Capítulo 3

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En cuanto Pablo abre la puerta de nuestro apartamento los gritos de exclamación llenan el vestíbulo, yo misma no encuentro palabras para describir lo que siento. Parpadeo un par de veces para adaptarme a la luz y empaparme de todo, ante nuestros ojos hayamos un gran salón con concina americana y justo frente a la puerta unas largas cortinas blancas que ocultan un gran ventanal que cubre prácticamente toda la pared y que tiene unas increibles vistas a...

-¡LA PLAYA! ¡Esto es la caña chicos! Venga dejad vuestras cosas ¡Vamos a pegarnos un chapuzón de bienvenida! -grita Diego.

Impaciente... Los chicos victoréan la propuesta y se dirigen a colocar sus cosas en la primera cama libre que encuentren. Ellos siguen el pasillo de la izquierda, por lo tanto decido explorar el de la derecha. Encuentro dos habitaciones puerta con puerta, exactamente iguales: cama de matrimonio blanca, paredes negras, vestidor, un gran ventanal, una pantalla plana enorme frente a la cama y un cuarto de baño propio. Decido quedarme en la habitación de la derecha, sin ningún motivo, solo porque sí. Es la primera vez en mucho tiempo que voy a dormir sola. Siempre duermo con alguno de los chicos. Como somos seis solemos coger tres habitaciones de dos, y raras veces dos habitaciones de tres. Nunca duermo con el mismo, se turnan, cada vez que cambiamos de hotel cambio de compañero. El motivo por el cual duermen conmigo está muy lejos de ser mínimamente erótico, es un secreto a voces que tarde o temprano saldrá a la luz: Soy sonámbula. Total y absolutamente sonambula. Siempre lo he sido, desde niña, hablo mientras duermo, me muevo mucho, me incorporo, grito a pleno pulmón e incluso las noches malas llego a levantarme de la cama y a moverme por la  habitación con total libertad. No es agradable. Y desde que hace un año comenzamos a vivir en hoteles la situación empeoró, sentirme lejos de casa agita mis sueños y los chicos tienen miedo a que me tire por la ventana o yo que sé qué. Por lo tanto se turnan para vigilarme.

No es que sea una carga todo el tiempo, en el fondo les divierte dormir conmigo. Cuando duermo con Pablo, como en Nueva York, nos pasamos la noche hablando de nuestras cosas, sobretodo de chicas. A menos que tengamos la noche "inspirada", en ese caso es probable que acabemos en el estudio más cercano componiendo. Él es el único que me ayuda con las canciones, lo cierto es que no necesito mucha ayuda, me gusta componer sola, pero él es bastante bueno, sobretodo con la música, así que yo pongo la letra y él los acordes, nos complementamos. 

Cuando duermo con Noel tambien podríamos pasarnos la noche hablando, de todo un poco, es tan dulce. A veces me preocupa que todo esto de la fama le cambie, porque es una de las mejores personas que conozco, pero también es muy inseguro e influenciable. Por eso en nuestras charlas nocturnas intento asegurarme de que todo va bien. Lo bueno de las noches con Noel es que son una conexión con nuestro hogar, solemos contactar vía Skype con nuestras amigas (sí, aunque parezca mentira tengo amigas, no era la única chica de la pandilla) y nos pasamos horas riendo y enterándonos de lo que se cuece por el pueblo. 

Dormir con Hugo es otra historia. No hay nada entre nosotros. Ya no. Pero siempre queda ese algo. Esa chispa que se enciende cuando menos te lo esperas. A diferencia de cuando salíamos juntos, ahora tenemos muchas más cosas en común, entre ellas las series. Lo cierto es que es un super friki de las series, igual que yo. No es que tengamos los mismos gustos, en absoluto, de hecho él suele criticar hasta la muerte todo lo que a mí me gusta, pero yo creo que es más por fachada que cualquier otra cosa, porque a la hora de la verdad, con el pijama y el portatil entre los dos, siempre nos ponemos de acuerdo y pasamos un gran rato. Con él no hablo tanto, y menos de amor, no podría, sé que ha pasado mucho tiempo de lo nuestro,  pero aun así no me sienta bien hablar de otras con él, es incomodo. 

Dormir con Diego es una auténtica fiesta. Pueden pasar infinidad de cosas, ninguna noche es igual a la anterior. Podemos ponernos un maratón de Piratas del Caribe (que son nuestras películas favoritas) y la noche siguiente acabar perdidos por la ciudad en pijama y con una tormenta impresionante (de hecho ya ocurrió, en Estocolmo), o pasarnos la noche en vela hablando, de secretos, de chorradas, nunca se acaba el tema de conversación. Él es la persona que más me conoce en este mundo y sé que yo soy la que más le conoce, me gusta dormir abrazada a él, como niños pequeños. Es el único que puede hacerme reir hasta que mis costillas se tensen. 

Andrés es con quien menos me gusta compartir cama. No me malinterpreteis, es un chico genial, de hecho somos medio de la familia (una rama lejana del primo de la hermana del tio segundo), pero no tenemos muchas cosas en común. Él necesita su espacio, así que cuando dormimos juntos cada uno anda a lo suyo, cojo un libro o mi portatil y él coge el suyo. En el momento justo antes de dormir sí hablamos, y me da la sensación de que Andrés nunca es tan sincero y real como en esos momentos. 

Pero este verano me toca dormir sola. Me siento sobre la cama y comienzo a rebuscar en la maleta en busca de un bikini y una toalla cuando Hugo se asoma a la puerta.

-Aura... me he quedado sin camas en el aula oeste, ¿te importa que me acople a tu habitación? Sé que te habias puesto el reto de dormir sola este verano, pero la verdad es que para mí no eres una carga, prefiero dormir contigo. 

Me mira con esos ojos oscuros y no sé de donde saco las fuerzas para seguir siendo  irónica:

-¿Tienes una habitación exactamente igual que esta para ti solito justo en la puerta de enfrente y dices que prefieres dormir conmigo? Tú estás mal.

-Venga, si nos lo pasamos genial juntos. -se acerca y se sienta junto a mí en la cama, me coloca un mechón de pelo tras la oreja lentamente, recreandose. Entonces se acerca y me susurra, como si fuera un secreto íntimo- Además... sé que no te gusta dormir sola.

Y sonríe, pero no como cuando algo es divertido o pretende ser amable, no. Sonríe con una sonrisa especialmente diseñada para bombardear las Torres Gemelas hasta convertirlas en cenizas. Una sonrisa tímida, de lado, imperceptible para todos, excepto para el destinatario. 

Tomo aire y levanto una ceja sarcástica antes de contestar:

-Anda, corta el rollo, puedes quedarte, deja de lloriquear.

Entonces una sonrisa divertida y resplandeciente se extiende por todo su rostro.

-Merci mademoiselle.

-Ya viene el experto en francés. –digo exagerando el tono de enfado.

-Si quieres te lo digo en alemán.

-Adelante caballero.

-Ich bin froh, dass du mich zu bleiben, aber ich werde gehen, wenn du einen anderen Mann in Ihrem Bett wollen. –dice mirandome con una sonrisa pícara.

- ¿Qué? ¡Eso ha sido muy largo para significar solamente “gracias señorita"! –digo con falsa indignación pero sin comprender nada.

-Creo que he encontrado una frase más oportuna. –añade misteriosamente mientras se levanta para colocar su equipaje al lado derecho de la cama. 

Antes de que pudiera replicar Andrés y los demás aparecen en la puerta ya en bañador y con las toallas colgadas al cuello.

-¡Venga chicos, es hora de explorar las playas australianas! -se interrumpe cuando ve las cosas de Hugo en mi habitación- ¿Pero vais a dormir juntos?

Hugo contesta inmediatamente: 

-Sí -dice mientras rescata un bañador azul de su maleta.

-¿Y la habitación de enfrente? -sigue preguntando Andrés.

-Queda libre -añade Hugo antes de que pueda decir algo.

Los chicos enseguida parecen comprender algo y sus caras cambian al instante.

-¡Habitación del placer! El que encuentre un ligue puede traerlo aquí y que surja la magia. Hugo, tio, eres un genio. -añade Andrés.

Hugo le dedica un gesto de cabeza y se marcha al baño a cambiarse. Por un momento me quedo pensando en si esa sería su intención y me siento ridículamente decepcionada. 

-Bueno Aurelia -dice Diego marcando mucho mi nombre con tono burlón- Os esperamos en la playa, cambiate, date prisa.

Me saca de mis pensamientos y les lanzo un cojín:

-¡Marchaos panolis! ¡Dejadme cambiarme en paz!

-¿Panolis? -pregunta Andrés divertido.

-¡Que os pireis pelmas! -digo cerrandoles la puerta en las narices y apoyandome en ella. 

Un escalofrío me recorre la columna de arriba a abajo, este va a ser un verano muy largo, lo presiento. 

Rolling like a Rolling Stone (5SOS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora