Parte 39 Please, forgive me.

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Abro mis ojos y él estaba a mi lado, observandome con una amplia sonrisa.

—Buenos días, cariño.—Digo mientras me desperezo a su lado.

Él espera que termine y me coje de la cintura para atraerme a su lado.

—¿Cómo amaneció mi reina?

Beso su labio superior y me levanto.—Perfectamente.—Acababa de amanecer y la habitacion comenzaba a iluminarse por la luz del sol. Me levanto, casi sin fuerza, y caminó hasta la cocina, desnuda, contondeandome bajo su atenta mirada.—¿Y mi sexy hombre como amaneció? 

—Mejor que nunca.

Tomo un vaso de agua y le sonrió cuando notó que todavía me estaba observando. Él me devuelve la sonrisa y me penetra con la mirada. No parece del todo consciente que en la forma en la que me mira es intensa. Me acerco, sentandome en su regazo. Apoyo mi palma en el colchón al lado de su cuello y me inclino para estallar una llovizna de besos en su cien y mejilla, veo como sus pestañas se cierran en bienvenida. Suspira en deleite. 

—Te amo.—Lo escucho susurrar casi imperceptible.

Pego mi frente contra la suya y espero que abra los ojos. Sus ojos se encuentran con los míos.—Yo también.

Se acerca a mí lentamente y se sienta.  Me coge por las nalgas y me levanta para que con las piernas me aferre a su cintura. Entierra la cara en mi pelo y me abraza. Sujeta a él con fuerza, puedo oír los latidos de su corazón agitado en su pecho mientras me estruja en silencio. Quiero preguntarle qué le pasa. Tengo muchas cosas que preguntarle pero parece muy abatido. Gira en un rápido movimiento tumbandome en la cama, conmigo debajo de él, su peso distribuido por todo mi cuerpo. Es muy relajante. Lo abrazo e inhalo el perfume de su cuello. Suspiro feliz. 

—Dime qué sucede.—Rompo el cómodo silencio después de haberlo tenido abrazado hasta que los latidos de su corazón han recuperado su ritmo habitual. 

—No puedo.—Dice pegado a mi cuello. 

—Dímelo. 

—¿Acaso importa? 

No importa pero quiero saberlo. Puede que a él le guste este juego, pero a mí no, y no va a cambiar lo que siento. Sólo creo que debería saber qué lo atormenta. Es un dato que debo conocer, igual que su color favorito, su comida preferida y la canción que más le gusta de todas. No sé ninguna de esas cosas. De hecho, sé muy poco de él. 

—No, pero me gustaría que me lo dijeras. No sé ninguna de las cosas básicas de ti. 

Me acaricia el cuello con la nariz. —Sabes que te quiero. 

Suspiro. 

Eso no es un dato básico. 

—¿Qué haces hoy?—Dice; mi pelo ahoga su voz. 

—Hoy tengo un día atareado, pero muy productivo.—Acaricio su cabellera.—¿Vamos a correr? 

Levanta la cabeza y me mira descontento.—No. Báñate conmigo. 

—Vale. 

Se levanta y tengo que soltarle el cuello. Me besó en los labios. —Tú quédate aquí, yo preparo el baño.—Da un brinco y se pone los calzoncillos de camino al lavabo. 

El agua empieza a correr y me tumbo de lado. Estoy tranquila y contenta. Él me hace sentir así, y es en momentos como éste cuando sé por qué lo quiero para mí: por lo atento y cariñoso que es. Quizá lo de vivir con él no sea tan malo después de todo. Regresa al dormitorio y yo me tumbo boca arriba para poder deleitarme observando su forma de andar. Hay que ver cómo se mueve. Se agacha para recoger su ropa y dejarla sobre el diván. Está descalzo, con los boxers colgando por debajo de sus gloriosas y estrechas caderas, el torso desnudo que deja ver lo bien cincelado que esta. Podría comérmelo a mordiscos. Eso le gustaría. 

Broken & Unstitched. {Katakuri y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora