Capítulo Uno - El Comienzo del Final

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1. El Comienzo del Final.

Draco supo que era el final cuando sintió el frío contacto del aliento de Bellatrix en la nuca. Su proximidad hacía que el corazón de Draco palpitara furiosamente contra su pecho. Ella rozó sus labios con su oreja y, en un ligero aliento, dijo una palabra, una palabra que lo cambiaría todo.

  —Mátalo.

Notó que el sudor resbalaba por sus sienes como gota de agua por el vaso, notó que echaba la mano hacia el interior de su túnica para coger la varita, y la notaba pesada contra su mano y fría como el metal. Cerró la mano en un puño, agarrándola. Sintió que los labios de Bellatrix se tensaban en una sonrisa sobre su oreja y le dejó caminar hacia un Harry malherido, tendido en el suelo como un muñeco de trapo, inmóvil.

Escuchó los latidos de su corazón en los oídos. Truenos sonaban contra el silencio sepulcral que había en la sala, al ritmo de los latidos de su corazón como una música macabra. Hubo un momento de luz que lo iluminó todo. Iluminó la sangre seca del suelo y la que Harry tenía en el rostro. Pero sólo fue un momento, porque al segundo siguiente se volvió todo en penumbra, y Harry parecía dormido, tan dormido que matarlo resultaría muy fácil.

  —Mátalo, Draco. Mátalo y recibirás la recompensa del Señor.

Draco no quería. Luchaba con todas sus fuerzas, pero una fuerza totalmente inexpugnable se hallaba en su interior, obligándolo a dar un paso tras otro hacia Harry. Hacia su Harry. Uno más, y otro. Cada uno de ellos partía el corazón de Draco un poco más, y no sabía cuántos pasos iba a poder dar antes de que se partiera en mil pedazos.

En el fondo, una vocecilla en su cabeza le decía que debía hacerlo, que era lo mejor. Harry había sido raíz de todos los problemas en ese último año, y acabar con él parecía la decisión más sensata. "Hazlo" decía esa voz, una y otra vez, colándose por su cráneo y penetrando su cerebro. "Hazlo".

Levantó la varita con la mano temblando. Separó los labios dispuesto a lanzar la maldición mortal e imperdonable. Sus labios estaban resecos y agrietados, y ese minúsculo movimiento le produjo dolor que lo convirtió en una mueca.

Se humedeció los labios, respiró hondo. Sonó un trueno más, con las gotas de lluvia repiqueteando en el tejado, golpeándolo furiosamente, como si supieran lo que estaba dispuesto a hacer.

Notaba los ojos fijos de Bellatrix en su nuca, podía hasta ver su espalda encorvada, impaciente, sus ojos abiertos y grandes, su expresión de demente en el rostro demacrado.

Cerró los ojos, no quería ver cómo arrancaba la vida de Harry él mismo,  la persona que más había amado en toda su vida... Pensó que podría haberlo evitado. Pensó que aquel día podría haber huido a un lugar muy lejano para encontrarse con Harry cuando todo acabara, porque había tenido la oportunidad. 

Esa noche, la Muerte era una invitada destacada.

Toda esta pesadilla comenzó meses atrás, a principio de curso. Una pesadilla de la que varias veces había intentado levantarse, porque era imposible que, un año atrás, hubiera estado con Harry escondiéndose en los pasillos, pasillos de ese propio colegio. De hecho, fue antes de curso, porque Harry se pasó unos días en su mansión, conviviendo con su familia, y ahí había comenzado todo. Ahí había comenzado el final.

Fue una tranquila mañana de finales de julio. Draco esperaba impaciente en su habitación la llegada de Harry, caminando de esquina a esquina, consultando la hora cada cinco minutos y pasándose las manos por sus cabellos platinos. Entonces había sonado el timbre, y lo que Draco recordaba era como si su corazón hubiera saltado de su pecho y hubiera caído por la ventana. 

"Ya está aquí", pensó, momentáneamente paralizado.

Se puso de nuevo en movimiento y llegó a la puerta principal en la mitad de tiempo que lo habitual. La abrió de golpe y el calor de fuera chocó contra él como una jarra de agua fría. Aunque eso carecía de sentido, pues era lo segundo que más deseaba en aquellos momentos.

Corrió por el sendero bordeado de solemnes arbustos, árboles que se alzaban majestuosamente sobre su cabeza y algún que otro decorado de jardín. Hacía tanto calor que creyó que se derretiría, aunque llevaba unos pantalones y una camisa fina. Cuando llegó al portón que se alzaba imponente y amenazante, lo hizo sin aliento y con la camisa pegada a la piel.

  —Harry —jadeó el chico mirando a través del portón.

Harry portaba consigo la maleta de Hogwarts. Estaba ataviado con unos vaqueros desgastados, unas botas raídas tras su continuo uso y una camisa de material ligero que Draco se moría por arrancar. Tenía el cabello tan despeinado y tan oscuro como se costumbre, pero tanto tiempo sin verlo hizo que se quedara sorprendido por la belleza que emanaba, como si lo hiciera por cada poro que poseía.

  —¿Estás bien, Draco? —preguntó con un tono burlón en la voz. Draco sintió que se derretía, aunque no creyó que fuera por el calor. Su voz parecía una armónica melodía cantada por los dioses del Olimpo.

  —Creo... creo que estar tanto tiempo bajo el sol me está haciendo delirar —admitió Draco, sorprendido por sus pensamientos tan rematadamente cursis y fuera de lugar—. ¿No tendrás alguna botella de agua, por casualidad?

—Claro que sí, casualmente llevo una encima —rebuscó por el bolsillo del pantalón—. Vaya, parece que me la he dejado en casa. ¿Te importa si vuelvo a casa de mis tíos a ver si me la he dejado por ahí? —al ver la expresión de Draco, se exasperó—. ¡Draco, cómo voy a tener una botella de agua!

Draco se encogió de hombros.

—Quién sabe.

Harry suspiró.

  —¿Quieres hacer el favor de abrir esta puerta? Me estoy friendo aquí fuera como un maldito huevo.

Draco contuvo una risa y procuró mantener una expresión dolida.

—Me ofendes con tu lenguaje. Mi padre se enterará de esto.

 Harry le ofreció una sonrisa burlona y Draco le correspondió. En un momento hubo abierto la portezuela y, al siguiente, se encontraban caminando bajo el sol de verano en dirección a la mansión. Harry tenía una mochila colgando del hombro y Draco le llevaba la maleta como buen novio que era. Caminaban sobre una calzada de losas de piedra desgastadas de su continuo uso. Sin embargo, muy lejos de parecer feo, ese toque antiguo daba un aspecto aún más elegante. El camino estaba bordeado de la vegetación anteriormente dicha, y por un momento Harry se sintió como si estuviera caminando hacia su casa de ensueño.

Cuando llegaron, Harry sintió que se derretía, y no sólo por el calor. Estaba tan nervioso que las manos le temblaban, y las metió en el bolsillo del pantalón para ocultarlas.

  —No te preocupes —dijo Draco al notar su nerviosismo, antes de abrir la puerta principal. Le sacó las manos y se las apretó con cariño—. No estés nervioso.

  —Lo siento, es que tus padres son tan... ya sabes.

—Sí, lo sé —respondió, por un momento, Harry vislumbró un atisbo de tristeza en sus pálidos ojos—. Pero te prometo, Harry, que mientras yo esté contigo, no permitiré que nadie te haga daño, ¿de acuerdo?

Harry asintió, deseando abrazarle muy fuerte sin motivo alguno.



El Trágico Final || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora