Capítulo Dieciséis - La Biblioteca

3.8K 444 52
                                    

16. La Biblioteca.

A Harry le dio la sensación que Draco estaba peor, tanto emocional como físicamente. Se le veía apagado, como marchito, y le preocupaba. Ya no le veía casi nunca por el Gran Comedor a la hora de comer, sino que le encontraba sentado fuera, sobre el césped recién cortado, con una mano sobre el rostro y no pensando en nada. Esa mañana se quedó mirando a un punto fijo en cada clase, y por la tarde insistió en quedarse en la biblioteca, como el resto de alumnos, simulando estudiar. Simulando, porque Harry había notado que no tenía ni idea de la lección.

Había intentado conectar con él de muchas formas posibles, pero siempre había tenido el mismo resultado: nada de nada. Seguían pasándolo bien juntos, incluso a veces le podía sacar una sonrisa. Le gustaba su compañía aunque estuviera tan mal.

El día siguiente a la noche en la que reapareció Draco, por la tarde, Harry le encontró en la biblioteca y se sentó a su lado.

  —Hola, Draco —saludó mientras sacaba todas sus cosas—. Qué raro que estés aquí, ¿no?

  —Voy mal con Pociones —respondió encogiéndose de hombros. Harry observó sus párpados caídos y sus pómulos cortantes.

—Por Merlín, era una ironía —le sonrió, pero Draco no le estaba prestando atención. 

No se había encontrado con Ernie desde el día anterior, cuando no dejaba de verle por todas las esquinas, aunque tenía unas ganas enormes de hacerlo. Quería verle aparecer y pegarle un puñetazo en la cara, por haberle manipulado y haber robado su capa. Le guardaba un rencor increíble y pensaba hacérselo pagar.

Abrió el mapa del merodeador y echó un vistazo. Había una maraña de motas negras por todos lados debido a que las clases habían terminado por ese día y todos los alumnos parecían querer estar fuera de sus salas comunes. Harry les maldijo por lo bajo, ya que le hacía la tarea prácticamente imposible. Estaba acostumbrado a observar el mapa por la noche, cuando casi no había ni un alma fuera.

De pronto les vio. Dos manchas de tinta sobre el amarillento y desgastado papel. Una de esas manchas rezaba "Blaise Zabini", y la segunda "Ernie Macmillan". Estaban los dos en una sala vacía en una de los pisos superiores. Harry controló sus manos cuando quisieron cerrarse en dos puños para no arrugar el mapa. Tuvo el impulso de ir, pero se controló. No le iba a hacer ningún bien ver a Blaise estando tan enfadado. Y mucho menos a Ernie.

Borró el mapa y se centró en hacer una redacción de Pociones. Aquella mañana Snape se la había mandado cuando Harry hizo explotar, sin querer, un caldero. Al parecer, el profesor se encontraba ligeramente más malhumorado de lo normal y, por algún motivo, el chico lo relacionaba con el regreso de Draco. Veinte centímetros necesitaba. Hizo cinco a duras penas, escribiendo lo que recordaba de aquella clase, antes de darse por vencido y sucumbir a sus primeras intenciones.

Dobló el pergamino de cualquier manera y lo guardó en la mochila, junto a la pluma y al tintero. Se colgó la mochila al hombro y, despidiéndose de Draco, abandonó la biblioteca. En cuanto pisó el frío suelo de los pasillos del castillo, corrió hacia donde se encontraban Ernie y Blaise. Pensó en lo bien que le vendría en aquellos momentos la Capa de Invisibilidad, y odió a Macmillan aún más. Esquivó a los alumnos que pasaban como una marea como bien pudo, murmurando disculpas que se perdían en el sonido de todas las conversaciones que resonaban.

Subió las escaleras de dos en dos, notando el peso de la mochila rebotar contra su espalda. En cuanto llegó al piso indicado, dejó de correr y paró a recuperar el aliento. El pasillo en el que se encontraba estaba vacío, ya que allí sólo se encontraban las clases, así que, cuando prosiguió el camino, lo hizo con el mayor sigilo que pudo. Agradeció haberse puesto sus desgastadas deportivas aquel día.

Escuchó murmullos que provenían de la esquina que estaba a punto de doblar. Se pegó a la pared, quieto, y agudizó el oído. Tuvo dificultad para entender aquellas voces los primeros segundos.

—Debes asegurarte —dijo una de las voces con tono autoritario. Sin duda, se trataba de Zabini.

—No, ya lo estoy —contestó otra voz más aguda. Ernie.

—Como estés equivocado, tendremos un problema.

Harry frunció el ceño y agudizó más el oído. Habían bajado aún más la voz y resultaba prácticamente imposible entenderlos.

—... mañana —terminó de decir Zabini—. Si no, tú mismo se lo explicarás al Señor Tenebroso.

En cuanto escuchó lo último, Harry soltó un grito ahogado que cortó en seco lo antes que pudo. Sin embargo, el silencio que reinaba en aquellos pasillos intensificó el sonido y llegó irremediablemente a oídos de Blaise, quien dejó de hablar en el acto.

—¿Quién está ahí? —gritó, cabreado, separándose de Ernie.

Harry escuchó sus pasos resonando por las paredes, acercándose enfurecidos. Sintió que su corazón se paraba durante un instante, dejándole la boca completamente seca. Se obligó a reaccionar. Se separó de la pared, se subió la capucha y huyó hacia las escaleras, sin importarle hacer ruido. En cuanto Blaise escuchó su huida, aceleró el paso y corrió tras él. Harry escuchaba sus pisadas a su espalda, lo suficientemente lejanas para no reconocer ni su mochila ni su túnica de Gryffindor. 

—¡Eh! —bramó Blaise—. ¡Eh, tú!

En cuanto Harry vio las escaleras a su derecha, frenó y sus zapatillas emitieron un chillido al derrapar. Logró no perder el equilibrio y las bajó de tres en tres, sin preocuparse en caer rodando. Sus gafas, por alguna razón desconocida, siguieron en su sitio. Zabini alcanzó las escaleras y frenó demasiado brusco. Harry le escuchó caer al suelo. Sin embargo, se levantó de un salto y continuó su persecución.

Harry sintió un miedo profundo que florecía en el pecho y se expandía, dejándole sin respiración y con ganas de frenar. Obligó a sus piernas a seguir corriendo. No quería pensar qué ocurriría si Zabini llegaba a alcanzarle.

Llegó a la planta en la que estaban todos los alumnos. Apretó el paso, aunque creía que su corazón iba a estallar. En cuanto llegó a la biblioteca, se bajó la capucha de un movimiento y entró. Se dirigió a paso rápido hacia el laberinto de estanterías llenas de libros, lo que podía ofrecer un buen escondite y, cuando vio que no corría peligro, paró.

Se apoyó sobre las rodillas mientras recobraba el aliento. Notaba el rostro caliente y una fina película de sudor frío sobre la frente. No dejó de prestar atención a la puerta de la biblioteca. Sin embargo, Zabini no llegó a entrar, así que Harry se atrevió a abandonar su refugio. Se sentó en la primera mesa que encontró libre, fuera de todas las miradas, a esperar. Cogió un libro de una de las estanterías más cercanas y comenzó a leer. Draco se encontraba a dos mesas de distancia. Desde allí, podía apreciar su cabellera plateada. Pero no le apetecía explicarle por qué tenía la cara roja, ni por qué parecía que acababa de correr una maratón.

Diez minutos después, Blaise Zabini entró por la puerta. Harry se obligó a no apartar la mirada del libro mientras el chico recorría toda la biblioteca, observando a cada uno que se encontrara allí. Harry notó que posicionaba su mirada sobre él. Pasó la página del libro y continuó leyendo plácidamente.

Pareció convencerlo, porque abandonó la sala a los dos minutos de haber entrado, y Harry se permitió suspirar de puro alivio.

Ahora estaba completamente claro: Ernie y Blaise estaban tramando algo que no tenía pinta de ser bueno, y el suceso no había hecho más que confirmarlo. Ahora, Harry tenía el pretexto perfecto para no quitarles ojo.

*****

Y después de diez años, aquí aparezco yo tan feliz. Un día recordé esta historia y me apeteció terminarla, así que vine a Wattpad y comencé a escribir. Espero que os guste este nuevo capítulo y que no me odiéis mucho.

Como estoy en época de exámenes en el instituto, he decidido subir un capítulo cada dos días, más o menos, en vez de diariamente.

¡Pasad un buen día/noche!

(Por cierto, me cambié de usuario: antes era Ashes_15)

El Trágico Final || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora