentamente quito su gorro con cascabeles, una pelada y cicatrizada cabeza se asomo. Coloco sus manos en su cara y retiro su máscara, miro a quien estaba frente a él, con lágrimas en los ojos ahora le tocaba preguntar:
-¿Esto es cuidar?¿Esto es vivir?¿Esto es lo que tu describes como ser feliz?
Su voz era más gruesa de lo que cabía esperar, mientras decía estas palabras recorría con un dedo cada una de las incontables cicatrices que conformaban su blanquecino rostro.
-Estoy cansado padre, cansado y adolorido, no quiero seguir así.
Su "padre" se coloco de pie, se ubico a centímetros de su rostro y murmurando le dijo:
-Me importa un carajo.
El pequeño bufón estaba a punto de contestar pero algo lo perturbo.
CLASH. Una botella se partió en la otra punta del comedor, volteo rápidamente y observo a un enano vestido de rojo salir corriendo, los enanos se caracterizaban por vestirse cada uno totalmente de un color diferente al resto, diferenciarlos era fácil. Se coloco la máscara y el gorro antes de salir corriendo detrás de el.
Había visto algo que no debía haber visto, eso era impermitible. El pequeño rojizo se detuvo, enfrente de el estaba su peor pesadilla, lleno de ira le dijo a la luz de la luna:
-Ven pequeño, tomemos un paseo.
Extendió su mano que aún contenía la aguja incrustada y este la tomo, días después encontraron a Rob el enano ahorcado a pocos metros del circo, ahorcado con algo peculiar, un látigo. A nadie le costo encontrar al dueño.
No se hicieron preguntas, así era en el circo. Todos acusaron al maestro de ceremonias, lo metieron en la carpa principal y lo insultaron, pero eran cobardes, no se atrevían a hacer nada más:
-Imbéciles, son unos imbéciles, eso es lo que son. Miedosas gallinas de que les sirve esto, todo seguirá igual porque nadie extrañara a un tedioso enano.
La furia los carcomía pero no podían hacer más, al menos ellos no...
Por la puerta ingreso el últimos integrante que faltaba, con un cuchillo en mano y sin decir nada lo arrojo para incrustarlo entre los ojos de aquel hombre que ahora, con cara de asombro caía bruscamente. Sin inmutarse se acerco al cuerpo del que antes había llamado padre, dejo caer su gorro sobre la sangre que cubría el suelo, los cascabeles sonaron por última vez, tomó la galera para mirarla antes de colocársela.
-¡Que comience el show! ajio ajio.
Nadie se atrevió a quejarse aunque sabían que habían acusado a la persona equivocada.
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Historias De Terror Que Intentaran Asustarte
TerrorSon las 2:52am en Manhattan, una tormenta azota toda Nueva York, de igual manera Mónica camina hacia su casa, por Rausan Street luego de una dura noche de trabajo. Sus piernas flaquean del cansancio y decide doblar en la calle 142 para poder llegar...