14. La Mansión de los Malfoy.
Lucius extendió el brazo hacia Draco. El chico se apoyó en él y ambos desaparecieron.
Aparecieron en un lugar bastante familiar para Draco. Vio las verjas que se alzaban sobre sus cabezas, indicando que allí vivían los Malfoy a través de la majestuosidad de toda ella y la valla que rodeaba toda la mansión. Entraron en ella y caminaron a través del sendero de grava en silencio. Draco escuchaba los familiares repiqueteos de los tacones de su padre sobre las piedras y de su tercer pie, el bastón, lanzando de vez en cuando destellos de la luz del sol que ya estaba desapareciendo.
A ambos lados del sendero se levantaban matorrales y setos bien cuidados y cortados con el toque azulado de una noche de mayo. Draco sintió que una suave brisa le apartaba los mechones de pelo del rostro, como si todo ese ambiente le estuviera obligando, de una forma u otra, poder vislumbrar en todo su esplendor la mansión que emergía del suelo amenazadoramente delante de ellos. Las ventanas del piso más bajo estaban encendidas, las que daban al salón, y Draco casi pudo ver a su madre recostada delante del fuego, devorando libros y libros.
Llegaron a la puerta que se abrió, dejando paso al grandioso Lucius Malfoy que hacía que Draco se sintiera pequeño e inútil.
—Draco, cariño —saludó su madre yendo hacia él, abrazándolo con fuerza.
—Hola, mamá —sonrió este ante su cariño—. Si me sueltas te prometo que no me moriré.
Su madre soltó una carcajada corta, preocupada, y le soltó posicionando ambas palmas de sus manos en sus mejillas.
—Estás muy delgado. ¿Quieres comer algo? Dime qué es lo que quieres y lo mandaré hacer en un momento.
—Narcissa, no es momento —dijo su padre con voz grave—. Debe descansar —los adultos intercambiaron una mirada llena de un significado que a Draco se le escapó. Su madre asintió, separó a su hijo de su padre y le fue guiando por las escaleras hasta su habitación.
—La cama ya está lista, tan sólo tienes que lavarte los dientes —le dijo mientras subían y giraban a la derecha, en dirección a su habitación.
Llegaron a la puerta. Draco la abrió y entró en su habitación, encontrándola exactamente igual que cuando se marchó.
—Gracias, mamá —musitó, sin saber muy bien por qué.
Su madre asintió mientras una pequeña lágrima le resbalaba por la mejilla, le cogió de la nuca y le plantó un beso en la frente.
—Descansa bien, ¿vale?
Draco asintió con la cabeza y su madre se fue, cerrando la puerta tras de sí. Ahora que Draco se encontraba solo en las dimensiones de su cuarto, sintió que se acercaba algo muy grande. Sombras oscuras perfilaban todos los bordes del cuarto, creando formas extrañas y desconocidas para los ojos del rubio. Sin embargo, no quiso encender la luz y se desvistió en penumbra bajo la luz de la luna.
Cuando se tumbó en la cama, lo primero que pensó fue en cuánto habían cambiado las cosas desde la última vez que durmió allí. Aspiró el aroma de la almohada; sin embargo, el olor de Harry ya había desaparecido por los lavados. Unos segundos después, descubrió que la almohada estaba húmeda a causa de las lágrimas que acababa de derramar.
Y así, en medio de su nostalgia, se quedó dormido.
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Se despertó con los rayos del sol, el cual ya se encontraba bastante alto para su gusto. Se sentó en el borde de la cama y se desperezó estirando los brazos. Por unos momentos se sintió bien, en calma. Escuchó los pájaros piar, los veía volar de aquí para allá desde la ventana, veía los árboles mecerse a través de la brisa, como si estuvieran bailando una melodía bajo el sol. Se sintió a gusto.
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El Trágico Final || Drarry || TERMINADA y EDITADA
Fanfic--TERMINADA-- Draco supo que era el final cuando sintió el frío contacto del aliento de Bellatrix en la nuca. Ella rozó su oreja con sus labios y, en un ligero aliento, dijo una palabra, una palabra que lo cambiaría todo. -Mátalo. Harry Potter se...