Capítulo 5: Confusiones

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Había pasado bastante atareada, la universidad es como una boxeadora profesional, que ya en el primer round te deja en el suelo, molido.
Tenía quiz ese día, no quería llegar tarde y dar una mala impresión, además de que cada punto que perdiera me costaba mucho por la beca.

Al llegar a la universidad, noté que enfrente de donde había parqueado Ferrán se encontraba el mismo coche que estaba parqueado fuera de casa la noche anterior, y el corazón se me comenzó a acelerar, todo aquello me daba muy mala vibra.

- ¿Estás bien? - Ferrán ya me había abierto la puerta del coche y se acuclilló frente a mí, ya que aún seguía viendo directo hacia el auto.

- Ese auto estaba fuera de casa anoche...

Ferrán observó el coche y frunció el ceño. - Hay muchos iguales, de seguro aquel era el de algún vecino.

- Me da mala espina, no se...

- De seguro estás así por el cansancio, hasta yo me siento somnoliento luego de los gritos que pegó esa niña toda la noche. ¿Acaso los bebés nunca se callan?

Decidí creerle a Ferrán, convencerme de que sólo era paranoia por cansancio. Pero resulta que no... No me equivoqué, y más tarde lo descubriría.


El día se había pasado increíblemente rápido, y en cuanto menos lo esperaba ya estaba esperando a Ferrán fuera del edificio

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El día se había pasado increíblemente rápido, y en cuanto menos lo esperaba ya estaba esperando a Ferrán fuera del edificio. El coche seguía ahí parqueado, inmóvil, como si estuviese pegado en esa parte del asfalto, pero no se veía el dueño por ningún lado. 

Mi pulso se aceleró un poco, cada vez más. Tenía taquicardia, me estaba dando el pánico de nuevo, no... no era miedo, y tampoco era pánico. Sentía terror, pero aún no entendía el porqué. Decidí llamar a Ferrán, una, dos, le marqué 5 veces y no aparecía, su coche tampoco, aunque creí que lo habría parqueado dentro del edificio, tal vez para que no le diera el sol... pero estaba entrando el invierno, así que...¿por qué habría ido a parquearlo debajo de la sombra si el sol no se asomaba por aquellas nubes grises?

Incluso me dije a mí misma que esperara un poco a ver si Martín salía pronto... ¿se imaginan el grado de desesperación que podía tener como para aprobar que Martín me llevara a casa?

Entonces traté de mentalizarme, todo estaba bien, tenía hambre, Ferrán no respondía... Si caminaba 1 kilómetro colina abajo, podría tomar un autobús, muchos estudiantes lo hacían y llegaría a casa, sana y salva. Así que comencé a caminar, mis piernas temblaban como gelatina sin razón aparente, y comencé a caminar un poco más rápido para ver lograba estabilizarlas... Y fue una gran error.

El coche salió del parqueo, iba detrás de mí, cuando iba llegando al portón de la universidad me despedí del guarda y casi comencé a trotar. El coche comenzó a andar junto a mí y bajaron la ventanilla del acompañante. 

- ¡Hey! ¿Necesitas un aventón niña?

No volteé a ver, no quería volver a ver. No podían estar hablándome a mí. No quería que me hablaran a mí. Comencé a marcarle de nuevo a Ferrán, nada, no contestó. ¿Debería de llamar al 911? ¿Qué iba a decir, "Hola, vieras que un señor muy raro en un coche muy raro, está intentando llevarme casa?"

- Chica, se que no me reconoces, pero soy amigo de Stefano, tú padre. Somos compañeros del trabajo... Más bien se podría decir que amigos, te conozco, no creas que soy un acosador ni nada por el estilo. 

Podría encararlo, decirle simplemente "no, gracias", ser valiente; estábamos a plena luz del día, enfrente de mucha gente, no me iba a pasar nada. Así que volví a ver al hombre que me hablaba, tenía los dientes amarillos, aspecto cansado y ojos tristes, iba con alguien más en la parte de atrás pero el vidrio polarizado no me permitía ver quién era. No era por ser clasista, pero dudaba mucho que Stefano fuera amigo de ese hombre.

- No, gracias, mí hermano me está esperando allá abajo... así que estoy bien. 

Él sonrió mostrando su asquerosa dentadura amarilla... Y me dio más pánico aún. 

-No querida, tú hermano aún está en la universidad, lo saludé hace un rato y vi que estaba bastante ocupado... 

Y entonces supe que era todo mentira. 

Ferrán no saludaba a nadie, sino era por obligación. Él no hablaba con nadie si no éramos los de la casa. 

Sentí el agarre de alguien por el hombro, y noté que era un hombre de color bastante corpulento que me observaba con rostro serio. La puerta de atrás del coche estaba abierta, lista para recibirme. ¡Maldita sea!

Saqué lo más rápido que pude el maldito gas pimienta que nos había regalado Paulette a todos los de la casa, y lo presioné con todas mis fuerzas, el hombre me soltó y se agarró la cara. 

-¡Maldita perra blanca!

Y entonces eché a correr lo más rápido que pude, lo más rápido que las piernas me daban. No me importaba no tener a donde ir, o que mi casa quedara a 30 minutos de ese lugar en coche, iba a llegar corriendo y entonces ahí ya no me pasaría nada. 

Pero fue muy tarde, escuché un coche subirse a la acera y sentí como el alma se me salía del cuerpo. ¡Crack! Un hueso roto... Y un alma hecha pedazos. Me tenían.


Galathea Entre Sombras (Redactando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora