Narra Abraham Bandera (Cheeto Sr.)
Las 3 de la mañana y Mangel estaba sentado al pie de la ventana de su habitación fumando, a veces me pregunto si un día dejará el mal hábito o cómo mi abuelo se chutara 70 años fumando y seguirá de pie, un pequeño acto de autodestrucción era lo que menos me preocupaba de su vida caótica hasta el momento, me levanté de su cama y me acerqué hasta él, quería abrazarlo, enredarlo en mis brazos y llevarlo a la cama para dormir con él, pero no tenía un pretexto y no soy tan valiente como para pedirle eso y arriesgarme a joderla en grande.
- ¿Que estás pensando? - pregunté
- Creo… que ya he estado aquí mucho, es momento de buscarme mi propio piso - afirmó y mi corazón se cayó por el borde de la barandilla
- ¿Porqué? ¿No te gusta vivir conmigo? - pregunté
- Claro que sí, macho, es genial, comida diario y estar contigo pero… soy una rémora estando aquí, debería buscarme un sitio propio - dijo él
- Te lo prohíbo - dije sin pensar, las palabras salieron solas de mi boca, él me miró, su cigarrillo estático en su mano y sus ojos fijos en mí
- ¿Que? - preguntó riendo, creyendo que era una broma
- Te quedarás conmigo - afirmé, él me dejó tener la razón sin pelear, sonrió y afirmó con la cabeza antes de dar otra calada
Se abrió un silencio en medio del cual dio otra calada a su cigarrillo y después me miró como si quisiera encontrar los secretos del universo en mis ojos, me asustó esa expresión.
- ¿Porque quieres que me quede? - preguntó - porque si resulta ser que es porque tienes miedo de que me empiece a matar de hambre de nuevo o porque crees que pueda suicidarme estás equivocado, Rubén era mi novio pero no es mi motor, ya he curado un poco así que me siento con fuerzas de seguir...eso te lo debo a ti, es genial saber que puedo contar contigo - dijo y yo no pude más, lo abracé con fuerza, él soltó una risa nerviosa mientras me rodeaba con sus brazos y se acomodaba en mi hombro
Quería decir algo y hacer el momento menos tenso pero antes de darme cuenta ya había pasado demasiado tiempo, Mangel comenzó a caminar empujándome despacio hacia la cama, nos dejamos caer sobre ella y él me sonrió.
- ¿Te parece si dormimos? Sería genial ir mañana a saludar a Elvisa o algo...extraño a los otros...no qué contigo no sea indeterminadamente feliz - me dijo y nos acomodamos sobre el colchón
- Indeterminadamente feliz ¿Verdad? - pregunté y él me sonrió
- ¿Que puedo decir? - preguntó - todo mundo debería tener un Cheeto en su vida - dijo y me abrazó
Nos quedamos en silencio mirando el techo, al poco ya habíamos sacado los móviles y mirábamos las noticias de fondo, en medio de todo eso miré lo que había pasado en mi vida, si, Ángel era mi primo, vivía conmigo y ahora se podía decir que éramos una familia satisfactoriamente acomodada, incluso si sus abuelos y su padre no pegaban conmigo, parecían pensar que yo era mala cosa o algo así, lo era, de cierta forma, cualquiera que mire de esta forma en que lo hago el delicioso culo de Mangel seguro debe ser odiado.
Pero más tenía que ver con su madre, ella que se había apartado de la familia para llevarse a su hija menor lejos de ellos, cerca de nosotros (no suficientemente cerca mío, apenas la recuerdo) pero la crueldad de dejar así a Miguel es algo que no le perdonan. Y yo, yo soy su familia, jamás lo dejaría, no cómo mi padre me dejó a mi o como mi madre me dejaba a diario para trabajar y darnos comida, yo amaría a Miguel cada día de mi vida, le daría comida, lo vestiria, le daría dinero para cigarrillos incluso… no hay nada que no haría por él.
- Tierra a Cheeto, tierra a Cheeto… Houston we have a problem here - dijo de pronto Mangel haciendo caras graciosas, yo lo miré, él se reía
Me gustaba esa expresión en su cara, me gustaba verlo feliz después de verlo destruido por tanto tiempo y me gustaba pensar que era por mi, no me reí, extendí la mano y apague la televisión con el control remoto, me acomode de lado y lo abracé en silencio auto invitándome a su cama, el sitio donde no tenía permitido estar pues tenía miedo de mí mismo y más que nada de perder mi control.
Él me puso una mano en la cabeza y comenzó a acariciar mi cabello de forma dulce, me gustaba eso, podría vivir siempre con eso.
- Estás actuando extraño ¿Pasa algo? - preguntó en el silencio y la penumbra
- No, no pasa nada - dije yo, no, no pasaba nada… todavía no
- Mentiroso… - susurró en tono juguetón
- Tú… vale, sólo estoy preocupado ¿Sabes que siempre puedes contar conmigo, verdad? Quiero que sepas que no importa nada ni nadie siempre voy a estar aquí y siempre voy a apoyarte en todo… no quiero que te mudes y me dejes porque yo también te necesito aquí, me haces feliz, pero si tú crees que estarás mejor por tu cuenta… entonces no tengo cómo evitarlo - le dije, la idea de que se fuera de mi casa no me gustaba, pero si no había remedio….
No recibí respuesta, incluso creí que se había dormido a mitad de mi perorata pero entonces se giró y me abrazó con fuerza, de frente, nuestros cuerpos tan cerca que casi me sentí en pecado… lo más cerca que había estado de cometer una locura era en ese instante.
- Debí hacer algo muy bien para poder tenerte - dijo en mi oído, lo tomé de la cintura y lo jale contra mi ¡Como si ahí sobrara espacio!
Y sin embargo, pese a que era extraño y poco natural, pese a que no me gustaba tocar sin poder probar, pese a que en la historia de la historia esto no tenía precedentes entre nosotros… me sentí tan cómodo y cálido, tan amado y feliz que me quedé dormido en tan poco tiempo que solo supe que me había dormido al despertar por la mañana aún con él entre mis brazos, eso era un sueño, eso era la vida, era hermoso.
Él dormía, así que hubiera deseado quedarme quieto para mirarlo dormir pero algo entre mis piernas demandaba mi atención ¿Que mierda me pasaba? Porque claro, tener una erección involuntaria cuando duermes con tu primo (y objeto de deseo) no es aceptable, así que solté una maldición y me levanté para ir a mi propia recamara a arreglar eso no sin antes darle un beso a Miguel en la frente y ver su hermoso gesto adormilado de nuevo.
ESTÁS LEYENDO
Detestable || Cheetangel
FanfictionAl final de la historia ¿con quién más puedes contar si no con la familia?