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N del A: No sé si os gustará o si os disgustará. El escrito es lo que es. 


Estaba oscuro.

Carlos se encontraba en una habitación de hotel muy lujosa. De esas que frecuentaba visitar. Se estaba afeitando la barba en el baño con mano temblorosa. No recordaba nada. Nada de nada.
Ni de cómo había llegado ahí ni de por qué tenía barba de hace tres días.
Si hubiera tenido una persona que se preocupara por él seguro que tendría varias llamadas en el móvil; no era así, por lo que no se extrañó en lo absoluto cuando lo encendió y solo encontró notificaciones del Twitter.
"El presidente invade Venezuela"
Decía una de las noticias de tendencia; nada que tuviera que ver con él o que le interesara.

Terminó de afeitarse; era un hombre nuevo y ya no parecía un indigente. Aunque sus ropas arrugadas rompían la magia de su galanura.

Cogió la chaqueta y se dirigió a la puerta para abandonar la habitación, con el miedo en sus entrañas se que la cuenta fuera apoteósica.
De repente se sintió extraño. Era una sensación de placer y dolor muy particular. Estaba.. Estaba dentro de él.
Se sentó en la cama apretándose el bajo vientre sin identificar de que se trataba.
Ocurría algo horrible ahí dentro. Lo sabía.

De pronto se encontró con las luces apagadas. Se preguntó si estaría fallando un circuito o algo por el estilo y, cuando la luz blanca de las lámpara iluminaron la habitación, cayó en cuanta que estaba desnudo.

—¡¡¡Qué demonios!!! —se exaltó.

La puerta de pronto se abrió y con ella un escalofrío le recorrió la espalda. Ahí estaba Willis en persona, sonriendo como un pervertido y mirándolo como una presa. Tal como Carlos miraba a sus aventuras de una noche en aquellos bares y fiestas.

El hombretón estuvo a punto de gritarle al enano que se fuera, como solo alguien asustado puede hacerlo. Carlos estaba aterrado con la presencia del menudo sujeto, y eso era irracional. Con sus musculosos brazos podría matarlo y sin embargo, un pánico lo paralizaba. cual si fuera un crío impotente a punto de ser azotado por el cinturón de papá.

—Te has portado mal Carlitos... Has sido un chico malo —dijo Willis—. Necesitas un castigo... ¿Y sabes cómo te lo impondré?

Carlos no quería saberlo. No quería oír más. Corrió al otro extremo de la habitación, estaba dispuesto a saltar por la ventana pero, con un movimiento rápido Willis lo cogió por la muñeca y lo arrastró hasta la cama  con una fuerza sobre humana.

El fortachón no le encontraba sentido a eso. Y no era el caso; lo único que podía pensar era en escapar; escapar antes de que... ¿De qué? ¿Por qué estaba asustando?

Willis lamió las mejillas recién afeitadas de Carlos. Le mordió levemente la oreja y susurró cosas Obscenas que hicieron que el macho de ruborizara.

—Lo único mejor que la coca es ese culito de roca que tienes.

Carlos gritó y se revolvió en su importancia. Willis lo tenía contra la cama y por alguna razón la fuerza que empleaba para inmovilizar a su victima era inmensa. Carlos se sintió vulnerable, muy vulnerable.

—Por favor, no de nuevo, no —dijo, no para Willis sino para Dios. estaba recordando cosas, cosas que desearía no recordar. Su interior se revolvía vibrante. No entendía nada, nada de nada.

—Mi pobre bebé —se mofó el menudo hombre—, ¿te dolió mucho por atrás?  No te procures, lo haremos por delante.

Willis llevó su mano hasta los testículos de Carlos; tenía los dedos fríos y por eso el escroto se le arrugó y se aplanó, como si los testículos se ocultaran a su presencia. Como si hubiera espantado su hombría. Eso al menos creyó Carlos al principio. Pero luego sintió que su pene palpitaba en una erección inexplicable. Esto le excitaba de alguna forma ¿por qué?

Y de pronto percibía como el semen venia en camino. Su miembro se agitó inquieto en el aire cual asta de bandera movida por un terremoto. ¿Por qué si, a penas lo había tocado?
Y sin más ni más sintió un orgasmo, un estremecimiento que lo revolvió por dentro, partiéndolo en placer y delirio. Era potente y caliente, pero a la vez diferente.

—¡Para por favor! —gimió el grandulón mientras el otro le masajeaba el ahora plano escroto.

–¿Para? —se rió—. Pero si aún no empiezo.

Entonces su rígido pene empezó a ponerse flácido y a empequeñecer. Sin embargo, la sensación seguía siendo rara para Carlos.
Veía como su miembro viril se reducía más de la cuenta, más incluso que cuando le daba frío. La cabeza de su amiguito se desinflaba y caiga hasta medidas ridículas y su tallo se enterraba entre la piel recién regordeta del pubis. Era sorprendente y aterrador.
Cuando dejó de sentirlo... miró con estupefacción lo que le había quedado. Llegó a pensar con consternación que se le había encogido al mínimo y que ahora tenía un miembro tamaño Infante. Un micro miembro... Pero ni siquiera eso. Donde antes habían testículos ahora había... Una abertura.

—¡¿Que me has hecho?! —gritó de horror.

—Te he mejorado para la situación —respondió Willis—, ahora abre las piernas, zorra.

—¡¡¡Nooooo!!!!

***

Carlos despertó. Estaba oscuro y si cuerpo se estremecía. Yacía tumbado sobre el colchón desnudo y viejo. El olor a moho inundaba su nariz y le traía a la realidad más irreal que había vivido. El hotel había sido un sueño, aquella alucinación de su miembro desapareciendo también había sido un sueño, gracias a Dios. 

Justo en ese momento tenia una palpitante erección que goteaba y manchaba aun más el colchón. Fue el sueño húmedo más... no, la pesadilla húmeda más extraña y espeluznante que hubiera imaginado. deseaba no volver a soñar con Willis otra vez. 

 Pensó mientras mientras se despertaba que lo único real del sueño quizá había sido el miedo, esa horrible sensación. Pero después pensó "¿miedo yo? ¿de ese engendro? Ni hablar" Se negaba a aceptarlo.

Mientras recuperaba la conciencia se percató del sonido ZUUMM ZUUMM ZUUMM* y de la extraña sensación que lo irritaba. 

Se tocó el culo y descubrió una cuerda que salía de su ano. sabía que era una cuerda.

En medio del pánico y de las sensaciones constantes de zumbidos, decidió tirar de ella, reconociendo un vulgar dolor y escozor al sacarlo. Incluso un sonido resbaladizo llegó hasta sus oídos, el sonido de la vaselina contra piel. 

Le habían metido un dildo, uno grande y que vibraba. Aun en sueños, aun dormido, intentaba violarlo.

"Dios santo, esta gente está enferma"

Sintió miedo, más miedo del que estaba dispuesto a aceptar que tenia.

La puerta del sótano se abrió.

La puerta del sótano se abrió

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SEXY DEMONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora