Capítulo 2

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Gwen

"Hola, ¿les puedo ayudar?, pregunta la chica que ha abierto la puerta.

Se ve como de mi edad, aunque es un poco más baja que yo; tiene un hermoso cabello castaño, el cual cae por sus hombros como cascada. Viste unos shorts de mezclilla, una camiseta negra que dice "Yo fui. Yo dejé salir a los perros", y lleva unas alpargatas, con las tiras enrolladas hasta sus rodillas. Pero lo que más noto de ella son sus ojos, sus hermosos, exquisitos ojos verdes.

"Hola, mi nombre es Anne Hurst, él es mi esposo, Aldrich, y ellos son nuestros hijos, Gwen y Liam", nos presenta. "¿Están tus papás?".

"Oh, no, lo siento. Salieron a la ciudad a recoger unas cosas y no sé cuándo regresaran", ¡mi Dios! Tiene un ligero acento francés.

"Bueno, pues, te dejaremos estos presentes de bienvenida", le da la canasta de muffins y las flores. "Y regresaremos mañana, a darles la bienvenida oficial al vecindario".

"Gracias...", y con eso mi madre sale del pórtico, papá tras de ella. Liam y yo nos quedamos parados ahí, algo incomodos.

"Lo siento, ella no tiene mucho tacto con los adolescentes", bromeo. Si pensaba que su voz es mágica, su risa es de otro mundo.

"Lo sé, así son los adultos, ¿no?", me sigue la corriente y juro que podría derretirme ahí mismo. "Mi nombre es Elise, por cierto, Elise Desjardins", y extiende su mano para estrecharla con la mía, y luego con Liam.

"Es un gusto conocerte, Elise", ¡Oh cielos! No puedo más con esto, mis piernas se sienten como gelatina. "Bueno, te dejaremos en paz por ahora, nos vemos luego".

"Claro, adiós", tengo que forzarme mentalmente a irme de su pórtico.

¿Cómo se supone que funcione correctamente con ella como mi vecina? O sea, apenas si pude sacar algunas oraciones ahora... ¿Qué pasaría cuando tuviéramos que interactuar más? ¿En los asados, el festival de la calle en el otoño? ¡Oh mi Dios! ¿Qué tal en la escuela? ¿Estará en mis clases? ¿Qué edad tiene?

"¡Órale!", exclama Liam, sacándome de mis pensamientos.

"¿Qué?", le retobo.

"Eso fue raro...", dice al abrirme la puerta. Nos metemos a la casa.

"¿El qué?", le pregunto mientras subimos las escaleras, hacia nuestros respectivos cuartos.

"Tú, con esa chica... Elise. Hay mucha química ahí. Es casi... palpable", hace un gesto, como si intentara agarrar algo del aire.

"Wow, esa es una palabra muy grande para ti. ¡Felicidades hermano!", le doy una palmadita en la espalda y me encierro del mundo en mi habitación.

Desde hace un tiempo sé que no soy... heterosexual, y he batallado entre la bisexualidad y la homosexualidad, pero me es un poco difícil hablar al respecto con alguien, más que nada, porque la mayoría de las veces, soy muy reservada, y apenas si hablo de mis sentimientos, incluso con Emily me cuesta expresarme. Y por eso pinto; cuando eso no funciona, salgo a correr. Y cuando eso no ayuda, me meto bajo la cama donde he colgado unas luces navideñas que tome del closet de mi mamá. Me acuesto ahí, y solo respiro.

Y eso hago el momento en que cierro la puerta tras de mí. Y sé que está bien hacer sólo eso: respirar y cerrar mi mente.

***

La alarma suena, y me despierto con un sobresalto, pegándome contra la cama; me quedé dormida debajo de ella. Me salgo y sobo mi cabeza. Genial, ahora tendré un chichón o un moretón, a parte de un dolor de cabeza.

Al Final del DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora