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—Ven conmigo. —Christopher la tomó de la mano y tiró ligeramente de ella.

Dulce se puso nerviosa.

—¿Adónde? —preguntó dudando. Para él, besar a una chica debía ser lo más natural del mundo, pero ella acababa de hacerlo por primera vez. No sabía qué era lo normal en esa situación. Ni lo que esperaba de ella.

—Estamos llenos de barro, podríamos ir a darnos un baño al rió. Está cerca.

Christopher entrelazó sus dedos con los de ella, uniendo sus manos íntimamente.

—¿Tienes algo mejor que hacer? —preguntó tentándola.

—¿Te refieres a algo mejor que darme un baño en el rio con un completo idiota?

La sonrisa juguetona de Dulce lo dejó hipnotizado. Sin duda se merecía que ella lo llamase así, después de haber huido de sus propios sentimientos la noche anterior. Y le devolvió la sonrisa.

—Sí, a eso me refería exactamente.

Dulce comenzó a negar con la cabeza.

—No, hasta la hora de la comida —aseguró volviendo a mirar sus manos unidas.

Él no esperó a que pudiese arrepentirse y volvió a tirar de ella, para guiarla corriendo entre los árboles. Cuando llegaron al rio, Dulce se dio cuenta de un par de detalles que no había tenido en cuenta antes de aceptar la proposición.

Christopher se había sacado ya la camiseta, por encima de la cabeza, cuando se giró y la vio mirar el agua, con duda. Se acercó a ella reconociendo la vacilación en sus ojos.

—No sé nadar —confesó sin dejar de observar el agua. Hasta que él estuvo a pocos centímetros de ella. Entonces se dio cuenta de que Christopher tenía todo el torso desnudo, ocupando por completo su campo de visión. Las partes de su anatomía que había podido apreciar fugazmente en ocasiones anteriores, ahora se exponían libremente para deleite de sus ojos. El calor inundó sus mejillas y la zona más baja de su vientre, despertando abruptamente su deseo.

—¿No sabes nadar?

Tuvo que sacudir la cabeza para centrarse en su pregunta.

Los Días Grises y Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora