Parte 42 Flores...¿Rojas?

154 11 0
                                    


Mierda. Mierda Mierda. ¡Mi cabeza! Duele mucho.

La luz me bombardea los ojos sensibles y vuelvo a cerrarlos de nuevo. Qué horror. Me doy media vuelta y de inmediato soy consciente de que no estoy en mi cama. Abro los ojos de golpe y me siento.

¡Ay! ¡Auch!

Me agarro la cabeza para intentar mitigar el dolor. No funciona.Sólo un disparo en el cerebro aliviaría estos pinchazos. No hay nada que cure esta resaca. Lo sé.Miro a mi alrededor y reconozco la estancia al instante. Estoy en cuarto de Katakuri. Vale, no tengo ni idea de cómo he llegado aquí. Nunca había estado tan borracha como para no acordarme de las cosas. Pienso en lo que pasó anoche y recuerdo la escena que montó Katakuri con el pobre Dan. Después estuve bailando. Y también recuerdo que discutí con él en los baños. Y que luego volví a bailar. Me preguntaría cómo he acabado aquí, pero si Katakuri estaba en el bar no hace falta que me lo plantee. Cojo las sábanas y las levantó para mirar debajo. Tengo las bragas y el sujetador puestos, así que no creo que haya pasado algo. Necesito un cepillo de dientes y un poco de agua urgentemente. Me incorporo con cautela y me quito las sábanas de encima. El delicioso olor corporal de Katakuri alcanza mis orificios nasales. Cada movimiento que hago me provoca un terrible dolor de cabeza y, cuando consigo levantarme, vestida sólo con la ropa interior,me tambaleo. Todavía estoy borracha.

—¿Cómo está mi borrachita esta mañana? —pregunta con aires de superioridad.

¿Por qué no impidió que siguiera bebiendo?Se acerca a mí. Está tremendo con esos bóxers negros y con pelo de recién levantado. Yo debo de estar horrible con el pelo suelto y el maquillaje corrido.

—Fatal.—Confieso malhumorada. ¿Ésa es mi voz? Estoy afónica.

Él se echa a reír. Si pudiera coordinar mis movimientos, le mordería los labios. Me rodea con los brazos, y yo agradezco el apoyo y hundo la cabeza en su pecho. Podría volver a dormirme perfectamente.

—¿Quieres desayunar? —Comienza a acariciarme el pelo. Incluso sus suaves caricias me resultan insoportablemente estridentes, y sólo pensar en comida me dan ganas de vomitar. Debe de sentir mis arcadas y mis convulsiones, porque se echa a reír otra vez.—¿Un poco de agua, entonces?

—Sí, por favor.—Musito contra su pecho.

—Ven aquí.—Me coge en brazos, me lleva a la cocina, y me coloca sobre la encimera con suavidad.

—¡Joder! ¡Qué fría está!

Se echa a reír y me suelta poco a poco, como si temiera que fuese a caerme. Quizá lo haga. Me encuentro fatal. Me agarro al borde de la encimera para sujetarme y me fijo, con los ojos entrecerrados, en Katakuri mientra saca del armario los vasos.

—¿Que hora es?

Rebusca en un cajón y saca un sobrecito blanco.

—Son las ocho de la mañana.

Rasga el sobre y vierte su contenido en un vaso. Se le mueven los músculos de la espalda cuando coge una botella de agua de la nevera; llena el vaso rápidamente y vuelve a mi lado.

—Es aspirina. Te encontrarás mejor dentro de media hora. Bébetelo.

Intento cogerlo, pero mis brazos no se coordinan con mi cerebro. Sin que le diga nada, se cuela entre mis muslos y me pone el vaso en los labios. Me lo bebo todo.

—¿Más?

Niego con la cabeza.—No pienso volver a beber en la vida.—Farfullo, y me dejo caer contra su pecho.

Broken & Unstitched. {Katakuri y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora