Capítulo 7: La Cabaña

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Juraba que estaba quebrada en mil pedazos, desearía estar muerta en estos momentos. Cada golpe que recibo duele un poco menos que el anterior, creo que mi organismo me está defendiendo ya que hace algunos minutos se me ha adormecido la piel, y las últimas quemaduras de la faja no escocen tanto como las que recibí los primeros días.

Creo que llevaba unos 15 minutos siendo torturada con una faja de cuero puro, dura, y con una hebilla enorme, a la cual, luego del primer golpe metálico (que había abierto mi piel), dejé de tenerle miedo. 

Luego de despertar del desmayo, me di cuenta que me habían llevado a una habitación amplia, decorada al estilo victoriano que sin duda en su momento fue una belleza. No es que ahora no lo fuera, simplemente estaba sucia, como si llevara un tiempo abandonada, y sinceramente daba un poco de miedo.

- Dime - golpe - cuál - golpe- es el maldito - golpe - número.

El hombre al que ahora reconocía como Démeter, no se había dado por vencido. Necesitaba el número privado de Stefano, ya que estos datos sólo los conocíamos los de la casa, por supuesto yo nunca lo había utilizado, ni siquiera lo había guardado en mi celular, y ahora me estaba arrepintiendo de ello.

Cuando dejó de golpearme, levanté mi cabeza sudorosa, y lo observé tomar aliento, de seguro recomponiéndose para volver a golpearme. 

-Ya te dije que no lo tengo - dije en un susurro. 

Me observó con sus ojos de psicópata y me mostró sus dientes amarillos en un intento de sonrisa - ¿tú crees que me voy a tragar esa mentira? ¡Claro que tienes el maldito número niña tonta y no me lo quieres dar! Sólo su maldita familia lo tiene, así que no me mientas. 

Escuché una puerta abrirse, y observé un poco de luz sobre mí.

- ¡Vaya!, si le vendiéramos toda la sangre que le estás haciendo perder a la chica  a un hospital, seríamos ricos.  

Démeter observó con furia al nuevo testigo de mi tortura. 

- Tranquilo hombre... ¿aún no ha querido decir nada? - Démeter negó lentamente cerrando sus ojos.

Sentí como alguien se arrodilló frente a mí, y observé al Gorila, sabía que mis ojos exhibían todo el dolor que persistía en mi cuerpo en aquel momento, y por un momento vi un rastro de lástima en su mirada, tomó un mechón de cabello y me acomodó detrás de la oreja. 

-¿De verdad estás dispuesta a morir por un número telefónico? - me cuestionó con sarcasmo.

- Juro que no lo tengo - lloré con más fuerza - lo he dicho mil veces y él sigue lastimándome como si tuviese la culpa de algo... - Lloré con fuerza, cada vez más alto, ya no eran sollozos, eran gritos. 

Démeter se volteó hacia mí - ¡Por un demonio, cállala! - no hizo falta, su grito me dejó congelada.  - Dame, el, maldito, número - con rabia mencionó cada una de las palabras, pero yo ya no sabía qué decirle. ¿Es que acaso tenía problemas?

- ¡QUE YO NO LO TENGO! - grité desesperadamente, y en eso escuché un grito de rabia y sentí como algo me daba por la cara, y sentí el sabor de la sangre, y la sensación de algo caliente recorrer desde mi mandíbula hasta el cuello.

- A ver si así aprendes a cooperar la próxima vez perra sarnosa. - me escupió encima - llévala a la fosa de nuevo. 

Me tomó todo el recorrido para comprender que había sucedido. Pero fue cuando intenté hablar que lo comprendí. Mi lengua estaba hinchada, pero por el golpe no sentí ningún dolor, me había golpeado con su faja en la cara, mi nariz y mi boca sangraban dándole paso a una posible hemorragia. Comencé a sentir mis labios quemados por el cuero, rotos, pasé una de mis manos sobre mi cuello, lleno de sangre, y lloré de nuevo, me sentía peor que un animal callejero, no le deseaba esto ni siquiera a la novia de Martín. 

El Gorila me dejó caer sobre el duro suelo rocoso y me observó por última vez antes de subir por la escalera para salir de la fosa, y una vez que estuve sola me acosté sobre la superficie, pero no lloré... No porque no quisiera, es que simplemente no tenía las fuerzas necesarias. Y en un momento determinado, me dormí, o desmayé... A estas alturas no diferencio una cosa de la otra, sólo se que ambas me producen alivio.

 A estas alturas no diferencio una cosa de la otra, sólo se que ambas me producen alivio

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Narrador Omnisciente. 

Una semana. Había pasado una semana y Ferrán aún no superaba la ausencia de Galathea.

Observó el reloj de su computadora, ya estaba saliendo el sol, no había logrado dormir y tampoco terminó el trabajo que debía entregar ese día... ¿Cómo concentrarse sabiendo que su hermana podría estar pasando hambre y frío... de nuevo?

Decidido salió de la habitación para ver a la pequeña Amaïa dormir en su cuna, le daba pesar comprender que, si Galathea no regresaba jamás, la bebé no podría conocer la increíble persona que es, no va a recordar lo que hizo por ella la primera noche en la casa, porque esa noche a todos se les quedó en el corazón, las palabras de Gali quedaron en el alma de todos.

- Hoy madrugaste, Ferrán – Stefano estaba vistiendo a la pequeña Amaïa en el pequeño moisés al fondo de la habitación. En los últimos días, él se había encargado de dejar el hogar en completo orden antes de irse a trabajar, ya que Paulette tampoco había podido descansar como habría querido esa semana... Aunque bueno, casi nadie en el hogar estaba con buen semblante. 

- No he podido dormir... He intentado buscar más pistas, pero no tengo nada más.

- Creo que nadie ha podido dormir lo suficiente, pero hacemos lo que podemos Ferrán, el FBI está haciendo lo que puede, después del atropello no hay nada, así que déjale todo lo demás a los especialistas.

Ferrán lo observó con tristeza, esta era casi la primera vez que dejaba que alguien aparte de Galathea viera sus emociones. Stefano observó al muchacho con comprensión, sabía que Ferrán convivía con ellos solamente por Galathea, era un trato que estos habían hecho hace muchos años por la salud de la chica.

- ¿Has pensado en lo que me dijiste ayer? – Stefano sabía la respuesta, pero aún así quiso arriesgarse a preguntar.

- 15 días... El FBI dijo que si en 15 días no la encuentran la dan por desaparecida y cancelan la búsqueda, así que me iré. Ya no tengo nada que me detenga, y la iré a buscar yo mismo.

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Nota de la autora. 

¿Adivinen quién es el papacito de la foto? Exactamente, papi Stefano :Q___

Que la Santísima Trinidad esté siempre unida, para que siga creando hombres así *-*

Galathea Entre Sombras (Redactando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora